El yacimiento de La Almoloya, en el municipio murciano de Pliego, fue uno de los núcleos más importantes de El Argar, una misteriosa civilización guerrera con una organización jerárquica y construcciones monumentales que floreció en el sureste de la Península Ibérica durante la Edad del Bronce, aproximadamente entre 2200 y 1550 a.C. Las excavaciones en el sitio, una fortaleza natural ubicada en lo alto de un cerro amesetado, han documentado una estructura palaciega interpretada como una sala de audiencias o numerosas tumbas de la élite con ajuares funerarios que incluyen armas y objetos de lujo, como una diadema de plata que probablemente perteneció a una princesa.
El lunes pasado, el equipo de investigadores del Departamento de Prehistoria y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona que lleva más de una década indagando en los secretos de La Almoloya y de otro imponente núcleo argárico como La Bastida (Totana), inauguró una nueva campaña arqueológica. "Venimos de allí, y bueno, hemos descubierto medio kilo de guisantes", suelta Vicente Llull, catedrático de Prehistoria, provocando un estallido de carcajadas entre sus compañeros. "Parecerá una banalidad, pero no lo es", corta la profesora Cristina Rihuete. Tienen más de 4.000 años.
"No por el hallazgo, sino por lo que implica: polinizar, leguminosas, que la tierra tenía que estar muy fertilizada y había nitrógeno en ella... Es decir, no hay un monopolio cerealista. Es muy importante conocer el estadio en el cual está la sociedad en forma de autosubsistencia", explica Llull sobre la importancia científica del puñado de guisantes. "Y además porque corresponden al principio formativo de El Argar", añade Rafael Micó Pérez, también catedrático de Prehistoria de UAB.
La anécdota de las semillas ilustra la meticulosidad y el grado de precisión de todos los estudios que integran el Proyecto Almoloya-Bastida: poder, género y parentesco en una civilización olvidada de la Edad del Bronce, que este jueves ha sido reconocido con el Premio Nacional de Arqueología y Paleontología, otorgado por la Fundación Palarq, una entidad sin ánimo de lucro, y dotado con 80.000 euros. "Mucha gente piensa que la arqueología son unas excavaciones durante unas semanas y después alguien saca un libro u organiza una exposición. La arqueología es una disciplina que involucra muchos análisis, pero está infrafinanciada en el Estado español, y este galardón nos da la oportunidad de contar con unos recursos que realmente nos hacen falta", valora Micó.
El Argar está considerada como la primera sociedad urbana de tipo estatal que existió en el Mediterráneo occidental. Esta cultura se extendió a lo largo de un territorio de 35.000 kilómetros cuadrados que abarca partes de las actuales provincias de Murcia, Almería, Alicante, Granada, Jaén y Ciudad Real y revolucionó todo lo que había hasta ese momento en la Península Ibérica, desde el urbanismo militar y civil —La Bastida cuenta con un sistema de fortificación monumental y una balsa con capacidad para más de 300.000 litros de agua, un unicum en Europa, o un acueducto subterráneo de más de 70 metros que hablan de una intrincada ingeniería hidráulica— hasta su organización social con agudas desigualdades.
Pero El Argar es un lienzo de enigmas, un gran rompecabezas de difícil resolución. En 2021, el equipo, integrado además por Eva Celdrán Beltrán, Camila Oliart Caravatti y Miguel F. G. Valério, publicó un estudio donde se señalaba que las mujeres argáricas pudieron haber desempeñado un papel relevante en las labores de gobierno, sobre todo en la etapa final. "Tenemos emblemas políticos asociados inequívocamente a las mujeres, pero no podemos decir que fuese ni un patriarcado ni un matriarcado, fue una sociedad en transición. Esa complejidad social es en la que estamos trabajando ahora para intentar divulgarla mejor", señala Cristina Rihuete.
Tanto en La Almoloya como en La Bastida se han documentado enterramientos dobles de féminas gestantes, e incluso los estudios genéticos —se han obtenido muestras de 68 individuos hallados en un contexto extraordinario— centrados en averiguar las relaciones de parentesco han desvelado una gran sorpresa: "Tenemos una criatura que es un triple cromosoma X, lo ha certificado el ADN, y habría que decir que es una hije", añade la investigadora.
Inicio y colapso
Los extremos en la historia de la cultura argárica son realmente difusos. La principal hipótesis que manejan los investigadores para explicar su rápido colapso consiste en un conflicto interno —muchos poblados fueron incendiados— agravado por una crisis ambiental resultado de la deforestación. "A mí lo que más me interesa es averiguar cómo es posible que una sociedad que parece comunitaria en la primera fase termina en la cristalización de un poder duro con la implantación de una ciudad", comenta Vicente Llull.
Los guisantes de La Almoloya —en realidad los niveles de la estratigrafía en los que fueron descubiertos—, un yacimiento de planta nueva ocupado durante más de seis siglos, seguramente arrojen importantes datos sobre quiénes fueron los individuos que conformaron el embrión de El Argar. "Lo único que podemos decir es los momentos originarios de La Almoloya y de La Bastida no van muy bien. Entonces es interesantísimo ver cómo unas gentes con unas maneras diferentes de pensar y de hacer van a llevar conjuntamente a la creación de un nivel social argárico y un estado final tremendo", avanza el prehistoriador.
Cristina Rihuete lanza más interrogantes: "¿De dónde vienen? ¿Cómo vienen con algo tan novedoso? ¿Dónde lo han fabricado? Y en el caso de La Bastida, desde el primer día montan esa muralla enorme. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Contra quién?". Además de desarrollar una agricultura eminentemente de secano, estableciendo por primera vez una vinculación entre el cultivo de la tierra y la ganadería con el uso de abono animal, los argáricos también impulsaron la metalurgia y la orfebrería como industrias centralizadas y controladas por la élite para fabricar armas (la alabarda y el puñal, sobre todo), herramientas y joyas.
Todo el trabajo del equipo del Proyecto Almoloya-Bastida ha sacado a la luz un universo fascinante, una sociedad violenta, conquistadora y desigual que había empezado a mostrar sus vestigios a finales del siglo XIX, pero que desde entonces permaneció casi olvidada y seduciendo a los expoliadores. Quedan muchas preguntas a las que dar respuesta. Llull y su equipo van con paso firme y debates internos, publicando papers de impacto internacional, aunque sin prisa: han preferido dedicar campañas enteras a conservar las estructuras ya documentadas que a excavar nuevos espacios. Porque como dice Rafael Micó, "la arqueología también es memoria, más histórica, más profunda". Estos yacimientos hablan de nuestros orígenes, no dejemos que se arruinen.
El premio
El Premio Nacional de Arqueología y Paleontología Fundación Palarq, dotado de 80.000 euros y con carácter bienal, se constituyó en 2018, siendo el primer premio
que se concede desde la iniciativa privada y a través de la fundación a estas disciplinas. Su objetivo es el reconocimiento de la excelencia y originalidad de proyectos arqueológicos y paleontológicos dirigidos por equipos de investigación españoles, y desarrollados tanto a nivel nacional como internacional, sin
restricciones de culturas o períodos históricos.
La primera edición reconoció al proyecto Construyendo Tarteso, sobre las investigaciones en el yacimiento tartésico de Casas del Turuñuelo (Guareña, Badajoz); y la segunda a las exploraciones en el campamento paleolítico de La Garma, una cueva única en el mundo que conserva uno de los mejores conjuntos de arte rupestre del planeta.