En su histórica comparecencia, emitida en diferido el 20 de noviembre de 1975, un compungido Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno, anunció a los españoles la muerte de Franco. Casi al borde de las lágrimas, tardó un par de minutos en sacar del bolsillo interior de su chaqueta un sobre que contenía el testamento político del dictador. Lo abrió y leyó la última voluntad del caudillo: "Os pido que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado". El día 30 de octubre, consciente de la gravedad de su estado, había ordenado que se ejecutara el artículo 11 de la Ley Orgánica del Estado, traspasando sus poderes al príncipe de manera definitiva.
Aunque ya hubo rumores en torno a la autoría del documento en los días inmediatos al fallecimiento, el relato consolidado hasta hoy dice que fue el propio dictador el que redactó esas líneas de su puño y letra. Nadie había puesto en entredicho esta verdad de forma tan desafiante como lo hace Guillermo Gortázar en El secreto de Franco (Renacimiento). El historiador, basándose en cuatro testimonios "presenciales y coincidentes" que relatan "una operación de propaganda y ocultación", asegura que el testamento político del caudillo no salió ni de su mano ni de su cabeza. Fue un ardid para "reforzar la posición de don Juan Carlos frente a los inmovilistas y la oposición democrática".
El verdadero autor del texto, descubre Gortázar, fue el arquitecto Francisco Javier Carvajal Ferrer (1926-2013), un prestigioso profesional que en los años 60 desarrolló una intensa vocación política "con la idea de apoyar una evolución negociada y pacífica del régimen franquista hacia la democracia". El secretario general del Movimiento Fernando Herrero Tejedor y su vicesecretario, Adolfo Suárez, le ficharon en la primavera de 1975 como miembro destacado de la junta directiva de la asociación política Unión del Pueblo Español (UDPE). Carvajal tenían experiencia en la redacción de discursos para el futuro presidente del Gobierno.
"La revelación del secreto que narro en este libro permite sugerir que Franco emergió en aquellos días como un reformista de ultratumba y un actor positivo en la operación de la Transición democrática. Franco no quiso una reforma en vida pero facilitó el camino de la reforma política después de su muerte", sentencia el doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Según su análisis, este hecho "descisivo" muestra que "se ha ignorado o minusvalorado el papel favorable" que desempeñó el dictador en 1975 para reforzar la posición política del hoy rey Emérito frente a todos sus adversarios y competidores de dentro y fuera del régimen.
Las cuatro fuentes en las que apoya su tesis Gortázar son las palabras de Blanca García-Valdecasas, viuda de Javier Carvajal, José Guillermo García-Valdecasas, su cuñado, Miguel Ángel Cifuentes Arbeix —estos dos participaron en la elaboración del borrador del testamento aconsejando y leyendo lo que escribía el arquitecto— y Eduardo Ameijide, el colaborador más activo y de confianza de Adolfo Suárez y primer secretario general de la UDPE, el principal intento de organizar un gran partido de afiliados del Movimiento Nacional que llegó a contar con 80.000 miembros.
El papel de la hija
La reconstrucción de los hechos que hace el autor de Romanones. La transición fallida a la democracia (Espasa) es la siguiente: el día 12 de octubre de 1975, Franco contrajo gripe y el 17, presidiendo el Consejo de Ministros, sufrió un infarto. En la sede de la UDPE, donde solo se hablaba de la inminente muerte del dictador, a Javier Carvajal le preocupaba que ni desde el Pardo ni desde Presidencia del Gobierno se hubiese puesto en marcha la redacción de un texto de despedida de quien llevaba siendo jefe del Estado durante cuarenta años.
Esa misma madrugada, desvelado por la inquietud, se sentó frente a su máquina Olivetti, se coló en la cabeza de Franco y empezó a teclear. El resultado fue una carta de apenas cinco párrafos, un texto breve, claro y directo. García-Valdecasas y Cifuentes le dieron el okey. ¿Pero cómo podían hacérselo llegar al círculo íntimo de Franco? Lo intentaron con la mediación de Suárez, pero les dijo que no quería saber nada de esa operación. Lo lograrían a través de su estrecho colaborador Eduardo Ameijide, que también buscaría sin éxito el concurso de su jefe.
Ameijide consiguió que Carmen Franco, hija del dictador y marquesa de Villaverde, recibiese el borrador del testamento con la complicidad de Antonio Girón de Velasco, el líder más destacado del búnker franquista e inmovilista, y a través de un amigo común: Andrés Rodríguez Villa-Gil, otro miembro de la UDPE. La implicación de Girón de Velasco en esta trama sobre la falsa autoría, dice Gortázar, explica por qué traicionó a su amigo Alejandro Rodríguez de Valcárcel, el presidente de las Cortes, brindando su apoyo al reformista Torcuato Fernández-Mirada (el candidato del príncipe Juan Carlos).
La versión oficial consagrada por la historiografía asegura que Franco escribió el texto a mano y Carmen Franco lo pasó a máquina. El historiador defiende que fue al revés: la marquesa de Villaverde presentó a su padre un texto a máquina y el dictador lo copió a mano. "Franco decide firmarlo, pero a él o a su hija les parece que el documento va a tener mucha más fuerza si hacen creer que la redacción original es propia y directa", analiza. La copia se tuvo que producir entre los días 18 y el 22 de octubre. A partir del 23, ya no estuvo en condiciones de decidir cualquier cuestión política o referente a su salud.
Para tratar de enterrar las dudas sobre quién fue en realidad el autor del testamento y eliminar el riesgo de una posible filtración, Carmen Franco concedió una entrevista al periódico El Alcázar, que se publicó el 26 de marzo de 1976. Según su detallado relato, su progenitor le mandó coger unos papeles de su despacho y le preguntó si lo entendía. "Me ordenó: 'Cuando lo pases a limpio, rómpelo'", le contó al periodista. "Yo desobedecí a mi padre. No rompí el original de él". "En adelante, los protagonistas de estos hechos", cuenta Gortázar, "ni siquiera entre ellos, volvieron a hablar de este tema: se juramentaron para que nunca se supiera". Él ha logrado sacar el secreto a la luz.