Image: Manuel Borrás

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Letras

Manuel Borrás

“Hay demasiados caínes en la edición española”

12 septiembre, 2001 02:00

Está Valencia reventona de pura luz, Mediterráneo y calor, a pesar de los costurones de las obras que la tiznan. Allí, en una calle del ensanche cercada por grúas y zanjas, se esconde un oasis de cultura y amistad: la editorial Pre-Textos. Fundada en 1976 por Manuel Borrás, Manuel Ramírez y Silvia Pratdesaba, celebra ahora sus primeros 25 años de independencia y libertad que, dicen, han pagado "muy caro".Tras unos quince primeros años durísimos, María Zambrano lo proclamó: "Ya estáis salvados". Ellos, claro está, aún la veneran por filósofa, amiga y sibila.

Por eso, porque ya se saben a salvo, este aniversario es tan especial y para empezar a celebrarlo se han regalado Nosotros, los solitarios, un volumen que reúne relatos de veinticinco escritores y amigos, cómplices de una aventura literaria que comenzó en la Universidad valenciana cuando dos amigos de la infancia, Manuel Borrás y Manuel Ramírez (estudiante de Filología uno, de Filosofía el otro), decidieron apostarlo todo a la edición, ante "las carencias de los medios intelectuales y la mediocridad del tardofranquismo universitario", recuerda Borrás. "Un amigo que proyectaba una editorial se había suicidado, así que mi padre, que sabía que yo estaba pasando una crisis personal terrible, me animó a retomar el proyecto de Eduardo como salida vital y homenaje".

Durante años, la única fuente de ingresos fueron sus padres. El de Borrás les entregaba cada cierto tiempo cien mil pesetas, que reponía cuando se agotaban "porque quería que aprendiéramos a administrarnos". El de Ramírez cedió el local donde se estableció la primera sede de la editorial. La de ahora, más amplia, rebosa libros y luz, casi más libros que luz a pesar de los ventanales y del jardín de la terraza. Incluso el baño cuenta con una pequeña antesala atestada de libros.

"Al principio nos propusimos introducir en España lo mejor del pensamiento francés contemporáneo, desconocido aquí en esa época. Fuimos los primeros en editar a Derrida, a Deleuze, la poesía de Bataille... También pretendíamos rescatar la memoria del exilio, a pesar de la desconfianza inicial de muchos de ellos. Amigos como Llardent o Manuel Arranz nos animaban a resistir porque decían que éramos corredores de fondo, que editábamos para los lectores de dentro de veinte años. Si nos hubiesen dicho que iba a ser tan duro, a lo mejor nos hubiésemos rendido (estuvimos a punto al menos en dos ocasiones), pero resistimos hasta alcanzar la mayoría de edad editorial hace diez. Hasta entonces, los tres lo hacíamos todo y, ¿qué quiere?, personalmente hubiese preferido acortar las distancias. A cambio, hemos creado un círculo de amistad en torno a la editorial, con dos excepciones, dos autores que prefiero olvidar."

Robos y perversiones

-No se olvida, en cambio, del primer libro publicado. Se acababa el plazo para registrar la primera obra, les habían fallado autores de la diáspora y les ofrecieron un clásico "curiosísimo, lleno de hallazgos", Materiales para la historia de las ciencias en España: s.XVI-XVII. Se editaron tres mil ejemplares de los que "aún quedan bastantes. ¿Quiere uno?". Porque en Pre-Textos no existen libros muertos. Con un presupuesto anual de 70 millones y una facturación de 150, el 70 por ciento de lo que venden son libros de fondo y el resto novedades. Conocen su tope, que, en el caso de las tiradas son de 5000 ejemplares, y en el de los adelantos, 500.000 pesetas.

"Ni somos elitistas ni nacimos con esa vocación" -recuerda Borrás-. Entendemos la cultura como vasos comunicantes que se enriquecen, ya sea desde el ensayo de altura, la poesía, la narrativa, que fue con lo que empezamos". Luego vendrían los clásicos, los dietarios y los epistolarios, líneas que muchos han copiado "a pesar de que hay espacio para todos".

-¿No le molesta ver cómo tantas editoriales poderosas les imitan o les "roban" a sus autores?
-Hoy la edición española es una sociedad de mercado implacable. Como lo comercial se ha impuesto a los contenidos, las grandes ‘roban’ sin pudor. ¡Hay demasiados caínes en el mundo de la edición española! Los independientes, que crecimos de los socavones que los grandes grupos despreciaban, nos hemos convertido en sus "ojeadores"; levantamos las piezas para que otros las abatan. Por ejemplo, nosotros ‘descubrimos’ a Bonilla, pero Ediciones B le hizo una oferta mareante que no pudimos igualar. Nos pidió consejo y sólo le dimos uno: que no dejara que las presiones le pudieran. ¡Es terrible lo que llegan a hacer! Me asquea saber que hay autores a sueldo de las editoriales, obligados por contrato a escribir un libro al año, bueno o malo. Es una perversión deleznable que condena al lector, al editor, y, sobre todo, al autor. Es como lo de la Feria de Francfort. Jamás me verá allí. ¿Cómo se pueden pagar adelantos millonarios por algo no escrito? ¿No es repugnante? La maldita cuenta de resultados lo ha pervertido todo.

-¿Impunemente?
-No, claro que no. La cultura se ha convertido en un espectáculo superficial. Los autores, muchos al menos, creen que sólo son si aparecen en los medios. Están dominados por una cierta "erótica social" que les hace perder el sentido. ¡Qué horror! La clave está en el alma de la editorial. Si se baja el nivel, se corrompe, y eso el lector lo detecta siempre y no lo perdona. De ahí la crisis que sufren hoy muchos editores independientes. Parece que todo vale y no, en cultura todo no vale.

Bajo mínimos

-Tampoco vale, a su juicio, la política cultural española. "La capacidad de nuestros administradores culturales está bajo mínimos", sentencia. "Aunque soy enemigo de la intervención del Estado y eso del ultraliberalismo está muy bien, en lo cultural se ha llegado a la irresponsabilidad. Por ejemplo, yo admiro a Juaristi, pero ¿es serio nombrarlo Director de la Biblioteca Nacional y cambiarlo en un año? ¿Es serio improvisar tanto? A pesar de todas las transferencias, hay una red de bibliotecas a la que proveer utilizando criterios de excelencia y sin intereses espúreos, y eso no se hace. El Ministerio de Cultura siempre compra a los mismos y por lo mismo. ¿De qué liberalismo hablamos si al final se hace el juego al mismo grupo editorial?". Lo del Instituto Cervantes le parece aún peor. "Se supone que difunde la lengua española, pero jamás compran libros, aunque algún centro nos pide que les regalemos unos cuantos".

De las políticas culturales autonómicas, casi mejor no hablar. Las considera "catetas, maniqueas y deleznables". Comienza el repaso por la propia, la valenciana: "Ni UCD, ni PSOE ni PP nos han querido por independientes y como además no publicamos en catalán, no existimos". Con el resto de las autonomías no ha ido mejor. "Para que te subvencionan un título tienes que ser editor ‘de la tierra’ y te ignoran sistemáticamente aunque el autor del libro sí lo sea. ¿Acaso Muñoz Rojas es menos andaluz porque lo editemos aquí? O Victoria Atencia... ¿Se puede ser más mezquino, más cateto?

-¿Qué es lo mejor y lo peor de estos años?
-Lo peor, la concentración y la falta de independencia generales, que nos ha obligado a restringir nuestro campo de acción. Lo mejor, comprobar que nuestro impulso inicial está siendo renovado por gente joven, que siente la misma pasión que nosotros por los libros y de los que espero que actualicen lo que hemos supuesto. Nosotros tuvimos que luchar contra la censura y la paranoia tardofranquista, pero ellos se enfrentan con problemas más graves. Por eso digo que tengamos personalidad, que el crítico se moje el culo para bien o para mal y que las páginas de los suplementos y de cultura no se tiñan de la lógica de la Prensa. Habría que abrir el abanico y dinamizar la cultura, pero todos nos tenemos que implicar.

Y se le acumulan nombres y proyectos, algunos descabellados o simplemente "arrinconados", como la creación de una "Plèiade" española de los autores del 27 y del 98, una discográfica y una revista literaria para la que ya tenían hasta los permisos. "Ahora no me atrevo, mis socios me matarían. Algún día...".

Es curioso. Lo mismo le han dicho editoras como Ymelda Navajo o Amaya Elezcano, de Alfaguara, que delante de Vargas Llosa confesaba cómo le gustaría trabajar en una editorial como Pre-Textos, pequeña y con alma. Algún día.