Umberto Eco, recuerdos de un hijo del siglo
El escritor y Premio Príncipe de Asturias evoca a los héroes de su infancia
25 octubre, 2000 02:00El premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades ha recaído este año en Umberto Eco por su labor en un campo, la semiótica, "donde sus trabajos, de universal difusión y profundo influjo, son ya clásicos en el pensamiento contemporáneo". Pero Eco, además, es un narrador de raza. Y un "hijo del siglo", como desvelan estos recuerdos de su infancia, dedicados a uno de los héroes de su infancia, Edgardo Sogno, un partisano antifascista que resulta ser "el Sandokán que me hizo soñar en la cama calentada con ladrillos".
Entre 1943 y 1945, pasaba las noches en una pequeña cocina en el campo, antes de entrar en el dormitorio con el ladrillo caliente bajo las mantas. Papá trabajaba en la ciudad: el sábado llegaba en bicicleta y así sabíamos que no había muerto durante los bombardeos.
Yo escuchaba la radio mientras me ocupaba de mi colección de sellos. Los compraba en sobres pequeños, a un módico precio en la papelería local y me hacían fantasear sobre las islas Fiji, la República Dominicana, Camerún...
De noche ya tarde (por aquel entonces, a las once), se cerraban las retransmisiones de radio con himnos patrióticos. Luego, tras algunos minutos de silencio, se elevaba una voz (creo que era Carlo Bruti) que cantaba Tornerai. Poco después se oía un zumbido en el cielo: era Pippetto, el aviador inglés en su patrulla de reconocimiento, a cuyo paso se ponían en hora los relojes.
Entre una y otra canción (recuerdo "Lassù a Capo Cabana, a Capo Cabana la donna è regina, la donna è sovrana" ["Allá en Copacabana, en Copacabana la mujer es una reina, la mujer es soberana"] se escuchaba a Mario Appelius con su soniquete "¡Dios maldiga a los ingleses!", o bien " La voz de John Amery" (el traidor británico inculpado al final de la guerra) y "¿Qué pasa en casa de los Rossi?", diálogos propagandísticos de dos familias, cada una por turno, los Rossi de Milán, que esperaban la victoria final, y los Rossi de Roma, que ya vivían bajo el yugo estadounidense y añoraban el fascismo.
A una hora determinada, después de cerrar las ventanas, se sintonizaba Radio Londres a un volumen bajísimo. Tras el fatídico "Tu-tun-tun-tun" comenzaba a hablar, con su italiano de El gordo y el flaco, el coronel Stevens.
Lo escuchábamos para saber cómo iban las cosas, aunque éramos conscientes de que el coronel también hacía propaganda.
Tras Stevens, empezaban los mensajes especiales. Alguno se hizo famoso, como "El sol vuelve a surgir". Los demás los recuerdo vagamente. Eran frases como "Mañana llega Michele" o "Las manzanas están maduras", pero eran pronunciados con una voz lejana como una letanía surrealista.
Sabíamos que cada uno de ellos incluía una instrucción de guerra o la señal de que en un lugar determinado y a una hora determinada iban a ser lanzados en paracaídas armas y víveres. Casi todos los mensajes eran "para Franchi".
Se comentaba entre susurros que Franchi era el legendario y valentísimo comandante de los partisanos de Badoglio, esos que llevaban un pañuelo azul y que se lanzaban al ataque gritando "¡Adelante Saboya!", y a los que los ingleses abastecían, mientras que a los garibaldinos, que llevaban la estrella y el pañuelo rojo, no les mandaban nada.
De los jóvenes del lugar que conocía, algunos se fueron con los garibaldinos y otros con los de Badoglio, pero, a menudo, la elección dependía de dónde se encontraban en el momento en que se echaban al monte.
Más tarde, me enteré de que Franchi era Edgardo Sogno. En 1943, había seguido al Rey a Brindisi, pero luego hizo que le lanzaran en paracaídas en el norte para organizar la resistencia.
Si Umberto hubiese hecho como él, habría rescatado a la monarquía de la traición de su bobalicón padre. El valor de esta Promesa Italiana no fue suficiente.
En las décadas de la posguerra, Sogno se convirtió en el prototipo del "reaccionario" (y, más tarde, acabó en An), arrastrado por su anticomunismo místico. Qué importa. ésa ha sido la historia de nuestro país, llena de contradicciones.
Pero Franchi-Sogno siguió siendo el héroe de mi infancia, el Sandokán que me hizo soñar en la cama calentada con ladrillos y así es como quiero recordar su desaparición.