Image: La generación de la democracia

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Letras

La generación de la democracia

Alberto J. Ruiz Samaniego y Miguel Ángel Ramos (eds.)

22 mayo, 2002 02:00

Rafael Argullol y Eugenio Trías, por Gusi Bejer

Tecnos/Alianza, 2002. 309 páginas, 15 euros

La generación de la democracia, cuyo elocuente subtítulo indica que se trata del "nuevo pensamiento filosófico en España", pretende hacer justicia a la filosofía española, de Rafael Argullol a Eugenio Trías, en un momento histórico: el presente y su inminente pasado

"No están todos los que son", dirá alguien, tal vez generoso, a la vista de este volumen. Y algún otro, tal vez malicioso, se aprestará, sin duda, a completar el refrán. Riesgos de la antología, como señalan los editores, Alberto J. Ruiz Samaniego y Miguel ángel Ramos, en el prólogo. Peligros de un género que obliga a la elección y a la selección: que exige un conocimiento exhaustivo del material antologizado, un criterio de discriminación. Y una cierta temeridad a la hora de hacer público el resultado.

La generación de la democracia, cuyo elocuente subtítulo indica que se trata del "nuevo pensamiento filosófico en España", pretende hacer justicia a la filosofía española en un determinado momento histórico: el presente y su inminente pasado. Para ello los editores, tras un prólogo que expone los avatares de la producción filosófica en el tardofranquismo y a partir de la transición, dan cuenta sumaria de la investigación de nueve autores, que a su vez son invitados a hacer públicas sus convicciones fundamentales, o a revisar su trayectoria. En cada uno de los casos, el dossier se completa con una selección de textos breves.

Los elegidos, quizá en representación de una nómina que podría ser más amplia, son Rafael Argullol, Adela Cortina, Félix Duque, Javier Echevarría, Víctor Gómez Pin, José Jiménez, Miguel Morey, Javier Sádaba y Eugenio Trías. El cauto y objetivo orden alfabético del índice exonera a los editores de otros -posibles, difíciles- modos de presentación que añadirían al peligro de la antología el (mayor) peligro de la jerarquía. No voy a a cuestionar el criterio utilizado para la selección ni la selección producida por el criterio. Cada lector se hará sus cábalas al respecto de ambos conceptos. Y evaluará tanto las presencias como las ausencias.

La atenta lectura del volumen me sugiere otros comentarios. El primero de los cuales supone el agradecimiento debido a unas personas -los que están y los que son- que en unas circunstancias difíciles para el pensamiento (y no sólo para el pensamiento) asumieron como propia la vocación y la profesión de la filosofía. Se supieron habitantes de un erial, de un inquietante barbecho de pensamiento y discurso. Y, a falta de tradiciones que se pudieran prolongar, buscaron referencias exteriores que les permitieran prologar una nueva filosofía en un país que se preparaba para un cambio político al que debería acompañar un genuino vuelco, intelectual y moral.

Comenzaron así un peregrinaje que les puso en contacto con los centros de producción filosófica de una Europa que, efectivamente, comenzaba en los Pirineos. E hicieron suyos -en ocasiones con una evidente voz propia- esos estímulos que recibían de ese "más allá" geo-gráfico y cultural.

Podemos evaluar ahora los resultados de aquellos via crucis filosóficos. Podemos leer el producto de aquellos viajes de formación, las reflexiones a que han dado lugar, las trayectorias intelectuales que, en su momento inauguraron. La generación de la democracia resume alguna de esas reflexiones, expone alguna de esas trayectorias. Independientemente de que el término "generación" sugiera un agrupamiento más estricto que el realmente existente, independientemente de que sea adecuado -o no- cobijar las plurales trayectorias en la urgente unidad generacional, lo cierto es que un grupo de personas aceptó la responsabilidad de hacer de padres de una criatura entonces enclenque: la filosofía española.

Los que ahora nos dedicamos a la filosofía no hemos padecido la orfandad radical de aquellos hombres y mujeres que tuvieron que inventar un paisaje filosófico antes de ponerse a la obra y hacer filosofía. Por eso es importante una iniciativa como La generación de la democracia. Por eso es importante retener esas trayectorias todavía en curso, glosar sus hallazgos, reparar en su magisterio, interpretar y criticar sus resultados.

Seguramente habrá -tendrá que haber- otras investigaciones de este tipo. Otras investigaciones que prolonguen o maticen esta que comentamos. Tendrá que haberlas porque la filosofía de estos últimos treinta años es nuestro soporte. Porque, como decía Foucault de Cassirer: el lugar en el que ellos terminen es nuestro punto de partida.