Image: Winston Churchill

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Letras

Winston Churchill

Sebastian Haffner

12 septiembre, 2002 02:00

Winston Churchill, por Gusi Bejer

Destino. 288 págs., 16’85 euros. Winston Churchill: La II guerra mundial (II). La Esfera. 590 págs..25’84 euros

Estas dos espléndidas obras repletas de enseñanza de la historia permiten rendir homenaje a uno de los raros personajes históricos relevantes del siglo XX que se ha caracterizado por su contribución positiva en defensa de la democracia

La biografía de Winston Churchil elaborada por Sebastián Haffner, que ya ha deleitado a todos aquellos que han tenido la fortuna de leer su magnífica obra de juventud Historia de un alemán. Memorias 1914-1933, de la que hay que llamar la atención sobre su estremecedor paralelismo con la actual situación del País Vasco, es ya un trabajo en el que ha alcanzado su madurez, pleno de brillantez e inteligencia. A esas cualidades hay que añadirle que constituye el complemento perfecto para llevar a cabo una lectura crítica, pero ponderada, de las interesantísimas memorias de esta personalidad fundamental en la historia.

De la lectura de la biografía de Sebastián Haffner se desprende que las circunstancias vitales de Churchill parecen haber concurrido para que éste desempeñase, justo en el momento oportuno, ni antes ni después, tras pasar por un largo periodo de ostracismo político, el papel que, tal como él creía, le tenía preparado el destino: llevar las riendas de su país en el momento más crítico de su historia, mantenerlo a flote y, finalmente, derrotar a sus enemigos.

Antes de que llegara el momento, el joven Winston había cursado la carrera militar e intervenido en numerosas acciones bélicas, se había convertido en un héroe durante la guerra de los bóers (1899-1900), al tiempo que había adquirido gran reputación como periodista y escritor, lo que le dio acceso a los círculos de poder y le abrió las puertas a una carrera política prometedora. Una etapa fundamental, antes del momento cenital de su trayectoria, fue la del decenio, 1929-1939, de marginación política. Con sus advertencias sobre el rearme y el peligro que entrañaba el revanchismo alemán, fue acumulando el capital político que le permitió alcanzar el protagonismo pleno tras el fracaso de la política de apaciguamiento de los gobiernos conservadores.

De las acciones que W. Churchill desarrolló en el período crítico de 1941 y 1942, etapa en la que se convirtió en el hombre sin cuyo concurso hubiera cambiado el curso de la historia, el autor destaca su capacidad para involucrar a Estados Unidos en la guerra, en una situación como la de aquel país en la que precisamente no soplaba el viento del belicismo. En el desarrollo de la conflagración destaca su visión estratégica y política. Los planes, desechados por los americanos, de abrir un frente meridional invadiendo el vientre del dominio alemán (Trieste-Viena-Praga), conteniendo a Rusia en sus fronteras, fallaron en gran parte por la miopía e ingenuidad americana, lo que arrojó un balance que se perpetuó durante la larga posguerra con la presencia del totalitarismo en centroeuropa.

El segundo volumen de las memorias sobre la Segunda Guerra Mundial de W. S. Churchill desarrolla, con ese particular estilo de escritura que Haffner define como una "mezcla de historia y de autobiografía, de análisis y de testimonio presencial", junto a la descripción de las batallas, dos hilos conductores. El primero trata de las relaciones con los soviéticos, incómodas y trufadas de obstáculos y exigencias intempestivas, pero comprensibles en quienes llevaban prácticamente el peso de la guerra. Las incesantes peticiones de suministros y reclamaciones para que se abriera a toda costa un segundo frente cuanto antes en la parte occidental, sin comprender en modo alguno la complejidad y dificultades de la operación, fueron una constante en el incordio soviético que Churchill supo sobrellevar con paciencia.

El segundo hilo conductor se encuentra en las vinculaciones con los norteamericanos. Aquí la característica radicó en un buen entendimiento, sobre todo con el presidente Roosevelt y su principal consejero, el general Marshall. El problema fundamental para Churchill consistió en este periodo en convencerles de que el objetivo principal era Alemania y no Japón, como pensaba una mayoría de la opinión pública deseosa de vengarse. Sin embargo, cuando los norteamericanos ya se sintieron capaces para dirigir la guerra, a finales de 1943, las cosas empezaron a ir mal para Churchill pues establecieron acuerdos con Stalin sin contar con éste. Ahí empezó a desempeñar un papel secundario.

Sólo queda recomendar estas dos espléndidas obras repletas de enseñanza de la historia, una forma de continuar rindiendo homenaje a uno de los raros personajes históricos relevantes del siglo XX que se ha caracterizado por su contribución positiva en defensa de la democracia.