En Charterhouse Warren, un condado británico al oeste de Londres, los arqueólogos documentaron en la década de 1970 un singular enterramiento común con los restos desarticulados de al menos 40 hombres, mujeres y niños. Es una fosa totalmente diferente en tipología funeraria a lo que fue habitual en ese momento, hace unos 4.000 años, entre finales de la cultura del vaso campaniforme y principios de la Edad del Bronce. Los análisis de los huesos mostraron multitud de traumas que podrían haber sido mortales. El depósito, según los investigadores, sería el resultado de un solo evento, un episodio de extrema violencia contra esta comunidad.
Pero el estudio en el laboratorio de estos cadáveres ha desvelado una nueva sorpresa: en los dientes de dos niños entre 10 y 12 años se ha identificado la bacteria Yersinia pestis, el agente que provoca la peste. Junto a otra mujer de entre 35 y 45 años hallada en un monumento circular de piedras localizado en Levens, Cumbria, mucho más al norte, y también presentada por primera vez en un estudio publicado en Nature Communications este martes, se trata de la evidencia más antigua de este bacilo en las Islas británicas.
Hasta ahora, los científicos habían identificado linajes extintos de Y. pestis en varios individuos de Eurasia fechados entre hace 5.000 y 2.500 años. De hecho, en 2021 un equipo de científicos alemanes y de otros centros europeos descubrió la variante más antigua de esta bacteria en los restos óseos de un cazador-recolector enterrado hace 5.000 años en la actual Letonia, en el yacimiento de Rinnukalns, situado en las inmediaciones de un río que desemboca en el mar Báltico.
Diversos estudios habían sugerido previamente que una de estas ramas de la Y. pestis, denominada linaje del Neolítico tardío y la Edad del Bronce (LNBA, por sus siglas en inglés), se extendió por Europa central y occidental hace unos 4.800 años debido a las migraciones de grupos humanos que se expandieron desde la estepa euroasiática. Sin embargo, no estaba claro cuándo había desembarcado el patógeno en Gran Bretaña. Investigadores británicos del Instituto Francis Crick y la Universidad de Oxford han revelado ahora gracias a este estudio que fue en ese mismo momento. La amplísima distribución geográfica de esta primera cepa de la peste sugiere que pudo haberse transmitido fácilmente.
La investigación consistió en tomar pequeñas muestras de los esqueletos de 34 individuos hallados en los dos yacimientos —Charterhouse Warren y Levens— para ver si se detectaban evidencias de Yersinia pestis en los dientes. Luego se realizaron análisis genéticos que identificaron tres casos de la bacteria en los dos niños y la mujer. Las dataciones de radiocarbono mostraron que es probable que estas tres personas vivieran aproximadamente en la misma época, hace unos 4.000 años.
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La secuenciación del genoma, según explican los científicos, les permitió observar que esta cepa de Y. pestis se parece mucho a la identificada al mismo tiempo —Neolítico tardío/Edad del Bronce— en Eurasia. Todos los individuos analizados carecían de los genes yapC e ymt, que se observan en cepas posteriores de la peste. El segundo de ellos, especialmente virulento, desempeñó un papel importante en la transmisión de la peste a través de las pulgas —como la peste negra, que en el siglo XIV mató a 50 millones de personas, el 60% de la población— y su origen se ha fechado en Asia Central hace unos 2.800 años.
Debido a que el ADN patógeno (ADN de bacterias, protozoos o virus que causan enfermedades) se degrada muy rápidamente en muestras que pueden estar incompletas o erosionadas, también es posible que otros de los individuos hallados en Charterhouse Warren estuviesen contagiados con por el mismo brote de peste. De hecho, los investigadores se preguntan si podría haber alguna relación directa entre la muerte violenta de los sujetos enterrados en la fosa común y la enfermedad infecciosa. Su hipótesis es que el enterramiento no es el resultado de una epidemia de peste en el grupo aunque los integrantes podían estar contagiados en el momento de su muerte.
"La posibilidad de detectar patógenos antiguos a partir de muestras degradadas de hace miles de años es increíble", valora Pooja Swali, autora principal de la investigación. "Estos genomas pueden informarnos sobre la propagación y los cambios evolutivos de los patógenos en el pasado y, con suerte, ayudarnos a comprender qué genes son importantes en la propagación de enfermedades infecciosas. Observamos que este linaje de Yersinia pestis pierde genes con el tiempo, un patrón similar al de otras epidemias posteriores causadas por el mismo patógeno".
"Esta investigación es una nueva pieza del rompecabezas en nuestra compresión sobre el antiguo registro genómico de patógenos y humanos y cómo coevolucionarion", explica Pontus Skoglund, uno de los autores principales del estudio. "Entendemos el enorme impacto en las sociedades y la salud de muchos brotes históricos de peste, como la peste negra, pero el ADN antiguo puede documentar enfermedades infecciosas mucho más anteriores. Los trabajos futuros contribuirán a comprender cómo nuestros genomas respondieron a tales enfermedades en el pasado".