Max Hastings (Londres, 1945), modernos cascos en las orejas, potente micrófono que casi le tapa la boca, aparece en la pantalla como si estuviese preparado para empezar a narrar el desbocado esfuerzo de los caballos que participan este año en el Derby de Epsom. Un rápido vistazo a su despacho —la pared, llena de diplomas y medallas, y las estanterías, sin más hueco para gruesos volúmenes— sirve para reubicar al personaje: una de las principales figuras de la historia militar.
El nuevo libro del periodista y escritor, capaz de convertir la historia en un género superventas gracias a unos trabajos que reconstruyen al detalle las guerras del pasado con un singular talento literario, es La crisis de los misiles de Cuba (Crítica). Una obra pertinente en la incierta coyuntura actual para revisar desde la mirada de Hastings los trece días de octubre de 1962 que mantuvieron al mundo al borde del abismo nuclear.
"Si alguna vez ves un libro, por ejemplo, que dice que es la gran historia no contada sobre la II Guerra Mundial, tíralo a la basura porque podemos estar seguros de que a estas alturas no quedan misterios significativos", alerta durante la conversación con este periódico. El ensayo del historiador, que dedica bastante espacio a describir las particularidades internasa de Cuba, la Unión Soviética y Estados Unidos en ese momento, es un recordatorio de lo rápido que se puede derrumbar todo en la era de las superpotencias nucleares.
Pregunta. Ya hay cientos de libros publicados sobre la crisis de los misiles. ¿Qué es lo novedoso de su trabajo?
Respuesta. Me gustaría aportar una perspectiva diferente a la de la historiografía estadounidenses. La mayoría de ellos opina que EEUU tenía derecho a oponerse a los misiles en Cuba a pesar de que EEUU tenía estacionados sus propios misiles en Turquía, Italia y Gran Bretaña. En el libro resalto uno de los comentarios de Robert McNamara casi al principio de la crisis, cuando dijo que no era una crisis estratégica, sino política. Los misiles rusos en Cuba no cambiaron nada en cuanto a la amenaza para EEUU, que todavía tenía una superioridad de 17 a 1 en ojivas nucleares. Lo que sí cambió fue que claramente los soviéticos colocaron los misiles allí como un gesto deliberado para desafiar al pueblo estadounidense.
P. Algunos investigadores aseguran hoy que no hubo guerra nuclear porque Kennedy y Jruschov temían a las armas nucleares y les horrorizaba la sola idea de utilizarlas...
R. No estoy de acuerdo, el riesgo de una guerra accidental fue enorme. Para mí uno de los momentos más importantes de la crisis es cuando los generales presionan a Kennedy para que bombardee e invada la isla. Y lo primero que dijo cuando le enseñaron las fotografías fue: "Creo que tenemos que bombardearlo todo". Tanto él como Bobby Kennedy asegurarían más tarde que si hubieran tenido que tomar una decisión en los dos primeros días, habría sido difrente a la que finalmente se adoptó. Así que gracias a Dios el mundo tuvo suerte, el secreto se mantuvo durante cinco o seis días de discusiones en la Casa Blanca y la respuesta final fue el bloqueo.
P. Usted es bastante elogioso con la actuación de JFK durante la crisis, pero crítico con el Estado Mayor Conjunto estadounidense. El general soviético Anatoli Gribkov dijo en 1992 que en Cuba se habían desplegado 43 000 soldados. Y más tarde McNamara reconoció que pensaban que no había más de 10.000 rusos en la isla. Una invasión podría haber sido el apocalipsis...
R. Si los estadounidenses hubieran invadido y bombardeado Cuba está claro que los soviéticos habrían sufrido un número terrible número de bajas. Y me parece difícil pensar que ante las enormes pérdidas no hubieran utilizado algunas de las armas nucleares tácticas. Una vez hecho esto, la escalada habría sido absolutamente inevitable. No podemos saberlo, pero no me creo que los rusos se hubieran quedado de brazos cruzados.
P. ¿Qué lecciones podemos aprender sobre cómo Kennedy y Jruschov resolvieron la crisis?
R. Hay un intercambio aterrador el primer día entre Kennedy y Maxwell Taylor [presidente del Estado Mayor Conjunto] sobre los posibles escenarios. Si los soviéticos bloquean Berlín, ¿qué ocurriría? Taylor respondió que habría que ir a la guerra. Kennedy le preguntó si se refería a la guerra nuclear y el general se encogió de hombros y asintió. Entonces el presidente dijo que todo su trabajo estaba destinado a evitar un resultado como ese. También fue muy importante la calidad de los civiles del Departamento de Estado que participaron en las conversaciones.
»Y ahora veo a nuestro exprimer ministro Boris Johnson subiéndose al carro del apoyo a Ucrania principalmente por su propio beneficio político. Quizá soy un cínico, pero creo que realmente no le preocupaba Ucrania. Necesitamos personas más serias que piensen en serio en estos temas. Y aunque yo personalmente comparto el respaldo a Ucrania para resistir la agresión de Putin, no creo, como mis colegas militares, que podamos lograr una victoria absoluta. En la era de las superpotencias nucleares debemos mostrar moderación. Putin tiene un arsenal nuclear mucho mayor que el de Jruschov en 1962.
P. ¿Ve alguna similitud entre las acciones de Jruschov en Cuba y Putin en Ucrania? ¿Son una respuesta similar a la comprensión del hecho de que la URSS y Rusia están lejos de ser una verdadera superpotencia?
R. El único paralelismo es que ambos hicieron grandes apuestas increíblemente imprudentes. Fue una locura que Jruschov mandase misiles a Cuba porque cualquiera que conociese a los estadounidenses le habría dicho cómo iban a reaccionar. La Rusia de Putin se estaba convirtiendo en las últimas décadas y por modos pacíficos en un país mucho más próspero y exitoso. Pero Putin creyó que podía aumentar la grandeza de Rusia mediante las agresiones: Georgia, Afganistán...
»Sin embargo, una cosa que creo que Occidente no entiende bien, es que en 1962 se sobreestimó el poder de la URSS. Algunos economistas dijeron que la economía soviética podría superar a la estadounidense en unos 20 años, cuando en realidad era un caso perdido. Y creo que hoy pasa lo mismo: para entender el comportamiento ruso hay que entender que buena parte es debido a la debilidad y no a su fortaleza.
"Tenemos que reconocer que parte del mundo ya no quiere estar en un orden bipolar, sino seguir sus propios intereses"
P. ¿Cree que líderes mundiales actuales como Putin, Kim Jong-un o Xi Jinping han perdido el miedo a las armas nucleares?
R. Una de las cosas que más miedo dan es que sabemos cuántos soldados y misiles nucleares tienen, pero no sabemos lo que pasa por sus mentes. Lo que tienen en común Putin y Kim Jong-un es que solo les preocupa la supervivencia de su régimen. Putin se ha creado una narrativa para convencerse a sí mismo de que está haciendo algo grande para Rusia, mientras que desde fuera vemos que está arruinando el país y que al menos será necesaria una generación para que se le perdone a Rusia lo que ha hecho.
»Pero hay una cosa que ha cambiado de forma dramática. En 1962, todo el mundo apoyaba a una u otra superpotencia, tomaba partido. Hoy es muy diferente: están los países occidentales apoyando a Ucrania liderados por EEUU y a los rusos con sus aliados, como Irán o en cierto modo Turquía. Pero hay una gran parte del mundo que se niega a decantarse por un bando. Un general británico amigo mío visitó hace poco varios países africanos y en uno de ellos le preguntó al presidente que por qué no apoyaban a Ucrania. Y este le respondió que cuál era la diferencia entre lo que estaba haciendo Putin y lo que hizo EEUU en Irak. Tenemos que reconocer que parte del mundo ya no quiere estar en un orden bipolar, sino seguir sus propios intereses. Es una lección dolorosa que debemos aprender.
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P. Ucrania está a punto de lanzar su esperada contraofensiva con las armas enviadas por la OTAN. ¿Cree que si Rusia se ve forzada a retroceder hasta sus fronteras, Putin podría apretar el botón del desastre nuclear?
R. Llevo tiempo defendiendo que ningún bando alcanzará una victoria decisiva. No creo que a Putin se le ocurra utilizar armas nucleares tácticas para lograr una victoria, pero sí creo que podría considerar su uso para evitar una derrota total o, por ejemplo, si pareciese que los ucranianos van a reconquistar Crimea, cosa que no creo que consigan.
»Hay que recordar que ya estuvimos en una situación similar durante la guerra de Corea. Tras la invasión de los comunistas, las fuerzas aliadas, sobre todo los estadounidenses, contabilizaron humillaciones terribles. Y muchos generales empezaron a preguntarse: "¿Por qué tenemos que tragarnos toda esta mierda cuando tenemos la bomba?". Gracias a Dios, el presidente Truman y sus asesores no toleraron esto. Pero si en una guerra te va mal y tienes armas nucleares, es lógico preguntarse por qué debería ser derrotado si puedo apretar el botón. Los conservadores occidentales son ingenuos cuando dicen que Putin está fanfarroneando. No creo que se puedan ver estas amenazas como un engaño en la era de las superpotencias nucleares.
P. Al final de libro escribe que las posibilidades de que alguien cometa un error de cálculo catastrófico son tan grandes como en la Europa de 1941 o en Cuba en 1962. ¿Teme el estallido de una III Guerra Mundial?
R. Creo que todos deberíamos temerlo. Mi héroe entre los historiadores británicos es Michael Howard, ya fallecido. Era el hombre más inteligente que jamás haya conocido. También sirvió en la II Guerra Mundial y participó en numerosas negociaciones durante la Guerra Fría, sabía mucho sobre estrategia global. Hace unos cinco años me dijo: "Todo el mundo habla de la paz como un gran objetivo, pero es una palabra estúpida. Las que importan son orden y estabilidad, y las hemos perdido y quizá nunca las volvamos a ver".
»Es la ausencia de ese orden y estabilidad lo que nos debe preocupar. Las certezas se han esfumado. No sabemos lo que pueden hacer Putin o el presidente chino. Pero debemos tener respeto por otras culturas, algo en lo que los estadounidenses no son muy buenos. Cuando me fui a cubrir la guerra de Vietnam, muchos soldados estadounidenses decían que eran los buenos, que estaban allí para ayudar a esa gente, pero los vietnamitas no lo veían de esa manera. Así que creo que hay un principio general sobre las relaciones internacionales que consiste en aprender a entender cómo ven las cosas los demás.
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P. ¿Cuál cree que es el desenlace más razonable para la guerra de Ucrania?
R. Me he convertido en un personaje muy impopular porque escribí poco después del estallido de la guerra que acabaría en un acuerdo sucio, y todavía lo pienso así. No creo que vaya a suceder ya porque ambos bandos aún creen que pueden imponerse en el campo de batalla con algo de tiempo. Todas las guerras acaban con negociaciones, la única excepción de la regla es la II Guerra Mundial.
»Mucha gente dice que hay que castigar a Rusia por lo que han hecho, y por supuesto que sí, porque Putin se ha comportado de manera espantosa. Pero siempre hay una división en las relaciones internacionales entre lo que creemos moralmente que debería suceder y lo que ocurre de verdad. Kennedy negó haber llegado a un acuerdo secreto con los soviéticos, pero sabía que era la única forma de resolver la crisis.
"En toda guerra, el soldado sufre menos que los civiles"
P. La diferencia es que en 1962 no murió nadie y Rusia ha matado a decenas de miles de personas en Ucrania...
R. Todo eso hará más difícil alcanzar un acuerdo. Moralmente todos sabemos que Rusia debería pagar por lo que ha hecho, pero me juego el cuello a que no van a pagar un rublo. Mucha gente se queja de que no podemos dejar que esto sea así, pero si les dices que la alternativa es ir a la guerra contra Rusia, dicen: "No, no, no, no, no".
P. Usted que ha escrito tantos libros de historia militar sobre épocas y guerras tan diferentes, ¿cuál diría que la principal lección de la historia?
R. No ir a la guerra, evitarla si es posible. No soy en absoluto pacifista, creo firmemente que hay momentos en los que tenemos que defender nuestra causa con las armas, y desde luego creo que es correcto que Ucrania se resista a Putin y que todos le brindemos apoyo. Pero lo que es terrible es que Putin, como hicieron Hitler o el káiser Guillermo en 1914, conciba la guerra como un instrumento político útil. En ese sentido la guerra es un desastre absoluto. Yo todavía siento rabia contra el presidente George W. Busch por empezar la guerra de Irak y arrastrar a Gran Bretaña.
»Cuando empecé a escribir libros pensaban que los soldados eran las personas más interesantes, que los libros de historia militar iban de soldados. Pero ya no lo veo así: son lo menos interesante de las guerras. Lo realmente importante es lo que le sucede a la civilización, a las mujeres y niños. Porque en toda guerra, el soldado sufre menos que los civiles.