El significado de las misteriosas figuras de los verracos, unas esculturas de granito que representan toros, cerdos o jabalíes y fueron características del pueblo prerromano de los vetones, ha suscitado numerosas interpretaciones entre los investigadores. Los estudios más recientes han trazado un panorama complejo, con varias funciones. Las manifestaciones en piedra más antiguas debieron cumplir una misión delimitadora de zonas de pastos, vías de circulación del ganado y rutas de paso. Más tarde, relacionadas con su presencia en las ciudades fortificadas u oppida, adquirieron un carácter protector del territorio. En una última fase se habrían esculpido con connotaciones funerarias.
Menos debate ha habido a la hora de identificar a todos estos suidos como machos. La mayor parte de la historiografía ha asociado los verracos al sexo masculino. En algunos casos es evidente por los órganos sexuales primarios. En los que no, se ha optado por la categoría de asexuados. El hallazgo de un nuevo verraco en el embalse de Valdecañas, en Cáceres, y su estudio en profundidad en el laboratorio han arrojado nuevos datos sobre este fenómeno escultórico que cuestionan estos planteamientos.
En el término municipal de El Gordo, en un paraje próximo al linde con Peraleda de la Mata, la sequía dejó al descubierto en el verano de 2021 al segundo verraco geminado que se ha documentado en la Península Ibérica —el otro se encuentra en la llamada finca de El Bercial de San Rafael, en Alcolea de Tajo (Toledo)—. Se trata de una figura zoomorfa doble perteneciente a la familia de los suidos labrada en un único bloque de piedra —granito de feldespato alcalaíno, similar al que aflora en el entorno cercano—, con unas dimensiones máximas de 122 centímetros de largo, 65 de ancho y 67 de altura. Los animales representados carecen de cabeza, siendo el ejemplar izquierdo el más grande y el que presenta mayor desarrollo muscular.
Un estudio realizado por investigadores del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), que ha consistido en el examen morfológico de la pieza, el análisis litológico del granito, el estudio del paisaje donde se encontró y la revisión bibliográfica de la escultura zoomorfa vetona, asegura que podría tratarse de una pareja de jabalíes macho y hembra. Los resultados se han publicado en la revista Zephyrus, de la Universidad de Salamanca.
"Aunque el estado de mutilación en el que se encuentra la escultura cacereña impide observar cualquier representación de testículos/vulva ni de colmillos, sí se percibe una llamativa asimetría en el conjunto; en animal izquierdo es un 11% más grande y en 4 cm más alto que el derecho, tiene mayor desarrollo de la musculatura anterior y destaca por el abultado relieve de la crin erizada sobre el dorso. Su compañero es de menor tamaño, dibuja un dorso con modelado mucho más suave y con menor ponderación de la crin", escriben los autores del artículo, encabezados por el arqueólogo Juan José Gordón Baeza.
En base a estos elementos, aseguran los investigadores que el verraco geminado de El Gordo "reúne evidencias biométricas y fenotipos compatibles con la representación de dos especímenes de jabalí de diferente sexo —un macho y una hembra—". "Nos encontraríamos, de este modo, ante la primera escultura de este tipo documentada en la plástica vetona sobre piedra", añaden. Y aunque el fenómeno es hasta ahora inédito en este pueblo, sí se ha identificado en otras culturas prerromanas, especialmente en contextos de santuarios íberos, como el conjunto de exvotos zoomorfos recuperado en el complejo de El Cigarralejo, en Mula (Murcia).
¿Cuál fue su significado?
El pueblo prerromano de los vetones se extendió a lo largo de un amplio territorio entre los ríos Duero y Tajo y con una economía especializada en la explotación agropecuaria, sobre todo en el ganado vacuno y porcino. Sus verracos se interpretan como una expresión propia de esta comunidad desde principios del siglo IV a.C. con perduraciones hasta época romana. Labrados mayoritariamente en granito, representan animales cuadrúpedos, normalmente toros y cerdos, y en posición estática —aunque hay algunos ejemplos de actitud de ataque— y con las extremidades apoyadas sobre un pedestal.
Los verracos dobles de El Gordo y Alcolea de Tajo, separados por unos 30 kilómetros, se encuentran en una depresión a los pies de la sierra de Gredos, controlando una rica cuenca fluvial. En la zona inundable del embalse de Valdecañas también se han documentado durante las últimas prospecciones dos ejemplares más de estas esculturas. Los investigadores no descartan que en las proximidades del pantano existiese un asentamiento vetón a tenor del material arqueológico recuperado en la orilla.
Lo que parece más claro es que ambos verracos geminados jalonan una vía de comunicación que conecta los espacios situados a ambos márgenes del Tajo y permite el movimiento de poblaciones hacia el sur. Se encuentran, respectivamente, a una altitud de 302 y 390 metros, dominando una visual del entorno de varios kilómetros. Según los investigadores, existe por lo tanto una conexión entre las esculturas, el paisaje y los antiguos caminos.
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"En nuestro caso particular, en un área deprimida se seleccionaron las escasas elevaciones naturales para instalar la silueta de dos verracos dobles sobre el terreno, fácilmente reconocibles y visibles desde la distancia, que podrían advertir de la existencia de lugares estratégicos de paso para ganado y señalizar, a modo de hitos erigidos en el paisaje, los mejores tramos para cruzar el río Tajo a través de dos de sus principales vados, controlando y protegiendo simbólicamente estos recursos naturales para garantizar, en última instancia, el éxito de la economía del grupo", detallan los arqueólogos.
"La instalación de una pareja de suidos representando un macho y una hembra, ocupando espacios estratégicamente elevados dentro de una llanura y con gran control visual del entrono pudo indicar, con carácter apotropaico y a modo de hitos en el paisaje, la existencia de vados transitables dentro de un espacio limitado por barreras naturales", concluyen. "Además, el interés por afianzar los derechos de uso y control de estos espacios se pudo reforzar mediante la celebración de actividades de carácter público y social, donde la instalación de verracos en piedra —perdurables e imperecederos— reforzaría el simbolismo".