Image: Todos los cuentos. Antología Universal del Relato Breve

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Letras

Todos los cuentos. Antología Universal del Relato Breve

Ed. de Menéndez Pidal y F. Rico

21 noviembre, 2002 01:00

Francisco Rico, por Gusi Bejer

Planeta. 2 vols. XXXVI+ 798 y 1403 págs, 29 y 33 euros

Francisco Rico ofrece sugerentes puntos de vista sobre los rasgos que podrían caracterizar una modalidad literaria como ésta, huidiza, de contornos poco precisos y que sufrió notables y complejos cambios al pasar de un ámbito exclusivo o predominantemente oral a los dominios de la narrativa escrita y de la narración culta

En 1953, la editorial Labor publicó una copiosa Antología de cuentos de la literatura universal. Se trataba de una selección hecha por Gonzalo Menéndez Pidal y Elisa Bernis, y estaba avalada por un estudio preliminar acerca del cuento y su evolución firmado por don Ramón Menéndez Pidal. Ahora, Todos los cuentos ofrece una amplia selección de aquella antología y añade muchos otros textos, pertenecientes sobre todo a los siglos XIX y XX, así como un epílogo de Francisco Rico -que ha dirigido y supervisado esta edición-, titulado "Idea y poéticas del cuento", en el que se ofrecen sugerentes puntos de vista sobre los rasgos que podrían caracterizar una modalidad literaria como ésta, huidiza, de contornos poco precisos y que sufrió notables y complejos cambios al pasar de un ámbito exclusivo o predominantemente oral a los dominios de la narrativa escrita y de la narración culta.

A ello hay que añadir el extraordinario desarrollo del cuento en el siglo XIX, que fue, además, la época en que se produjo el auge del cuento en la prensa. Unamuno comentaba ya en 1900 el desarrollo del cuento a expensas de la novela, y señalaba: "La principal razón creo que es una cuestión económica. El cuento cabe en el periódico y en la revista mejor que la novela".

La dilatada coexistencia del cuento con otras formas cercanas, como el apólogo, el exemplum o la novela corta, ha estorbado también la posibilidad de establecer límites precisos, y basta revisar, como hace Francisco Rico, las ideas expuestas acerca de esta cuestión por muchos de los más conspicuos cultivadores de la literatura cuentística para advertir la índole casi utópica de la empresa.

La presente antología no sólo actualiza la ya antigua de 1953, sino que la amplía considerablemente y, sobre todo, la equilibra. Si allí aparecía, por ejemplo, Fernán Caballero con cinco relatos, aquí sólo tiene uno, pero, a cambio de ello, Edgar Allan Poe -maestro indiscutible del género- pasa de estar representado por un cuento a tener tres. Daudet ve reducidos a uno los seis cuentos con que figuraba en la Antología de Menéndez Pidal, recorte que permite la inclusión de nombres como Flaubert, Chejov o Gogol, incomprensiblemente omitidos en aquella ocasión. Un somero cotejo entre ambas compilaciones es suficiente para acreditar que Todos los cuentos constituye un avance, una mejora notable con respecto a la benemérita Antología de 1953, que tanto contribuyó a la difusión del relato breve. También en este caso, y en mayor medida aún, el lector tiene a su alcance un variadísimo repertorio de narraciones de todas las literaturas, que incluye desde textos anónimos de la tradición folklórica hasta relatos que no tienen más de veinte años de antigöedad.

Aunque puedan entenderse las razones, acaso resulte demasiado drástica la decisión de no incluir autores vivos. Podrían haberse hecho algunas excepciones en los casos de escritores con una obra ya consolidada, que difícilmente pueden añadir algo esencial a lo realizado tras una dilatada trayectoria. Es comprensible que no se incorporen nombres como Luis Mateo Díez o Agustín Cerezales, pero podrían haber figurado otros como Augusto Monterroso o Miguel Delibes, por ejemplo. Más lamentable resulta que ciertas dificultades con los derechos de reproducción hayan determinado la ausencia forzosa de primeros espadas como Baroja y Hemingway. Y, si se trata de esbozar un ideal inalcanzable, el lector echará tal vez de menos algunos nombres con sobrados derechos para figurar en estos volúmenes que tal vez podrían incorporarse en ediciones posteriores: José María Arguedas, Göiraldes o Agustín Yáñez por lo que toca a nuestra lengua; los rusos Platonov, Averchenko y Bunin; el portugués Fernando Namora; los italianos Aldo Palazzeschi, Vitaliano Brancati o Ricardo Bacchelli; y algunos autores del ámbito anglosajón, como J. Sheridan Le Fanu, Chesterton, John Cheever o Patricia Highsmith.

Aunque, por lo general, se han reproducido las mismas traducciones que ofrecía la compilación de Menéndez Pidal, en algunos casos se ha acudido a otras, no siempre con acierto. Así, para el relato de Poe que aquí figura como "El corazón revelador" hubiera sido preferible la traducción más común "El corazón delator". Es cierto que el adjetivo del título original ("The Telltale Heart") admite teóricamente las dos traducciones, pero sólo una es coherente con la historia narrada.