Letras

¿Quién se ha meado...?

Antonio Álamo

13 febrero, 2000 01:00

Lengua de Trapo, 1999 129 páginas, 1.875 pesetas

Será la perspectiva desde la que aborda rescoldos de una realidad vivida, el tono ácido y directo de sus divagaciones, la lucidez y la distancia de un eficaz "yo" narrativo... El caso es que la ya nutrida producción de Antonio álamo (Córdoba, 1964) corrobora el buen pulso de un escritor interesante. Esa cualidad, que revierte en su creación dramática y narrativa, no le ha impedido dedicarse a "vivir del cuento" (son sus palabras) y estrenarse en el género novelístico con Breve historia de la inmortalidad (premio Lengua de Trapo, 1996). Narraba en ella las peripecias de un joven alojado en el disidente escenario de "okupas" en Londres. Era parte de un arsenal de vivencias a las que ahora regresa con los siete relatos reunidos bajo el título de uno de ellos, ¿Quién se ha meado en mi cama?. Pero en este caso, aunque el escenario es el mismo Londres, gana profundidad la realidad de esos personajes que si entonces sólo asomaban la cabeza ahora ocupan el primer plano narrativo.

Reunirles en estas "fábulas" -confiesa el autor en el Prólogo- obedece a un doble motivo. Por un lado consignarles como héroes de sus respectivos afanes de desarraigo. Por otro servirse de ellos como pretexto para barajar sentidos de la vida que van componiendo el credo de un narrador que no oculta su condición de observador de cuanto intenta registrar con la levedad de sus tramas. Porque leves son las excusas que pretextan "Crónica de una boda", "Trece días", "No me digan que no". Demasiado explícita es la materia de "Su cuerpo era un fuego", como ocurre con el que da título al volumen, aunque rebosan ingenio verbal y admirable lucidez expresiva. Y precioso y preciso es el último, "A cuarenta libras la hora". El respaldo de brillantes acotaciones sobre la confusa pareja amor/deseo revolviendo en todas las acciones de estas historias, y exponiendo los miedos lógicos de sus represalias, son lo mejor de este libro. Pero a su autor podemos exigirle que nos sorprenda hurgando en otras materias.