Letras

Jusep Torres Campalans

Max Aub

26 diciembre, 1999 01:00

Destino. 355 págs., 3.900 ptas. VIDA Y OBRA DE LUIS áLVAREZ PETREÑA.Prólogo de Rafael Chirbes. Viamonte. 299 págs., 2.600 ptas.

Juego inteligente y sugestivo el de estas biografías, novelas, "o lo que sean", por decirlo a la manera de su autor. Pero en modo alguno entretenimiento gratuito porque en ellas está la crónica crítica y escéptica de nuestra época

C on toda justicia, Max Aub cobra día a día una importancia mayor y va logrando un reconocimiento que hubiera colmado a quien se tenía, con dolido sarcasmo, por "escritor sin lectores". El gran valor de su muy dispersa obra se apreciará cuando esté en marcha la publicación de sus Obras Completas, anunciada para el año próximo y que constituirá uno de los acontecimientos del nuevo curso editorial. Mientras, no faltan pruebas del interés que despierta aquel autor "francés medio alemán", según la calificación despectiva de los detractores de quien fue un español apasionado.

Tal interés lo demuestra la coincidencia en unas mismas fechas de sendas reediciones de dos singulares libros de Aub, Vida y obra de Luis álvarez Petreña y Jusep Torres Campalans. Ambas obras perfilan -junto a un Buñuel cuyo rescate hubiera redondeado este azar editorial- una de las líneas maestras de la inventiva aubiana, bastante distinta, al menos en apariencia, a la más conocida suya, la cronística. Fue Aub narrador versátil y torrencial, y estas cualidades -que no por necesidad virtudes- generan confusión en un lector inadvertido.

El ciclo narrativo aubiano de Los Campos en torno a la guerra civil lo ha marcado como un narrador testimonial. Ello va en detrimento de otra vertiente suya menos conocida y muy distinta en la que caben el desenfado y la experimentación. En ella llegó incluso a la originalidad lúdica de una novela epistolar, Juego de cartas, presentada en un estuche de naipes. En esta tendencia entran los dos títulos ahora reeditados que comparten otra nota capital: bajo su aspecto vanguardista late de nuevo una voluntad de crónica palpitante de un tiempo, el nuestro, nuestra problemática y confusa centuria.

Tanto Vida y obra de Luis álvarez Petreña como Torres Campalans son, a primera vista, relatos culturalistas. Aquél cuenta la vida de un escritor, narrador y poeta. éste refiere la existencia de un pintor cubista, amigo juvenil de Picasso. Ambos están concebidos como biografías. La del escritor incluye relatos y poemas. La del pintor se ilustra con abundante obra plástica.

Uno y otro, en fin, practican el juego ilusorio de poner a prueba las fronteras entre verdad y mentira, realidad y ficción, si bien lo hacen con procedimientos distintos.

Vida y obra de Luis álvarez Petreña es una novela fuertemente cervantina construida a base de un magistral empleo del perspectivismo. La biografía se va trazando a partir de las noticias aportadas por diferentes personajes, algunos de existencia histórica real, y del trato del propio autor con su criatura. Max Aub lleva este también unamuniano juego de espejos a su último extremo y, en las páginas finales, él mismo advierte lo extraordinario del caso, haberse encontrado con un personaje suyo.

Estamos ante una situación semejante, pero invertida, a la de don Quijote y Sancho cuando declaran conocer al autor de su historia, Cide Hamete Benengeli. Por otra parte, la novela de Max Aub en su estado último supone la suma de las sucesivas ampliaciones de sus tres salidas en 1934, 1965 y 1971, con lo cual el personaje se modifica en un proceso paralelo a la trayectoria de su creador.

Torres Campalans responde a un estímulo semejante al de su congénere literato, pero su forma varía. Aunque se mantiene el perspectivismo -voces que opinan o dan sospechosa fe del pintor-, de pronto encontramos un estudio de corte académico, con notas, bibliografía y un catálogo razonado de sus cuadros. Incluso, a la salida de la traducción americana, se montó una exposición con las pinturas del catalán que hizo picar a algún crítico. Esas pinturas -olividadas en una de las ediciones anteriores y reproducidas en la presente-, ni buenas ni malas, pero carentes a todas luces de oficio, avalan esta enorme mistificación.

Juego, por tanto, inteligente y sugestivo, el de estas biografías, novelas, "o lo que sean", por decirlo a la manera de su autor. Pero en modo alguno entretenimiento gratuito porque en ellas, como en todo Aub, está la crónica crítica y escéptica de nuestra época. Y no en su dimensión estética -aunque también en ella-, sino en la humana y social. Lo curioso es notar cómo esta escritura de ayer tiene una plena modernidad que hace que Aub no haya envejecido, como les sucede a muchos autores de su tiempo.