Armados con taladros y grandes martillos, un grupo de seguidores del Estado Islámico irrumpió en 2015 en el Museo de Mosul (Irak) y desató toda su furia iconoclasta contra el patrimonio histórico allí conservado, un "ataque terrorista", según denunció la UNESCO, para borrar la historia y la cultura de la región. Los fundamentalistas se cebaron especialmente con los monumentos de la civilización asiria: destruyeron o dañaron un león colosal de Nimrud, dos lamassu o toros alados que hace más de 2.500 años protegían las puertas de Nínive, la ciudad más grande del Imperio neoasirio (siglos IX-VII a.C.), la singular estela del banquete, tablillas cuneiformes o la base del trono del rey Asurnasirpal II. También prendieron fuego a casi 30.000 libros y manuscritos antiguos.
Ocho años después de los crímenes patrimoniales del ISIS, el Museo de Mosul sigue renaciendo gracias a un consorcio internacional liderado por la Junta Estatal de Antigüedades y Patrimonio de Irak y en el que colaboran el Museo del Louvre, el Instituto Smithsoniano o la World Monuments Fund con el apoyo económico de la Alianza internacional para la protección del patrimonio en zonas de conflicto. Este jueves se ha anunciado el inicio de una nueva fase de rehabilitación del edificio y las piezas destruidas tras el devastador ataque.
"Este proyecto devolverá al Museo de Mosul al lugar que le corresponde en el corazón de la ciudad y lo convertirá en un epicentro cultural para la región", ha anunciado el director del centro, Zaid Ghazi Saadallah. El equipo de expertos lleva desde 2018 estabilizando el edificio, restaurando sus colecciones y equipando a los trabajadores locales con las herramientas necesarias para realizar todas estas labores. Está previsto que el museo reabra sus puertas en 2026. De momento se ha inaugurado una exposición en un espacio aledaño sobre sus orígenes e historia.
El Museo de Mosul, diseñado por el arquitecto modernista Mohamed Makiya, fue fundado en 1952 para contar la historia del norte de Irak a través de diversas galerías dedicadas a la prehistoria, Asiria, Hatra y el posterior desarrollo del islam. Precisamente las salas dedicadas a la civilización asiria fueron las más dañadas por los yihadistas del ISIS. En esa zona explotó una bomba que provocó un gran agujero en el suelo. La memoria de este ataque será físicamente visible tras la rehabilitación del edificio.
Las fuerzas de seguridad iraquíes recuperaron el control del museo en 2017. Cuando los conservadores entraron de nuevo en las galerías se encontraron un escenario devastador: "Nos quedamos impactados por las imágenes", ha explicado Arian Thomas, directora del departamento de antigüedades de Oriente Próximo del Louvre, institución que está ayudando en la restauración de tres grandes esculturas de piedra, entre ellas el león de Nirmud, para que puedan volver a ser expuestas. "El trabajo se ha desarrollado en medio de un rompecabezas de restos de época asiria que habían sido bombardeados, incendiados y destruidos de forma intencionada".
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Pero la acción iconoclasta perpetrada por el ISIS podía haber sido mucho peor. Muchas de las esculturas destruidas eran de yeso, réplicas de las originales que en 2003, antes del estallido de la guerra de Irak, se habían enviado a Bagdad. Estas piezas serán devueltas ahora a Mosul, que también contará con artefactos hallados en las excavaciones arqueológicas más recientes. Los yihadistas también se llevaron docenas de objetos asirios, acadios, babilónicos, persas y romanos para venderlos en el mercado negro y obtener importantes ingresos para financiar la defensa de su autoproclamado califato.
"Este proyecto de rehabilitación del Museo Cultural de Mosul es la iniciativa más ambiciosa de nuestra fundación a nivel mundial", ha destacado Valéry Freland, director ejecutivo de la Alianza internacional para la protección del patrimonio en zonas de conflicto. "Simboliza la vida superando la pérdida de esperanza, muestra a profesionales de todo el mundo expresando su solidaridad con sus colegas iraquíes y ejemplifica cómo la paz y el desarrollo sostenible prevalecen sobre los actos de violencia e inhumanidad".
Mosul se asienta sobre la antigua Nínive, capital del Imperio neoasirio, convertida en el siglo VII a.C. en una auténtica metrópolis por tamaño y esplendor que asombró al mundo antiguo. Sus palacios y templos estaban adornados con esculturas colosales y disponía de un intrincado sistema de canales y acueductos que regaban jardines y los parques de caza del rey. Las puertas de la gran residencia del monarca Senaquerib estaban flanqueadas por los colosales toros alados con cabeza humana que servían de protección contra las fuerzas sobrenaturales. Sobrevivieron miles de años hasta que la iconoclastia del ISIS los redujo a pedazos. Ahora los conservadores tratan de devolverles su esplendor.