Urraca de Castilla, Reina de Portugal (1081-1126). Detalle de miniatura del Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela

Urraca de Castilla, Reina de Portugal (1081-1126). Detalle de miniatura del Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela

Historia

Ni misógino ni fanático ni oscurantista: un ensayo combate los tópicos que rodean el Medievo

El historiador Martin Aurell habla de mujeres 'empoderadas' como la reina Urraca y Leonor de Aquitania, el florecimiento de universidades y la aparición de genios de la ciencia.

10 julio, 2024 02:09

Con la confesión de un disgusto arranca esta obra. El que experimenta el autor, el historiador medievalista Martin Aurell (Barcelona, 1958), frente a una crónica televisiva de la derrota del ejército regular de Afganistán y sus aliados.

Diez ideas falsas sobre la Edad Media

Martin Aurell

Traducción de Juan Vivanco Gefaell. Taurus, 2024. 200 páginas. 19,90 €

El periodista menciona las atrocidades cometidas por los talibanes: escuelas reemplazadas por madrasas, anulación de libertades elementales, trato indignante a la mujer… E intenta resumir la situación con una frase rotunda, ilustrativa: ¡Es la vuelta a la Edad Media! Aurell constata una vez más que “la cantilena sobre la Edad Media oscurantista se ha vuelto tan manida que el público desconoce su verdadero sentido”. Y se propone combatirla.

Lo hace en este libro en el que, revestido de abogado, rebate diez ideas negativas extendidas sobre el periodo, denigrado por renacentistas e ilustrados. La primera de ellas es que rebajaba a la mujer. El especialista lo niega y señala que la Edad Media “fue mucho más favorable a las mujeres que el siglo XIX, por ejemplo”.

El culto a las santas demuestra que “para los medievales todas las mujeres estaban dotadas de inteligencia y voluntad, y eran capaces de pensar, tomar decisiones y obrar libremente”. Sí es cierto que la condición social de la mujer medieval dependía de su edad y circunstancias personales, y que su estatuto jurídico experimentó modificaciones, conquistas y retrocesos, en un periodo tan extenso.

Entre los avances significativos destacan la monogamia y el consensualismo. El milenio medieval, que conoció féminas poderosas como la reina Urraca, Leonor de Aquitania y su suegra, la emperatriz Matilde, fue precursor “de algunas de las grandes transformaciones feministas del siglo XX”.

La Edad Media "fue mucho más favorable a las mujeres que el siglo XIX, por ejemplo", explica Martin Aurell

Es creencia común también que la Edad Media rechazaba al diferente. Pero “el estudio de los documentos de la época demuestra que las comunidades medievales distaban mucho de ser tan cerradas e intolerantes”. Los vestigios arqueológicos ponen de manifiesto la atención que se prestaba a los niños.

El trato a enfermos, inválidos, pobres y ancianos ofrece muestras de solidaridad que permiten afirmar que “en materia de ayuda mutua la Edad Media podría enseñarnos algo”. La actitud de la cristiandad con los judíos fue más ambigua “y osciló entre la acogida y el rechazo”.

El ambiente de tolerancia y respeto del siglo XII estimuló la colaboración entre eruditos de ambas religiones. Con el islam las relaciones de los cristianos no fueron buenas, pero no faltaron pensadores que apostaron por el entendimiento. El autor apunta que fue el Estado moderno el que “trató de unificar las conductas y las creencias”, sin admitir “la diferencia religiosa ni la integración de ciertos enfermos”.

¿La Edad Media era inculta? Aurell subraya que la literatura de la época “es un pozo sin fondo de historias y personajes que hoy sigue alimentando nuestra imaginación”. En la Plena Edad Media nace la lectura silenciosa, individual e íntima, y florece el arte de la conversación. La riqueza de géneros, temáticas y técnicas es notable.

Aristóteles da una conferencia a los estudiantes (extracto de un liber ethicorum de Frater Henricus de Alemania). Staatliche Museen, Berlín

Aristóteles da una conferencia a los estudiantes (extracto de un "liber ethicorum" de Frater Henricus de Alemania). Staatliche Museen, Berlín

También cabe poner reparos, invocando de nuevo testimonios de la época, a la presunción de un Medievo sediento de violencia y sangre, que tan buena acogida ha encontrado en el cine.

Aurell señala casos de misericordia en el trato a los vencidos y de contención del ardor bélico. La caballería se convierte “en una ética guerrera impregnada de valores cristianos”. Las batallas más mortíferas se dan a finales del periodo, que asiste también a un incremento en la espectacularización de la ejecución de las penas.

Otro tópico insiste en el escaso avance o incluso el retroceso de los conocimientos técnicos en el milenio medieval, que sería un “triste paréntesis” a la espera de la ebullición descubridora renacentista.

Pero genios de la Edad Moderna como Copérnico, Galileo, Leonardo da Vinci y Servet no surgen de la nada: son herederos de conocimientos técnicos y métodos experimentales desarrollados a lo largo de la Edad Media, que aporta avances destacables en materias como la agricultura, la metalurgia, el aprovechamiento de las fuerzas hidráulica y eólica, la medicina, la óptica y el dominio de los mares, además del comercio, el desarrollo urbano y las ideas filosóficas (con la fundamental recepción de Aristóteles).

La literatura de la época "es un pozo sin fondo de historias que hoy sigue alimentando nuestra imaginación"

Frente al estereotipo de la sociedad medieval opresora, Aurell dibuja una estratigrafía social “mucho más fecunda, compleja y diversa”. Alrededor del año 1000 la esclavitud rural masiva prácticamente había desaparecido. Y con el régimen señorial los esclavos pasan a ser siervos, cuya condición mejora de manera sustancial entre los siglos XIII y XV. En los centros urbanos florecen las libertades individuales y las actividades comerciales, la artesanía y la banca.

No es cierto tampoco, observa el historiador, que la Edad Media promoviera las cruzadas xenófobas: es más correcto hablar de “peregrinaciones armadas” en las que ante todo se buscaban beneficios espirituales, como bien entendió Saladino.

La idea tan difundida del oscurantismo medieval admite muchas enmiendas. Y la acusación de que se trata de un periodo ignorante no se sostiene: los eruditos de la época admiran los logros de la Antigüedad y aspiran a perpetuarlos, y en los siglos XII y XIII se produce una explosión del conocimiento con la recuperación de los clásicos, el florecimiento de los saberes en la escuela urbana y el desarrollo de las universidades.

Última refutación: la Edad Media no fomentaba el fanatismo, aunque, evidentemente, sí hubo muy estrechos lazos entre la esfera religiosa y la social. Más allá, la laicidad moderna “no habría sido posible sin los pensadores medievales”. Y fue el Estado moderno el que llevó la Inquisición a su máximo desarrollo.

La conclusión, para Aurell, es clara: “Los diez cargos se desestiman uno a uno”. El Medievo, como cualquier otra época histórica, “abarca todos los matices cromáticos”. Y, desde luego, “no es un paréntesis mediocre” entre dos periodos prestigiosos.