Image: La Segunda Guerra Mundial, vol. I

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Letras

La Segunda Guerra Mundial, vol. I

Winston S. Churchill

9 enero, 2002 01:00

Winston S. Churchill, por Gusi Bejer

Prólogo de Pedro J. Ramírez. Trad. A. Devoto. La esfera de los libros, 2001. 528 págs., 25’84 euros

Para quienes buscan en estas memorias las lecciones de la historia hay que subrayar que, como bien indica el autor, ésta nunca se repite. Pero resulta muy útil para estudiar comportamientos en situaciones de graves dificultades

Acaba de aparecer, con un sugerente prólogo de Pedro J. Ramírez, el primer volumen de las memorias de uno de los personajes históricos más importantes del siglo XX, un acierto de la nueva editorial La Esfera que los lectores aficionados a la historia sabrán agradecer. Esta primera parte, de las dos de que constará el conjunto de las memorias, abarca sendas etapas bien diferenciadas. La primera corresponde a los prolegómenos de la segunda conflagración mundial y se titula reveladoramente El camino hacia el desastre (1919-mayo de 1940). La segunda, cuyo título también es significativo, Solo (10 de mayo de 1940 - 22 de junio de 1941) arranca con la declaración de guerra y llega hasta el mismo día en que la Alemania nazi inicia, con la operación "Barbarroja", la invasión de la Unión Soviética, eliminando de este modo el aislamiento bélico al que estaba sometida Gran Bretaña.
En Winston S. Churchill (1874-1965) coinciden un cúmulo de virtudes, circunstancias y protagonismo histórico que hacen sumamente atractiva su biografía. Y más en un siglo en el que los personajes decisivos, como Hitler o Stalin, han destacado por su nefando papel. Así, al interés del documento histórico que supone su papel como líder de la pieza clave, Gran Bretaña, en defensa de la libertad y la democracia en la lucha contra el nazismo, se une una excelente prosa, elegante, precisa y amena, al servicio de un testimonio de enorme valor humano y político.

Para quienes buscan en estas memorias las lecciones de la historia hay que subrayar que, como bien indica el autor, ésta nunca se repite. Sin embargo, sí resulta muy útil para estudiar comportamientos en situaciones de graves dificultades. Así, se constata cómo, en medio de un ambiente de arraigado pacifismo en las sociedades europeas, Churchill se juega todo su prestigio personal y capital político en la advertencia del peligro que representa una Alemania humillada por las condiciones de la capitulación tras la primera guerra mundial y la defensa de una política de rearme preventivo tras el acceso de Adolfo Hitler al poder.

Cuando eran pocos los que percibían el peligro, no se limitó a sostener que había que preparar la guerra, sino que se volcó en el estímulo de acciones para que ésta no pudiera llegar a producirse a través de la acción de unos países que presionaron en conjunto a Alemania bajo el amparo de la única autoridad mundial en el campo internacional, la Sociedad de Naciones. Una actitud muy instructiva de cara a la actual realidad mundial.

En cualquier caso, vio las oportunidades para impedir la caída en la horrorosa vorágine en la que se vio sumido gran parte del mundo, pero no cayó ante las repetidas trampas que Hitler fue tendiendo a la comunidad internacional, como las que le permitieron las ocupaciones de Renania, Austria, los Sudetes y Bohemia, hasta llegar al límite que marcó la invasión de Polonia, justo cuando Alemania era menos vulnerable. A este respecto, es manifiesto el hecho de que toda la política de contención esgrimidas por los gobiernos de Francia y Gran Bretaña no fue vista por los alemanes más que como la confirmación de la debilidad y decadencia de las democracias. Aquí la lección de que es imposible satisfacer a los insaciables.

Quizá sea esta parte, la primera mitad del volumen, la más interesante por lo aleccionadora que es. Sin embargo, al menos por la emoción que despierta, sobre todo por la tenaz resistencia y arrojo del pueblo británico y de sus dirigentes, cabe destacar las virtudes del espacio que Winston S. Churchill dedica a los preparativos militares y a la defensa de su nación, tanto en la batalla del aire sobre Inglaterra como en la del Atlántico, y el apoyo a sus aliados, sobre todo Francia, que queda bastante bien parada a pesar de su inmediato descalabro ante el rodillo alemán.

Son muchas las virtudes que adornan al político británico, pero, junto a su perspicacia para oponerse casi en solitario a las asechanzas del nazismo y a la estupidez de quienes se dejaban embaucar por pereza mental o por el dogma de un pacifismo suicida, hay que precisar que el fundamento de su desconfianza hacia Hitler se basaba en el buen conocimiento de los asuntos internacionales y en una competente capacidad para saber informarse y asesorarse, nunca en un empecinamiento intuitivo. Es decir, el sentido de la oportunidad y el razonamiento afinado son las bases de su postura, la que supuso uno de los pilares para el triunfo de la libertad en el mundo occidental.