El yacimiento del Cabezo del Molino es una mina arqueológica que cada campaña de investigación arroja nuevas sorpresas. Localizado en una colina adelantada de la ladera nororiental de la Sierra de la Bernada, junto a uno de los meandros del río Segura, a su paso por la localidad alicantina de Rojales, cuenta con varios hornos íberos que evidencian la existencia de un complejo industrial datado entre los siglos IV y III a.C., así como vestigios constructivos tardorromanos de los siglos IV-V d.C.
Las últimas excavaciones han proporcionado un hallazgo todavía más relevante: la mayor necrópolis de época bizantina de la Península Ibérica documentada hasta el momento. Así lo ha confirmado María Teresa Ximénez de Embún, arqueóloga del Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) y directora de los trabajos de investigación en un sitio "sorprendente y único". "Es, además, el [cementerio] mejor conservado de esta etapa histórica, que data de los siglos VI y VII", ha añadido en un comunicado difundido por el Ayuntamiento de Rojales.
Las prospecciones con georradar han arrojado el descubrimiento aproximado de unas 300 fosas de enterramiento perforadas en el cerro de una duna fósil. "Hasta el momento han sido excavadas 30 tumbas, que albergaban 50 individuos de diferentes edades y sexos", ha desvelado la especialista. Los enterramientos que fueron perforados en la roca y cubiertos con lascas de piedra podían contener hasta varios individuos en su interior. Algunas de las tapas fueron talladas con el símbolo XP, en alfabeto griego, conocido como crismón o anagrama de Cristo. Todas estas evidencias están ofreciendo "importante información" sobre los ritos de inhumación del periodo.
Ximénez de Embún ha detallado que en el Cabezo del Molino, que pudo haber sido en la Antigüedad un puerto fluvial, a los fallecidos se les colocaba con la cabeza hacia el oeste y los pies al este, "es decir, al sol poniente y al sol naciente, un rito cristiano de primera época". En esta época, siglos VI-VII d.C., cuando Bizancio, y en concreto Justiniano I, asentó por las armas una provincia en el sureste de la Península Ibérica, se abandonó la incineración en los enterramientos cristianos y se optó por sepultar los cuerpos directamente.
La arqueóloga ha añadido que "la aparición de varios cuerpos en algunas fosas, con adultos y menores, indica que muchos de los antiguos habitantes del Cabezo del Molino morían a la vez, lo que nos lleva a pensar que se produjeron epidemias muy contagiosas y que las sepulturas múltiples contenían cuerpos de familiares".
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Los análisis genéticos de los restos humanos que se van a realizar en el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana de Jena (Alemania) permitirán determinar los orígenes de esta comunidad, sus conexiones familiares y su causa de muerte, quizá relacionada con los mortíferos efectos de la llamada plaga de Justiniano, que brotó en Egipto en 541 y se propagó por todo el territorio romano a través de las rutas comerciales.
La campaña arqueológica, la quinta que desarrollan los investigadores del MARQ en el yacimiento gracias al patrocinio de la Diputación de Alicante y la colaboración el Ayuntamiento de Rojales, el propio museo arqueológico de la localidad, la Universidad de León y el Instituto Max Planck, también ha sacado a la luz ajuares, broches y numeroso material cerámico.
La investigadora principal ha confirmado que se realizarán nuevas excavaciones en el sitio durante los próximos tres años y se ampliará el proyecto según los resultados. Uno de los objetivos principales a partir de ahora consiste en encontrar, si es que aún existe, el poblado con sus viviendas y otras construcciones de carácter religioso. Por su parte, Inmaculada Chazarra, la concejala de Cultura y Patrimonio Histórico Nacional, ha prometido que el yacimiento será conservado y musealizado para su visita.