Image: Antony Beevor

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Letras

Antony Beevor: "Francia ha abierto una brecha en Europa quizás irreparable"

13 marzo, 2003 01:00

Antony Beevor. Foto: Graham Jepson

En realidad, todas las obras de investigación de Beevor giran alrededor de los últimos años de la II Guerra Mundial, ya sea el Berlín de 1945, Stalingrado o el París liberado. Un período apasionante cuyas consecuencias aún padecemos, aunque no deje de sorprender que un oficial del ejército británico, miembro de la 11ª Compañía de Húsares, lo abandone todo para convertirse en historiador.

-Cuando estaba en la Academia Militar de Sandhurst como alumno estudié Historia Militar con un famoso historiador británico, John Keegan. Más tarde continué como oficial de carrera hasta que empecé a escribir una novela, tras cinco años en el ejército. Verá, muchos de los miembros de mi familia materna habían sido escritores, así que pensé que por qué no iba a intentarlo yo. Después de varias novelas, sin embargo, los editores me sugirieron que tuviera en cuenta también la historia militar, y bajo la inspiración de John Keegan y su amena aproximación a la materia de nuevo volví a preguntarme “¿por qué no?”. Yo siempre he odiado la manera tradicional de tratar las batallas en la historia militar convencional como si fueran partidas de ajedrez, porque creía que lo que uno necesitaba conocer era la experiencia personal de los individuos, resultado de las decisiones de sus comandantes”.

Desde entonces han pasado varios años, un puñado de libros y millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. ¿Lo último? En España, París después de la liberación 1944-1949, que aparece la próxima semana y que Beevor escribió junto a su esposa, Artemise Cooper.

"La postura francesa sobre Irak es una mezcla de instinto y oportunismo. Chirac sufre folies de grandeur y espera situar a Francia como líder del mundo no alineado"

-Escribimos el libro juntos -explica- porque ambos conocíamos Francia bien y hablamos francés. Pero no sólo por eso. El abuelo de Artemise, Duff Cooper, fue embajador británico desde 1944 a 1948 en Francia después de ser el representante personal de Churchill ante el general De Gaulle. Los diarios inéditos de Duff Cooper se convirtieron en una fuente nueva y muy rica, asombrosa. Eso, combinado con la apertura de los archivos soviéticos y los informes de los archivos norteamericanos nos proporcionaron una visión novedosa de esos años. Inmediatamente comprendimos que París fue el primer campo de batalla de la Guerra Fría, antes incluso que el mismo Berlín.

EE.UU.-Francia, un amor imposible

-Sin duda, pero ¿cómo se repartieron el trabajo?
-Nos lo repartimos por temas. Tenga en cuenta que la clave del libro estaba en reunir todos los elementos de esa etapa, tanto los sociales como los diplomáticos, los culturales, los políticos, los acontecimientos militares y la historia. Esta aproximación sorprendió (y ofendió) a muchos historiadores académicos anticuados, pero era la única manera de demostrar que las políticas de la Ocupación y de la Liberación influyeron en todo, incluso en la moda y en la pintura.

Aunque asegura que de este libro ama “la mezcla de lo frívolo y lo sumamente serio”, proclama que su retrato del París liberado, con sus luces y sombras, puede iluminar la actual política europea.
-Por supuesto. El libro trata un asunto verdaderamente relevante hoy porque examina los orígenes de esa intensa relación de amor y odio entre franceses y americanos que se desarrolla desde 1944. Como los acontecimientos de las últimas semanas han demostrado, esa relación puede tener una importancia crucial en el futuro inmediato.

-¿Y cómo explica la actual posición francesa ante la crisis de Irak, y su distanciamiento de la propuesta del eje Estados Unidos- Gran Bretaña-España ante la ONU? ¿Es quizás un síntoma de nostalgia de la grandeur perdida o quizá el inicio de una nueva política europa independiente en lo que a la política internacional se refiere?
-La postura francesa sobre Irak es una mezcla de instinto y oportunismo. Chirac sufre folies de grandeur y, trabajándose a los países árabes y africanos, espera situar a Francia como líder del mundo no alineado. Chirac debe pensar que está creando una nueva política exterior europea, pero lo que en realidad está logrando es justo lo contrario. Ha abierto una brecha en Europa, quizás irreparable.

"La historia nunca se repite. La principal lección que debemos aprender de la II Guerra Mundial es el efecto devastador de la propaganda que trata de deshumanizar al enemigo"

-¿La guerra contra Irak es inevitable?
-Me temo que ya hemos pasado el punto de no retorno, no sólo en lo que se refiere a la guerra con Irak, sino en la brecha abierta entre los países occidentales y los que se sienten ofendidos -especialmente musulmanes- por lo que ven como arrogancia tecnológica, y por el materialismo de los principales actores del mercado global.

-Algunos analistas aseguran que es imposible comprender la crisis sin leer sus libros...
-Podemos aprender mucho del pasado, pero la historia nunca se repite. La principal lección que debemos aprender de la II Guerra Mundial es el efecto devastador de la propaganda que trata de deshumanizar al enemigo. Los llamamientos de Al Qaeda a asesinar judíos y americanos son tan espantosos como los producidos por los regímenes nazi y soviético en sus llamadas a la aniquilación de sus enemigos. Occidente debe sobre todo ser cuidadoso de no seguir el mismo camino. No vamos a ver ninguna especie de repetición de la II Guerra Mundial, ni siquiera de la Guerra Fría, pero nos enfrentaremos sin duda a un conflicto largo y fragmentado de baja intensidad, azuzado por incidentes particulares. La migración de la población hará de esto lo más difícil en el futuro. No fue casual que la mayoría de los argelinos que aparentemente aclamaban a Chirac gritasen: “¡Visado! ¡Visado!” Su idea de amistad con Europa es libertad de movimientos y permisos de trabajo.

Camisas de fuerza

Contundente, Beevor explica que todo parte de 1945.
-Sí, 1945 es aún una fecha muy relevante para Europa, no sólo porque señala el final de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, sino porque fue entonces cuando todas los odios y presiones nacionalistas, que no se resolvieron del todo en 1945, se acallaron por mucho tiempo. La Guerra Fría puso a Europa una camisa de fuerza y en la última década tras la caída del Muro de Berlín hemos comenzado a ver el resurgir de muchos viejos problemas. La idea de que la Unión Europea puede resolverlos mediante la ampliación y la integración es desgraciadamente muy optimista.

"La Guerra Fría puso a Europa una camisa de fuerza y en la última década tras la caída del Muro de Berlín hemos comenzado a ver el resurgir de muchos viejos problemas"

-¿Nos encontramos ante un conflicto cultural o económico?
-Ambos factores están fuertemente relacionados, como yo mismo sugerí hace tiempo. Los musulmanes rechazan modernizarse y tomar parte en una economía inevitablemente cada vez más globalizada, lo que resulta uno de los elementos claves de la ruptura del crecimiento. El resentimiento puede ir aún más lejos, tanto a nivel nacional como individual. Este es un resultado tristemente ineludible de un mundo cada vez más dramáticamente tecnocéntrico. No podemos desinventar internet, que hace imparable la globalización de los mercados.

-Su Stalingrado (1998) obtuvo premios como el Samuel Johnson, el Wolfson de Historia y el Hawthornden de literatura en 1999. Se ha traducido en 24 países y ha vendido más de un millón de ejemplares: ¿Cuál es el secreto para convertir la historia rigurosa en un best seller?
-No hay ningún secreto. Ni yo ni mis editores esperábamos que Stalingrado despegase en el modo en que lo hizo. Sólo puede explicarse este fenómeno de forma retrospectiva. Creo que lo que ocurrió fue que me aproximé de forma instintiva al tema de la guerra, vinculando la historia vista en perspectiva con la historia vista desde dentro para mostrar los resultados directos de las decisiones de Stalin o Hitler sobre los individuos, una visión que enganchó a las nuevas generaciones que crecieron tras la Guerra Fría. La Historia solía ser escrita en términos colectivos -historia de un país, una industria, un ejército- pero desde el final de la Guerra Fría, el fin de las lealtades colectivas y la fragmentación de la sociedad, la gente ha desarrollado un gran interés por la experiencia del individuo situado ante el maelstrom de la guerra y los grandes eventos. Los jóvenes, que son una generación postmilitarista, que viven hoy en un mundo de leyes sobre seguridad y limpieza, se sienten fascinados por las experiencias de la generación anterior, cuyos miembros carecían de control sobre su propio destino. Se imaginan qué hubieran hecho. ¿Habrían sobrevivido a tantos horrores, habrían tenido el coraje moral de rechazar la orden de disparar contra civiles? Para mí lo más chocante es la cantidad de mujeres que han leído Stalingrado y, sobre todo, Berlín. Hace mucho que la Historia Militar no es asunto exclusivo de coroneles. Es un asunto vital para toda la humanidad.

Los historiadores han revelado la verdad sobre Stalin, pero para los rusos resulta muy duro afrontar esa verdad. Stalin se erigió en símbolo de la resistencia contra el nazismo

-La semana pasada se cumplieron 50 años de la muerte de Stalin: ¿el tiempo le ha hecho justicia? ¿Fue el asesino más cruel del siglo XX o el “papaíto” que casi un 30 por ciento de los rusos añora?
-Los historiadores han revelado la verdad sobre Stalin, pero para los rusos resulta muy duro afrontar esa verdad. Stalin se erigió en símbolo de la resistencia contra el nazismo, y eso hace que incluso a aquellos que odiaban a Stalin no les guste ver que se le critica si eso socava sus terribles sacrificios en la Gran Guerra Patriótica. A escala mayor, es duro para los rusos reconocer que deben volver a valorar más de 70 años de la existencia de su nación bajo el comunismo -varias generaciones, con millones de vidas devastadas y arruinadas. Los alemanes sólo tienen 12 años de nazismo que reconsiderar.

Pésimas películas de época

-¿Cree que, con sus libros, los lectores podrán comprender lo fría que fue la Guerra Fría?
- Es muy duro hoy, para una generación que conoce lo justo de la II Guerra Mundial, de la Guerra Fría o de los reclutamientos, imaginar cómo era la vida entonces para gente como ellos mismos, pero nacidos 50, 60 ó 70 años antes. Por eso los libros de historia son tan importantes, especialmente en un tiempo en que las películas de Hollywood -la fuente principal de imágenes históricas- son pésimas, inexactas y manidas. A menudo añaden un triángulo amoroso a un momento histórico fundamental, que es casi siempre reescrito para colocar a los americanos en el centro del escenario del drama de los asuntos mundiales.

-Stalingrado, Berlín, Creta, París... ¿Qué está escribiendo ahora?
-El próximo libro será secreto hasta que se publique. La historia está fuertemente ligada a la caída de Berlín y proviene de materiales extraordinarios que hemos descubierto en los archivos rusos. Tras eso escribiré mi último libro sobre la II Guerra Mundial, que versará sobre el desembarco del día D en Normandía y las batallas que llevaron a la Liberación de París. Será lo que los editores americanos llaman la precuela de París tras la Liberación.