Image: Las modas literarias

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Letras

Las modas literarias. Quiénes las crean, de dónde vienen, próximas tendencias...

12 septiembre, 2002 02:00

Ilustración de Ajubel

Aunque Ernesto Sábato asegura que en el arte y el pensamiento “las modas son abominables”, las literarias también han existido siempre. Modas fueron la novela pastoral y de caballerías. Modas, en nuestros días, el boom iberoamericano de los 70, el realismo sucio de los 80, la joven narrativa de los 90... Sin embargo, apunta Fernando Sánchez Dragó, “aunque existen, han existido y existirán siempre, son sólo anécdotas porque lo categórico es la verdadera literatura, lo que queda cuando las modas se olvidan”. Sin embargo, tercia José Huerta, editor de Lengua de Trapo,“han existido siempre, y son la evolución natural de la literatura”, el problema es que “ahora se intentan imponer de forma artificial”. Además, si antes una moda literaria duraba décadas, ahora son meses. Sí, confirma álvaro Delgado-Gal, director de “Revista de Libros”, “cada vez son más fugaces por las estrategias comerciales de las editoriales, cuyos ritmos e intereses no son siempre consonantes con los del creador. El escritor da ideas, el editor las explota, el lector decide.”

Porque las modas no se imponen por decreto. Según Ymelda Navajo (La Esfera de los Libros), la clave suele estar en un libro de éxito a partir del cual se crea una moda. “En realidad -explica- el mundo de la edición española es demasiado mimético. Cuando un libro tiene éxito, se copia con la esperanza de que interese al menos a la mitad de los que entusiasmó al original”.

Menos optimista se muestra Quim Monzó, para quien “en nuestros días las modas intentan imponerlas -a golpe de marketing- ciertos editores. Se intenta crear una moda literaria como se intenta crear una moda de vestir, pero todos sabemos que lo que se ve en la pasarela no es lo que vemos por la calle. Los autores hacen su trabajo, escribir. Muchos editores hacen el suyo, editar lo que vale la pena. Pero otros viven entre el borreguismo y la falta de criterio literario, y piensan en ‘modas’ en lugar de literatura”.

Manuel Borrás (Pre-Textos) afina más: “Las tendencias se traman en las editoriales que, a través de críticos cercanos, crean necesidades artificiales a los primeros lectores, cuyas opiniones se generalizan durante un año, quizá dos: tiempo suficiente tanto para explotar el mercado de esos libros en boga como para generar la siguiente necesidad”.

La fórmula magistral de la moda sería, según Antonio Soler, que “el editor propone, los medios predisponen y el lector dispone” en un “pulso de fuerzas en el que el lector debería acabar imponiendo su criterio. Pero es difícil sobrevivir en medio del fuego cruzado que, si no lo mata, sí desconcierta al lector”.

Libros de pana o algodón

En la misma línea, Huerta señala que “cuando son espontáneas, no se marcan: son la respuesta más acertada para las necesidades expresivas de un período. Cuando son artificiales, se promueven desde las editoriales, con la colaboración de los medios. Sin embargo, como los editores compro-
bamos cada año, al final los lectores deciden: por más que hagamos una pasarela sólo con vestidos de algodón, al final de la temporada siempre aparecen unos imprevistos pantalones de pana (o la novela histórica o la autobiografía, etc.) que son los que lleva todo el mundo”.

También Lorenzo Silva asegura que las modas no las crean los editores. “Digamos -comenta- que se imponen entre los medios, los lectores y los propios escritores. La moda viene a ser una expresión del inconsciente colectivo, que diría Jung (con perdón), interpretado por alguien que se dedica a intuirlo (el creador) y potenciado por el que lo amplifica y modula (los medios). El influjo USA, por canales indirectos (no necesariamente literarios) va ganando indudablemente terreno. Pero la inercia cultural europea es aún significativa; el europeo tiene una resistencia orgullosa a adoptar moldes americanos.” De la misma opinión es Ymelda Navajo, que destaca que al lector español le interesa, sobre todo, el autor español. “Los best-sellers son otro mundo, porque todo se contagia, pero España es literariamente un país que mira hacia dentro. Nos dejamos influenciar poco por Estados Unidos y Europa y, en caso de duda, escogemos siempre el producto nacional”.

Los agentes literarios, por su parte, se niegan a asumir responsabilidades. Para Guillermo Schavelzon, el más temido de Suramérica, “el peso de la influencia la ejercen por este orden: los medios, los editores, los lectores. Pero el 100% no puede ser planificado; por suerte hay un buen margen de imprevistos en las modas, incontrolables por los técnicos de marketing, y que es la decisión de los lectores. ¿Que cómo crea una moda? Con la suficiente sensibilidad e información (por este orden) para detectar una tendencia, una disponibilidad cultural, un espacio de demanda. Y luego se sabe implementar por los diversos y poco formales medios de comunicación que determinan las modas literarias, que son muy diferentes a los de otros productos”. Ángeles Martín, apunta que “nosotros reaccionamos a lo que funciona y demanda el mercado, ofreciendo a los editores lo que les puede interesar. Porque la moda la imponen editores y mercado”. Tanto que es imposible evitar que los editores acaben reclamando al agente más copias de algo que ha triunfado, “aunque eso no funciona. Piense en Arundathi Roy. Tras su éxito, los editores se lanzaron sobre el mercado de la literatura india y lo compraron todo, lo bueno, lo malo y lo peor... ”.

¿Y los autores? Sólo el poeta y crítico Masoliver Ródenas apuesta por ellos: “Javier Marías, Pérez-Reverte y ahora Cercas han demostrado que la presencia (la ‘moda’) la crean los escritores. Los editores intervienen,a veces decisivamente, para hinchar el globo y los críticos contamos muy poco. Hay una importante relación directa autor/lector”.

Con todo, lo que no está claro es la influencia de los medios de comunicación. Según Sánchez Dragó, “a la larga no tienen ninguna importancia. A la corta, toda; la industria del libro es hoy un escaparate pero en el milagro de la literatura sólo cuenta lo que está en el más recóndito rincón de las librerías”.

En general editores y autores reconocen que los medios son importantes, pero no decisivos. A menos que las cosas no salgan bien. No hace mucho, Herralde, Bértolo y Juan Cruz denunciaban “cómo lo que se dice de los libros influye irremediablemente en la cultura de éstos”. Sin embargo, el último informe de la Sociedad General de Autores lo desmiente: el 72’5 por ciento de los lectores españoles compran por el tema, el 26’9 por el autor, el 13’5 por las opiniones de amigos y medios, que tienen, según el informe “un peso global poco estimable”. Más aún, según Ymelda Navajo, “la mejor campaña de comunicación no logra nada si el tema, por lo que sea, no interesa. En España la gente compra lo que le recomiendan sus amigos o el librero y sólo un 10 por ciento lo que dicen los críticos”.

Y eso que, en palabras de Sigrid Kraus, editora de Salamandra y de Harry Potter, “ningún editor, por fuerte que apueste por un autor, logra nada sin la ayuda de los libreros, de los medios y, por supuesto, sin la complicidad de los lectores”.

Para Enrique Murillo, editor de Plaza, Destino y hoy en Alfaguara, “las modas las inician ciertos grupos pequeños de personas que por una razón u otra tienen autoridad”. Al tiempo, los países que marcan la moda se alternan, “por suerte”, aunque suelan triunfar las modas basadas en el inglés “por el número grandísimo de personas que lo utilizan como lingua franca, y que leen ese idioma”. Y menciona, además, como determinantes la gran potencia comercial norteamericana, y la extraordinaria tradición narrativa anglosajona.

¿Se escribe lo que se vende?

Antonio Soler reconoce que sí, que “el mercado está pervirtiendo el juego. Hay demasiados escritores pensando en escribir lo que se vende. Me parece un error. Creo que la cuestión no es correr detrás de los lectores, sino delante. Seducirlos. El creador no puede seguir tendencias. Debe crearlas. Se tarda más. Pero es más divertido.”

Quizá por eso, por ambición, Beatriz Nogueras, editora de Temas de Hoy, asegura que en el ámbito de la no ficción “ni se vende necesariamente lo que se escribe ni nuestro planteamiento se reduce a editar lo que se está vendiendo. Para publicar libros de éxito tienes que estar atento a las tendencias del mercado, es decir, a lo que se vende, pero aún más atento a las tendencias de la sociedad. Y ello porque el éxito en la no ficción muchas veces se debe -además de al autor y al texto-, a ser innovadores en los temas o en los enfoques, a publicar libros de gran actualidad o de gran demanda social”.

Por su parte, Sánchez Dragó niega la mayor: “Los escritores venden lo que escriben mientras que los mercachifles, los intrusos, los negros y los plagiarios escriben lo que se vende”. De ahí, según Lorenzo Silva, que sea bueno “desafiar al mercado, atreverse de vez en cuando a crear contra lo que uno percibe que funciona mejor; no porque sí, sino en la medida que eso permita realizar algo a lo que uno aspire. Se puede hacer. Y compensarte, aunque vendas menos”.

Por su parte, para ángeles Martín, “los que escriben lo que se venden se equivocan siempre, porque no suele funcionar”. Y Schavelzon apostilla que “los buenos escritores luchan para no dejarse influencia por las tendencias del mercado, y cuando son buenos lo logran. También hay muchos que escriben lo que se lee. Son dos tipos diferentes y respetables”

El fantasma de las modas pasadas

Pero nada merece tanto respeto como el éxito. En los últimos tiempos, pocos libros han logrado el de Harry Potter, generador de una moda que ha impulsado de nuevo la literatura para jóvenes. De los cuatro titulos de la serie, la editorial Salamandra ha vendido hasta el momento cinco millones de ejemplares. Pero lo que demuestra mejor su impacto es la evolución del sector: entre 2000 y 2001 la producción de libros infantiles y juveniles aumentó un 20’8 por ciento, siendo el sector editorial que más creció.

Otro fenómeno editorial fue el de Bridget Jones (Lumen): las ventas sumadas de todas las ediciones, con bolsillo, alcanzan hoy los 225.000 ejemplares. “Y de sus imitaciones, nadie se acuerda”, apostilla ángeles Martín. Como nadie recuerda las imitaciones que siguieron al éxito de Cómo ser una mujer y no morir en el intento, de Carmen Rico Godoy (Temas de hoy, 1990), del que se vendieron 600.000 ejemplares, mientras que de Cómo ser infeliz y disfrutarlo (1991) apenas 130.000 ejemplares...

Claro que también hay lectores al margen de las modas. Como Antonio Soler, al que no le influyen “porque soy un furtivo. Porque no he renunciado a mis principios estéticos. Porque la literatura es aventura personal, tierra conquistada a la imaginación, o no es nada”. Al tiempo, Sánchez Dragó ofrece una receta “infalible” antimoda: “no prestar oído al coro de los críticos que rinden pleitesía al mercado, leer libros en vez de periódicos, pensar en vez de ver la tv, y ver siempre -excepción que confirma la regla- Negro sobre blanco”.

Una vez aplicada la receta, el lector necesita quizá armas ante la avalancha de novedades: conocer las grandes tendencias de la próxima temporada. Así, según Constantino Bértolo (Debate), “nos aguardan más hornadas de narrativa más o menos sentimental (supongo que el “efecto Cercas” dará lugar a más “novelas de reconciliación socialdemócrata”), más novelas históricas en clave de “potitos y puré” para ahorrar esfuerzos mentales a la dentadura de los consumidores , más “apuestas” por la literatura “divertida” y unos cuantos textos de “literatura seria” con pseudo tramas de novela negra y gotas de estructura borgiana. Continuará por tanto el trasvase de lo que podríamos llamar estéticas de la prensa del corazón y de la prensa amarilla hacia el mundo editorial. Creo que esos serán los márgenes dentro de los cuales se moverán el 90% de las novedades”.

¿Y ahora mismo? Planeta confía en los libros de actualidad política y social (tema vasco, globalización), el exilio y la novela negra; Plaza & Janés lo hace en la historia, los best-sellers de calidad y la novela, y Aguilar, en las biografías y los libros políticos.

Bocados de actualidad

Para Joan Tarrida (Círculo de Lectores), va aumentando el interés por los libros de reflexión sobre genética, medio ambiente, globalización.... Cristóbal Pera (Mondadori) y Silvia Querini (Lumen) confirman el interés del público por la no ficción, “fruto del 11-S”, dice Pera, mientras que Querini apunta el “auge de lo testimonial y la recuperación de la tradición europea de principios de siglo XX”. Daniel Fernández (Edhasa) destaca la vuelta "de la guerra civil y, sobre todo, la memoria d ela transición, esta vez en forma sobre todo de novela. La novelización de ese período es evidente y va a ir a más. Y, en la misma línea, Santiago del Rey (Ediciones B), destaca “el interés que despiertan el ensayo histórico y las biografías, un interés del que nos hacemos eco lanzando en noviembre nuestra nueva colección Cara y Cruz”, al tiempo que Maite Cuadros (Maeva) apuesta por “una consolidación de autores españoles y de obras en las que se narra la recuperación de la memoria de nuestro país”. Alfaguara se apunta a la moda india-pakistaní “por azar”, explica Murillo, “ya que en el curso que ahora empieza publicaremos varias novelas de autores y autoras nacidos en esa zona. Anita Nair, Hari Kunzru y Uzma Khan son nombres que la gente aficionada a la lectura debería retener (estoy tratando de ejercer como “autoridad”). Pero hay otra novela muy especial que marca tendencia: Timoleon Vieta vuelve a casa de Dan Rhodes, un británico que domina con soltura el arte de narrar”.
Para Valeria Ciompi (Alianza), los acontecimientos del último año se reflejan en la actividad editorial, “por lo que parecen consolidarse la historia como tema literario y materia de ensayo, la superación de las fronteras entre géneros, y la novela negra”. También Destino confía en la novela policiaca, los libros históricos, políticos y las biografías. Porque, en palabras de Juan Milà (El Aleph), “quizá haya un mayor interés por la historia, por culturas lejanas, y por lo detectivesco. Sigue creciendo la no-ficción y vuelve la novela de género”.

Si lo leído no basta, también podría tener razón Lorenzo Silva: “Ya que nos ponemos frívolos, quizá las historias de adolescentes que triunfan con cualquier actividad nimia (fútbol, canción ligera) o de viejos que son exterminados por procedimientos diversos. Hace tiempo que no se ve un viejo por ninguna parte. Algo debe de estar sucediendo, y alguien, tarde o temprano, lo contará...”
A fin de cuentas, no hay modas ridículas. Sólo desconocidas. Todavía.