La escena, instantánea de un drama antiguo, es común en Pompeya: cuerpos desperdigados por las estancias de los edificios romanos, en escorzos agónicos y enterrados por escombros volcánicos que el furioso Vesubio escupió en el año 79 d.C. Los arqueólogos han descubierto más de un millar de víctimas de la erupción —la más mortífera de la historia de Europa—, de trágicas historias personales, como las de los dos individuos que fueron abrasados por la infernal temperatura de la nube de ceniza en el comedor de la Casa del Fabbro o Casa del Herrero, en la zona Regio I de la ciudad.
La habitación, cuyo nombre procede del conjunto de piezas de hierro que se encontraron en su interior, fue excavada entre 1914 y 1933. Los dos cadáveres se identificaron en una esquina de la habitación, sobre los restos de un triclinium, los característicos lechos en los que comían recostados los romanos. El individuo A, un varón, apareció tumbado hacia la izquierda y con las extremidades flexionadas; el B, una mujer, tenía los brazos recogidos sobre la cabeza y las piernas encogidas hacia el lado derecho. En medio de ambos, en el suelo, se documentó una bolsita de tela que guardaba un conjunto de 26 monedas de plata.
Eso era todo lo que se sabía hasta ahora de las dos víctimas de la Casa del Herrero. Pero un nuevo análisis bioarqueológico y paleogenético de los restos basado en las nuevas metodologías científicas ha permitido, además de confirmar su sexo, estimar su altura y definir aproximadamente la edad a la que murieron —el varón tenía entre 35-40 años y la fémina más de 50; y su altura coincidía con la media de los habitantes del Imperio romano: 164,3 y 153,1 centímetros respectivamente—, desvelar las patologías que sufrieron.
Sin embargo, lo más importante del estudio, realizado por un equipo internacional de científicos y cuyos resultados se han publicado este jueves en la revista Scientific Reports, es que por primera vez se ha podido secuenciar el genoma humano de un pompeyano de forma exitosa, el del hombre. A pesar de que el famoso yacimiento viene siendo epicentro de prospecciones arqueológicas desde el siglo XIX, las investigaciones genéticas han supuesto un desafío ya que las altas temperaturas destruyen la matriz ósea de los restos y disminuyen la cantidad y la calidad del ADN recuperable.
El ADN del individuo masculino de Pompeya ha sido comparado con el de otros 1.030 sujetos antiguos y 471 modernos de la zona de Eurasia occidental. Los resultados muestran que es genéticamente cercano a comunidades mediterráneas, sobre todo de Italia central y la isla de Cerdeña. En concreto, los análisis del ADN mitocondrial y del cromosoma Y señalan que este linaje, probablemente originado en Anatolia y que llegó a la Península Itálica durante el Neolítico, solo está presente en la actualidad entre los sardos.
"A pesar de la elevada variabilidad genética del periodo imperial, el individuo A de Pompeya muestra un nivel más alto de deriva genética compartida con el grupo de la época imperial romana de Italia central", escriben en las conclusiones los investigadores, dirigidos por Gabriele Scorrano, de la Universidad de Roma Tor Vergata. "Este resultado sugiere con fuerza que el individuo analizado debía proceder de la Península Itálica. Si pertenece a la población local de Pompeya o si es parte del 5% de los migrantes internos que caracterizó a la población imperial de Italia es difícil de abordar, pero muy probablemente no forma parte de las grandes migraciones externas relacionadas con la práctica de la esclavitud".
El estudio de los huesos y el genoma del hombre de la Casa del Herrero ha revelado otra sorpresa: estaba enfermo de tuberculosis ya antes de morir por la erupción del Vesubio. Los especialistas han identificado lesiones en una de las vértebras y secuencias de ADN que habitualmente se relacionan con el grupo de bacterias al que pertenece la que causa esta enfermedad, la Mycobacterium tuberculosis. La mujer, por su parte, sufría osteoartritis. Quizá se quedaron a esperar la muerte porque la una huida era inverosímil debido a sus problemas de movilidad.
Los autores especulan que el éxito a la hora de recuperar el ADN antiguo de los restos del individuo masculino se deba a que los materiales piroclásticos liberados durante la erupción brindaron protección contra los factores ambientales que degradan el ácido nucleico, como el oxígeno atmosférico. Es decir, generaron un efecto de sellado. Los hallazgos, concluyen, demuestran la posibilidad de recuperar ADN antiguo de los restos humanos de Pompeya y ofrecen una mayor comprensión de la historia genética y la vida de esta población que terminó violentamente.