Dos dientes de un individuo masculino de hace 23.000 años hallados en la cueva del Malalmuerzo (Moclín, Granada) acaban de propinar una sacudida a la historia genética de los antiguos europeos. Su análisis en el laboratorio ha permitido obtener el genoma más antiguo de un habitante de Iberia durante el Paleolítico Superior. Estos resultados no solo han confirmado que la Península Ibérica fue un refugio para las poblaciones prehistóricas durante el Último Máximo Glacial, el periodo más extremo, desarrollado entre hace 26.500 y 19.000 años, de la Edad del Hielo. También han desvelado una conexión y continuidad genéticas entre los grupos anteriores y posteriores a este evento climático que no se registra en otros lugares.
La investigación, liderada por Vanessa Villalba-Mouco, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) y que se ha publicado este miércoles en la revista científica Nature Ecology & Evolution, ha logrado dibujar la ancestralidad de este hombre enmarcado en la cultura solutrense, una tecnología paleolítica que emergió en el sur de Francia y en Iberia entre hace 24.000 y 19.000 años. Una de las principales conclusiones es que este linaje contribuyó a los individuos del Magdaleniense, lo que muestra una continuidad genética en Europa occidental a pesar de los efectos dramáticos del Último Máximo Glacial.
"Este individuo nos ha ayudado a comprender el papel de la Península Ibérica como refugio para las poblaciones paleolíticas en un momento en el que otras zonas del continente europeo se quedaron sin habitantes", explica a este periódico Villalba-Mouco. "El individuo de Malalmuerzo es el link genético entre las primeras poblaciones de humanos modernos que se desplazaron muy temprano al oeste del continente. Allí sobrevivieron pese a la glaciación. Por ello, Malalmuerzo también es el link genético con las poblaciones que se expandieron y repoblaron Europa una vez finalizó el periodo Glacial".
Este estudio en realidad es solo una parte de una investigación mucho más amplia, publicada también este miércoles en Nature, que analiza los genomas de 356 antiguos cazadores-recolectores, incluyendo información genética nueva de 116 individuos hallados en 14 países de Europa y Asia Central y pertenecientes a distintas culturas arqueológicas que vivieron entre hace 35.000 y 5.000 años, desde el Paleolítico Superior hasta el Neolítico. Los resultados, según el equipo internacional compuesto por más de un centenar de investigadores, "reescriben la historia genética de nuestros antepasados".
La mayor sorpresa ha sido descubrir que las poblaciones de diferentes regiones asociadas con el Gravetiense, que se extendió por Europa entre hace 32.000 y 24.000 años, no estaban relacionadas. Los análisis de ADN seis individuos documentados en las cuevas de Goyet, en Bélgica, entre otros, han diferenciado dos grupos principales que usaban una misma tecnología, compartían cultura arqueológica y producían arte similar, pero que tenían una ancestralidad diferente. Hasta ahora los arqueólogos conocían estas culturas paleolíticas gracias a los artefactos desenterrados, pero la escasez de restos humanos no había permitido identificar movimientos de personas y migraciones.
[Lalueza-Fox, experto mundial en ADN antiguo: "Descendemos de quienes practicaron la desigualdad"]
Los análisis han mostrado que en las poblaciones occidentales del Gravetiense hubo una continuidad durante al menos 20.000 años: sus descendientes, relacionados con las culturas solutrense y magdaleniense, permanecieron en esa zona del continente durante el periodo de más frío y luego se expandieron hacia el noreste. "Estos resultados nos permiten por primera vez apoyar la hipótesis de que durante el Último Máximo Glacial los humanos establecieron refugios en el suroeste de Europa, una región climáticamente más favorable", destaca Cosimo Posth, investigador de la Universidad de Tubinga y del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva. Son los supervivientes de la Edad del Hielo.
Expansión y mezcla
Eso es precisamente lo que confirma el individuo de la cueva del Malalmuerzo. "Es el genoma humano moderno más antiguo del sur peninsular, donde las condiciones climáticas son más desfavorables para recuperar material genético", precisa la investigadora española —su trabajo presenta datos genéticos de otros 15 sujetos—. "Tenemos ADN neandertal y ADN del los homínidos de la Sima de los Huesos (Atapuerca), pero siempre de regiones al norte y procedentes de cuevas donde las condiciones climáticas son más estables".
Villalba-Mouco explica que el estudio de Nature aporta más datos que refuerzan el papel de Iberia como refugio climático y que desvelan que Italia, pese a lo que se pensaba, no lo fue. "Allí sí que se ve un remplazo poblacional entre lo que había antes y después de la Edad de Hielo", resume. La ascendencia genética de las poblaciones del Gravetiense que vivían en el centro y el sur de Europa desaparece tras el Último Máximo Glacial. "Hemos descubierto que los individuos asociados a una cultura posterior, el Epigravetiense, son genéticamente distintos de los habitantes previos de la zona", detalla He Yu, otro de los coautores de la investigación. "Probablemente esta gente vino de los Balcanes, llegó primero al norte de Italia y se expandió hacia el sur hasta Sicilia".
Los genomas analizados también muestran que los descendientes de estos habitantes epigravetienses de la Península Itálica se expandieron por el resto de Europa hace unos 14.000 años, reemplazando a las poblaciones de la cultura magdaleniense. "En ese momento, el clima se calentó de forma rápida y considerable y los bosques crecieron por todo el continente. Esto pudo empujar a los sureños a ampliar su hábitat", valora Johannes Krause, también del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva.
Además, los hallazgos muestran que no hubo intercambio genético entre las poblaciones contemporáneas de cazadores-recolectores en Europa occidental y oriental durante más de 6.000 años. Estas interacciones solo se vuelven a detectar hace unos 8.000 años, cuando la agricultura y el sedentarismo empezaron a expandirse desde Anatolia. "En ese momento, los cazadores-recolectores con distintas ascendencias y apariencias comenzaron a mezclarse entre sí. Eran diferentes en muchos aspectos, incluido el color de la piel y los ojos", señala He Yu.
En la Península Ibérica, cierra Vanessa Villalba-Mouco, el linaje representado por el individuo de Malalmuerzo siguió siendo el predominante hasta la llegada del Neolítico (hace 7.000 años) y la aparición de individuos procedentes Oriente Próximo con una nueva ancestralidad. "Ambos estudios concluyen que el éxito de las poblaciones dependía directamente de las condiciones climáticas del momento y la capacidad en la que los humanos se adaptaron al medio", concluye la investigadora.