Julio Cortázar junto a Cristina Peri Rossi. Foto: Glauco Capozzoli

Julio Cortázar junto a Cristina Peri Rossi. Foto: Glauco Capozzoli

Letras

'Julio Cortázar y Cris': amistad y amor platónico en el nuevo libro de Cristina Peri Rossi

La autora urugüaya realiza un recorrido por la amistad que la unió con el autor de Rayuela poco tiempo después de su exilio a Barcelona.

21 julio, 2024 01:05

Creo que la plural literatura de Cristina Peri Rossi es siempre personal, sin desdeñar lo íntimo, pero se niega a la memoria o la autobiografía. Por eso este librito –la parte fundamental, la primera, se escribió en el 2000– es muy su mundo y a la vez una excepción, porque asegura que le convencieron para que contara sus años de amistad con Julio Cortázar (1914-1984), amistad muy rioplatense y con años de diferencia, pues Cristina es de 1941.

Quizá nunca se hubiera acercado a Julio aun admirándolo –es mujer dura–, pero fue Cortázar quien la buscó. Al poco de llegar a España –1972– huyendo de la dictadura militar uruguaya, recibió una carta de Julio que le felicitaba por un libro suyo que acababa de leer, El mundo de mis primos, que para Cortázar se enredaba con la novela que él estaba comenzando, El libro de Manuel.

Julio Cortázar y Cris

Cristina Peri Rossi

Menoscuarto, 2024. 131 páginas. 15,90€

Sorprendida y halagada, Peri Rossi contesta y así se abre una amistad muy cordial, muy cómplice, que fragua viajes de ella a París –el primero para conocerse– y de él a Barcelona.

Enseguida sale la imagen de ese hombre muy alto, “piernaslargas”, que rodaba las erres y no por influencia francesa, aunque fue un autoexilado prematuro (y ahí coincidían). Era juguetón, informal, muy antiacadémico, amante del cine y del jazz y alguien que, educado en el machismo, se fue volviendo más y más filohomosexual, aunque hubiera apoyado la revolución cubana y terminara apoyando, con más fervor, la Nicaragua sandinista, antes del horror en que Nicaragua se ha convertido.

Sin embargo, la amistad con Cristina (obviamente la Cris del título) tiene mucho más de íntima, de literaria, de juguetona –el amor por el tango, el blues o los dinosaurios, antes de las películas– que de política. Los dos están contra aquellas dictaduras latinoamericanas, pero no hay más. Lo que fue una íntima y feliz amistad –se nos cuentan bastantes detalles– empezó por el fervor de un libro y de una foto de la joven Peri Rossi.

A Cortázar le gusta aquella Cristina, disconforme y de aire frágil -de aire solo- pero ese amor, que siempre estuvo latente, no podía ser

A Cortázar le gusta aquella Cristina, disconforme y de aire frágil –de aire solo– pero ese amor, que siempre estuvo latente, no podía ser, porque ella es lesbiana, y siempre ha defendido con orgullo su ser y sus amigas. Cortázar lo acepta y la amistad sigue o crece incluso.

En un momento Julio escribe unos poemas a Cristina (en el 2000 se publicaron), que ella admira y agradece, donde el amor es “sin espumas ni sábanas ni muslos”. Ella le dirá (suele ser cierto) que muchos buenos poemas de amor o intimidad surgen más de lo deseado y no obtenido que del puro logro. El deseo hace mejores poemas que el sexo. Y la amistad se estira y extiende, incluso durante el segundo y breve matrimonio de Cortázar con Carol Dunlop, a quien presenta a Cristina.

Tanto Carol (que le acompaña a Nicaragua) como poco después el propio Julio enferman y mueren –no se dijo entonces– de sida. Víctimas los dos de transfusiones de sangre contaminada, enorme y lógico escándalo en la Francia de aquellos años. A Cortázar lo ingresan por una hemorragia estomacal y le inyectan la sangre mortal. Cristina no fue al entierro de Julio porque a ninguno le gustaban los ritos fúnebres.

La primera parte del libro (la mejor, “El gran cronopio”) es antigua y feliz. En 2014 –la segunda parte– Cristina revisó el libro y añadió esencialmente artículos relacionados con el autor de Rayuela, muchos post mortem. Más circunstancial, claro, el conjunto es un librito grato, de buena lectura, que muestra literatura más allá del libro