Letras

El cazador cazado

¿Mediatizada, independiente...? Editores, críticos y escritores analizan la calidad de la crítica española

10 enero, 2001 01:00

La caza del crítico ha sido siempre un deporte popular, pero la polémica de Guadalajara, con su cuestionado canon, ha reavivado el debate. Porque ¿vive la crítica en España una edad de oro o está más mediatizada que nunca? ¿Es más libre, más justa y honesta, o está más condicionada por intereses espurios, ya sean amistosos o comerciales? Espoleado por el artículo que Ricardo Senabre publica hoy en Primera Palabra, en el que afirma, por ejemplo, que “la crítica inmediata que se practica entre nosotros oscila entre la glosa amistosa y la cómoda paráfrasis descriptiva del texto”, EL CULTURAL ha preguntado a editores, autores y críticos su opinión sobre dos cuestiones:

1. ¿La crítica literaria española en los medios de comunicación resulta, a su juicio, satisfactoria o está mediatizada por circunstancias ajenas -amistosas, comerciales.... ?

2. ¿Considera que, aunque por la cantidad de críticos en los medios puede parecer que nos encontramos en una edad de oro, ha mejorado o ha empeorado respecto a la de hace cincuenta años? Por ejemplo, ¿quién sería hoy Díaz Canedo, quién Pérez de Ayala?, ¿hay algún crítico comparable a Andrenio, a Larra, a Clarín?

Los escritores Arturo Pérez-Reverte, Luciano Egido, Javier García Sánchez, Andrés Trapiello y Miguel Sánchez Ostiz; los editores Jorge Herralde (Anagrama) y Andreu Teixidor (Destino), y los críticos ángel Basanta, Miguel García-Posada, José Enrique Martínez, Juan Antonio Masoliver Ródenas, José María Pozuelo Yvancos y Santos Sanz Villanueva debaten cuestión tan cuestionada.


Puede más la publicidad que una buena crítica
Luciano Egido

1.-Hace unos años participé en un curso de verano de la Complutense, en el Escorial, en el que un gran crítico enumeró las diversas mediatizaciones, conscientes o inconscientes, a que está sometido su trabajo. No obstante, a pesar de todo, incluido el condicionamiento ideológico y estético del crítico, que no puede saltar por encima de su sombra, la labor de la crítica literaria española es, en general, buena, con algunas abultadas excepciones, plegadas a los intereses editoriales, amiguismo, modas, oportunismo, afinidades electivas, fobias personales, santonismo, premios comerciales, etc. Fui, durante mucho tiempo, crítico de cine y conozco las dificultades del oficio y los problemas de conformar unos criterios válidos de su función.

2.- La crítica ha mejorado muchísimo en los últimos cincuenta años, sobre todo en provincias. Antes había dos o tres nombres señeros; ahora hay un par de docenas de críticos serios y documentados. Convertido el libro en mercancía, puede más la publicidad en sus múltiples facetas, que una buena crítica, cuya influencia es más bien escasa. Creo que en la actualidad hay algunos críticos comparables a los míticos nombres de la pregunta. Pero conviene recordar que las circunstancias de su trabajo son muy distintas a las de entonces.


Demasiado dinero, narcisismo y egolatría
Ángel Basanta

1. La crítica literaria nunca ha sido plenamente satisfactoria porque siempre se han cometido errores, lo cual resulta ineludible si el crítico lo es de verdad, pues nadie acierta siempre, aunque se debe aspirar a lo que Robert Musil enunciaba como “deseable capacidad de tener razón”. La crítica española recibe, entre otros, los reproches de ignorancia y falta de profesionalidad y de gusto, reseñismo y glosa, sumisión a presiones editoriales o del periódico, dependencia de intereses espurios, amiguismo, resentimiento, frustración de vocaciones de escritor... De todo habrá. Pero hay que separar los árboles de la maleza. Si estas desviaciones son hoy más acusadas ello obedece a que la literatura, sobre todo la novela, mueve en el mercado unas cifras millonarias. Por eso la independencia de la crítica es más difícil. Porque nunca se ha concentrado tanto dinero en el sistema, además de una inflación de narcisismo y egolatría.

2. Se publican demasiados libros y críticas de libros que no lo merecen. No creo que el nivel de la crítica sea peor que el de antes. La diferencia radica en que el mercado cuenta hoy con más resortes para contrarrestar o anular la escasa influencia de la crítica. Quizás por eso no hay hoy una figura que pueda erigirse en árbitro de reconocido y aceptado prestigio.


La crítica no es fundamental
Jorge Herralde

1. Aunque criticar al crítico no puede ser una de las actividades favoritas (públicas) de un editor, por razones obvias de indefensión, resulta difícil encontrar equivalente a los colosos mencionados, a Larra o Díez Canedo. De todas formas, aparte de un reducido número de consagrados, aquí y allá y en periferias varias surgen críticos jóvenes, informados y respondones, de los que cabe esperar que sigan creciendo en sabiduría y virtud.

En el gremio existe la convicción de que la crítica no es fundamental para el lanzamiento de un libro, sino un conjunto de operaciones mediáticas varias, no confinadas en los suplementos literarios. Pero sí suele serlo para aquel tipo de libro radicalmente literarios. Véanse los casos de cadaveri excellenti (los más calamitosos promocionalmente) como Sándor Marai ahora, o Albert Cohen en su día.

2. Las principales tentaciones de los críticos -es decir, seres humanos, ¿demasiado humanos? ¿obscenamente humanos?- son el amiguismo o la pertenencia a un suplemento de un grupo editorial. La crítica amiguista está muy generalizada internacionalmente, en Francia se ha añadido incluso una expresión para este rito demasiado frecuente: le renvoi d’ascenseur. Ahora bien, frente a esto, los responsables pueden hacer la vista gorda (o gordísima) o poner barreras: por ejemplo, en la “New York Times Review of Books” los críticos con libros publicados en una editorial no pueden ocuparse de títulos del mismo sello. Pasen y comparen.

En cuanto a los grupos, no es imposible resistir a las presiones explícitas o implícitas, se producen casos ejemplares en los suplementos más presionados, lo que más hace visibles las “operaciones de salvamento” de los dakois de la plantilla”. Lo que sí parece imparable es la parafernalia de turno en otras secciones.


Faltan lecturas y humildad
Arturo Pérez-Reverte

1. Hay una crítica responsable e independiente, de absoluta solvencia, por encima de toda sospecha. Pero a veces paga los pecados de otra menos honrada que responde a intereses, amistades o rencores. Quiero decir que según el nombre del autor del libro, el medio en el que se publique la reseña y el nombre del crítico que la firme, muchas veces es posible averiguar, antes de leer el texto, si estamos ante una basura o ante una obra maestra e imprescindible... También hay editores muy listos, capaces de conseguir que les hagan el trabajo de promoción por el morro y sin gastarse un duro. Conozco a uno de Barcelona que, según cierto conocido suplemento literario, sólo publica obras maestras.

2. Creo que a la crítica española, en general, le sobra osadía y le falta humildad profesional. Cómo es posible que no lean lo que recomiendo, parecen decir. O al revés: cómo diablos se atreven a leer lo que yo no consagro. Y demasiado a menudo, por desgracia, al critico le falta lo elemental: lecturas. Hay que haber leído mucho (y me refiero a leer de verdad, desde los clásicos hasta aquí) y tener un espíritu muy elevado para juzgar obras que a veces llevan una vida de lecturas y trabajo. Por desgracia, lo que abunda son aficionados de evidentes carencias que se atreven con todo: analfabetos que a veces ni siquiera redactan correctamente, que dedican su crítica a contarnos cómo habrían escrito ellos tal o cual libro, y encima juzgan la obra no por lo que ésta tiene dentro, sino según las miserias y limitaciones personales del crítico.


El crtítico es una figura obsoleta
J. A. Masoliver Ródenas

1. En una sociedad inspirada por criterios empresariales, el crítico es una figura obsoleta y desplazada por los medios de difusión y los editores. Si uno elige a sus amigos por lo que valen, el amiguismo no es malo. En los grandes periódicos suele darse el crítico estratega, que halaga a quien le conviene y arremete contra los inofensivos o los ignora: esto es mucho peor que el amiguismo.

2. Pérez de Ayala, Larra o Clarín eran, sobre todo, escritores. Lo que falta en nuestro país son creadores dedicados a la crítica literaria. Faltan también verdaderos humanistas. Con todo, el promedio de la crítica competente es bastante alto. Con frecuencia hay buenos críticos en revistas de escasa difusión o en periódicos “de provincias”. Por otro lado, el crítico se encuentra hoy en día ante una avalancha incontrolable de libros. Y conviene recordar que la calidad de la crítica depende de la calidad de las obras de creación. ¿Para qué queremos grandes críticos si casi no hay grandes escritores? La prueba es que hay buenos críticos de literatura extranjera.


Buenos, solapistas y carroñeros
Javier García Sánchez

1. Como en todo, máxime cuando se trata de creación y arte, creo que en el ámbito de la crítica pueden diferenciarse tres niveles que, de otro lado, siempre han existido: A: Los buenos críticos, que hacen lo que pueden, pese aunque las circunstancias se lo ponen difícil. B: Los solapistas -y-poco- más-. Carecerían de importancia si no coparan bastante más del 50 por ciento del espacio dedicado a recensiones literarias. C: Los carroñeros. Por lo demás, todo está “mediatizado”. Se trata de que seamos honestos y respetuosos, cada cual en lo nuestro.

2. Para empezar habría que hacer hincapié en que gentes como Pérez de Ayala, Cansinos o Clarín eran grandísimos escritores, con sus filias y fobias, pero creadores natos. Hoy no ocurre esto. Hoy cualquier mindungui puede juzgar -crucificándola o ensalzándola, ¡y en ambos casos impunemente!- la siguiente novela que nosotros publiquemos. Pero mi pregunta es: ¿qué pasaría hoy en día si alguien desconocido -o incluso con cierto renombre- se planta en una editorial con una obra propia al estilo de Las olas, de Woolf, o Paradiso, de Lezama Lima? Pues que probablemente lo echarían a patadas y entre risas. Porque en eso se ha convertido gran parte de cuanto rodea a lo literario. Hoy priva la Fama, no el Talento. Ahí reside el drama.


Cantidad sí, calidad no
José Enrique Martínez

1. En principio hay que contar con la honestidad del crítico. Sin embargo, en su función de mediador entre el autor y los lectores, su labor puede verse negativamente afectada por las relaciones humanas que establece. La honestidad empieza a mermar cuando tales relaciones originan la reciprocidad de recesiones y parabienes (podría poner ejemplos significativos) o la loa inmerecida, pongamos por caso. Sospecho que en los grandes suplementos nacionales hay otras circunstancias que mediatizan poderosamente la acción crítica; en los suplementos de provincia, y más si atienden a lo próximo, las relaciones de amistad son más difíciles de soslayar. En cualquier caso, hay muchas maneras de mediatizar la labor crítica. Para mí el problema no reside en eso, sino en que el crítico se sienta cómodamente mediatizado, satisfecho de recibir apretones de manos y palmadas en la espalda.

2. Hoy hasta los pequeños periódicos de provincia cuentan con suplementos culturales y literarios que acogen reseñas y artículos críticos. Cantidad no equivale a calidad. De hecho, la cantidad abruma y la calidad escasea hasta tal punto que, si siguiéramos las pautas de la crítica inmediata en la prensa diaria y en las revistas, diríamos que estamos en un nuevo siglo de oro, tales son las apreciaciones positivas y la falta de discernimiento de valores. En parte se debe a que hoy cualquiera se siente capacitado para ejercer de crítico, desde el becario imberbe al periodista, con muy diferente preparación y muy distintos intereses. Supongo que no disponemos de la perspectiva temporal suficiente para saber si entre nosotros hay un Clarín o un Ortega. Estoy seguro de que los buenos lectores saben a qué suplementos y a qué críticos acudir para sentirse bien informados. No otra es la función de la crítica de este tipo.


Silencios y ninguneos
Miguel Sánchez-Ostiz

1. Por lo que me va en el asunto yo no puedo quejarme. Ahora bien, salta a la vista la jocosa manera en que algún que otro suplemento literario silencia y ningunea, en la medida que puede, las obras de los autores que no les son simpáticos, ahí es nada, simpáticos, o que no son de la cuadrilla de turno. Pero lo que me parece de verdad grave es que esta tramposa puesta en tela de juicio de la crítica literaria española se dé a raíz del indecente episodio de Guadalajara, que se podía reducir a un patético caso de vanidad herida, cuando lo que se debería haber puesto en tela de juicio es el sistema injusto y arbitrario de invitaciones y el sistemático pasteleo de amiguetes que practica el Ministerio de Cultura desde el felipismo.

2. Yo no sé cómo era la crítica literaria hace 50 años. Y además, ¿qué puñetas pinta Larra en esta farra? A los demás autores que me citan yo no los echo en falta para nada. No me gustan. No los leo. Alguno me da bascas, lo mismo que los actuales mafiosetes. Echo en falta a Reyes. Pero si quiere nombres de gente que yo respeto porque su trabajo me parece valioso y honrado, vayan aquí unos cuantos: Ricardo Senabre, Santos Sanz Villanueva, Jordi Gracia, José-Carlos Mainer, Juan ángel Juristo, Rafael Conte, Miguel García Posada, el mismo Valls que anda ahora de capazo de las hostias, Marco, y podría seguir, vaya que sí... Y en provincias (famosas) hay gente estupenda.Yo no entiendo cómo se puede hablar de crisis, la verdad. Deberíamos hablar de otra cosa, de literatura, por ejemplo, para variar.

Mediatizan pero no alteran
Andrés Trapiello

1. Hay hoy en España media docena de críticos solventes y una o dos docenas de escritores que cuando hablan de literatura dicen cosas interesantes, justas e iluminadoras, a favor o en contra. Incluso los que no atinan jamás son necesarios, como indicadores infalibles. A veces tales críticos contribuyen a que un determinado libro se venda más, es decir, mediatizan la literatura. Ha ocurrido siempre. La mediatizan, pero no la alteran, porque ¿cómo podrían? Y la experiencia nos dice que suelen ser tanto o peores críticos o tanto o peores escritores, cuanto más pendientes están de la circunstancia, de su organización y manipulación.

2. Los ejemplos no están bien elegidos, creo yo.Para Clarín el triduo gigantesco de la poesía española lo formaban Campoamor, Núñez de Arce y del Palacio. Pérez de Ayala era un crítico pesadísimo, con ideas bastante peregrinas y Larra era un gran escrtitor, pero no creo que podamos hablar de él como crítico literario. En cuanto a Díez Canedo era, además y yo diría sobre todo, un gran poeta. Un gran crítico para mí, hoy, es el pintor Ramón Gaya, cuya exposición antológica ni siquiera mereció ser consignada como una de las veinte mejores exposiciones del pasado año por los críticos de este periódico, al igual que silenciaron hace dos o tres años su libro sobre la crítica "Naturalidad del arte y artificialidad de la crítica", acaso el ensayo más lúcido y brillante que se haya escrito nunca en España sobre ese tema, comparable a los de Eliot o Pound. Y por poner otro ejemplo: la lectura de Jiménez Lozano de nuestros místicos no es inferior a la de ese gran crítico que era Azorín. Como ocurre con Marià Manent, de quien acaban de aparecer las últimas críticas que escribió, ayer como quien dice. Era un crítico extraordinariamente fino. De los tres hemos tenido y tenemos la suerte de leer sus escritos en los periódicos, y desde luego ellos no le hacen sentir en absoluto a uno nostalgia de nadie. Nostalgia quizá, eso sí, del crítico Juan Ramón Jiménez, del crítico Cernuda, del crítico Cansinos, del propio Canedo, de Maragall, de Unamuno. Pero eso sería harina de otro costal.

La independencia no se tiene, se gana
J. M. Pozuelo Yvancos

1. La critica literaria es una actividad cultural, y por tanto debe ser profundamente libre. Lo que me parece preocupante de la situación actual es que la crítica acabe sucumbiendo ante el que considero el principal peligro cultural de nuestros días: la sustitución del mensaje por el medio, de tal forma que termine por cumplirse la previsión de MacLuhan de que el medio es el mensaje. La personalidad o relieve de un crítico no debería venir determinada por el medio donde ejerce su labor, sino por las condiciones mismas de su argumentación.
Por eso no creo que la pregunta que se me hace pueda ser respondida globalmente; hay buenos críticos y malos críticos, hay críticas que son justificadas y rigurosas (en los elogios y en los denuestos) y hay meras opiniones que se quieren hacer pasar por críticas. Lo que debe exigirse a un crítico es que tenga juicio, no que tenga opinión, y para tener juicio hay que ser un experto en aquello de que se habla. La crítica es buena cuando supera al medio en que está escrita, y no depende de él para obtener su valor real. La independencia es algo que se gana, no algo que se tiene.

2. Un crítico literario opera en un ámbito reducido, pero muy seleccionado, de la población lectora. La abundancia de críticos mediocres, “caseros”, domeñados por editoriales o inexpertos en aquello de que hablan es peligrosa, pero tal daño queda corregido por la población lectora de las críticas, porque el desprestigio y el prestigio se obtienen rapidamente. Los lectores de inmediato conocen y prestan autoridad a quienes entienden fiable, por su trayectoria, y al contrario. Díez Canedo, Clarín y otros críticos fueron notables por ellos mismos, y aunque falta perspectiva para comparar los actuales con los nombrados podría citar, no voy a hacerlo, dos o tres críticos de los que me fío plenamente. Cada lector tendrá los suyos, pero los escritores suelen saber quiénes son, porque curiosamente los escritores aceptan mejor al crítico bueno, aunque la crítica sea negativa, que al crítico bla, bla, bla. Insisto en que lo importante es que un juicio se razone y argumente, para distinguirlo de la mera opinión.

Un debate tan antiguo como irresoluble
Miguel García-Posada

Tengo sobre las dos preguntas, que en realidad, se complementan, un libro en prensa (Espasa Calpe), que intenta dar respuesta a lo que ambas plantean. Una crítica literaria enteramente satisfactoria es algo muy difícil porque el oficio crítico es ciertamente arduo; basta mirar hacia atrás y ver qué pocos nombres han sobrevivido. Hoy hay buenos críticos, regulares y mediocres. Y hay crítica mediatizada y la hay independiente, pero las mediatizaciones, cuando existen, no se producen por la existencia de oscuros contubernios. Si no se hace mejor literatura, la crítica no es la responsable. El debate sobre la crítica es antiguo y, en cierto modo, irresoluble. Pero debe decirse que los suplementos literarios españoles no son en absoluto inferiores a los europeos. Lo más grave para la profesión es el intrusismo. De todos modos, si se toma como referencia la “crítica” que se hacía en el franquismo creo que hemos mejorado notablemente. Mirar hacia las figuras de otra época resulta complicado. Las figuras de Larra y Clarín son excepcionales por muchos conceptos. Desde luego, existen otros nombres, aparte de los consignados, muy dignos de estima.

Todos estamos mediatizados
Santos Sanz Villanueva

Las dos preguntas están tan relacionadas que prefiero contestarlas en conjunto. Nuestra crítica en los medios es razonablemente satisfactoria y está a la vez mediatizada. Hay unos cuantos críticos informados, juiciosos, con formación retórica, con conocimientos amplios de historia literaria y con criterio estético personal. Son los que opinan con libertad interior y escriben sin dogmatismo para orientar al lector. Después existe un grupo mayoritario de comentaristas de precaria base formativa que practica la recensión gratuita en la cual, sin explicar el libro de referencia, se reparten bendiciones o anatemas con mucho capricho. Y queda algún crítico suelto arbitrario o descarado servidor de intereses varios. Todos están (estamos) mediatizados, la cuestión es un qué grado. La mediatización por el gusto razonado es positiva, y el lector atento cuenta con ella; todos pagan también tributo a simpatías o influencias de las que sólo un santo se vería libre; es pecado leve; los casos de venalidad no creo que sean habituales. La mediatización de verdad capital es la que los propios medios y la de una situación colectiva de atrofia cultural que hacen en buena medida ineficaz la crítica más responsable y honesta. Por eso resulta inútil preguntarse quién sería el Clarín actual: ese papel se lo han asumido los medios impresos y, sobre todo, la televisión con el tratamiento de las noticias literarias. Han cambiado la sociedad y el papel del crítico. éste ya no es el orientador colectivo privilegiado; hoy hay un nuevo tipo de crítico, algo así como un crítico de cabecera para grupos minoritarios de lectores.

Ya no tiene el peso de antaño
Andreu Teixidor

1. Si bien es cierto que existe un respetabilísimo sector de la crítica literaria que se ciñe a los parámetros objetivos de análisis y valoración de la narrativa actual, las complicidades motivadas por condicionantes ajenos a la propia voluntad del crítico puedan influir en su trabajo y, en definitiva, en la crítica propiamente dicha. Más allá de la calidad de estas críticas o de la objetividad de las mismas, lo que sí es cierto es que su influencia en el mercado ha dejado de tener el peso de antaño para dar paso a una mayor relevancia a las campañas mediáticas que premian valores extraliterarios.

2. Se hace difícil juzgar lo contemporáneo. Por ello, la crítica nunca es mejor o peor que la del pasado: simplemente es diferente y se ciñe a su tiempo. La crítica anglosajona ha sido tradicionalmente mucho más poderosa que la de los países latinos. Recordemos las críticas de Eliot en “The Times” sin firma. Jamás hemos llegado a eso en España: somos más anárquicos e indisciplinados. Pero la crítica es un elemento fundamental en el edificio de la creatividad literaria y además, dar nombres siempre es arriesgado y configurar listas, una trampa para traicionarse y ser injusto. El tiempo nos dará los grandes críticos del presente. Su trabajo, actual, serán sus pruebas.