Image: La paradoja del poder norteamericano

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Letras

La paradoja del poder norteamericano

Joseph S. Nye jr.

20 marzo, 2003 01:00

Joseph S. Nye jr., por Gusi Bejer

Traducción de gabriela bustelo. taurus, 2003. 300 páginas, 21 euros

La paradoja del poder norteamericano es el manual que yo aconsejaría para entender lo que está ocurriendo hoy en el mundo. Nye no es Chomsky, pero frente a los halcones de Bush parece Martin Luther King

Joseph Nye, actual decano de la Kennedy School of Government, en Harvard, siempre fue un adelantado. En los 60 y 70, cuando todos se desvivían por descubrir los entresijos del Kremlin y de la carrera nuclear, con Robert Keohane y algunos más, nos descubrió un planeta interdependiente. Cuando Cyrus Vance y Jimmy Carter lo eligieron en el 77 para dirigir la política contra la proliferación desde el departamento de Estado, prohibió la exportación de plantas de reprocesamiento y evitó que hoy tuviéramos treinta o cuarenta, en vez de ocho (nueve si incluimos ya a Corea del Norte), potencias nucleares.

A finales de los 80, cuando Paul Kennedy popularizó el declive del imperio estadounidense y Japón parecía a punto de desbancar a los EE.UU., Nye, en Bound to lead, defendió que había imperio para rato.

Como subsecretario de Defensa y presidente del Consejo de Inteligencia Nacional entre el 93 y el 95 en la Administración Clinton-Gore, ayudó a diseñar la primera política exterior y de seguridad estadounidense de la posguerra fría e impulsó de forma decisiva la entrada de los EE.UU. en la era de la información y de Internet. En La paradoja del poder norteamericano, su último libro, vuelve a anticiparse. Con brillantez y concisión analiza en 230 páginas (las 78 restantes son notas y un índice analítico) los principales desafíos del nuevo siglo. Es el manual que yo aconsejaría a un estudiante de quinto de políticas o de periodismo para entender lo qué está ocurriendo hoy en el mundo.

¿Qué deberes y obligaciones tienen los EE.UU. como primera potencia del planeta? ¿Cuál es realmente su poder en relación con las demás y cuáles son las fuentes de ese poder en un mundo globalizado? ¿Qué posibilidades tienen China, Japón, Rusia, India y la UE de alcanzar o superar a los EE.UU. en el siglo XXI? ¿Qué efectos está teniendo la revolución de la información en todo el sistema? ¿Hasta cuándo podrán los EE.UU. seguir siendo los principales beneficiarios de la globalización? ¿Cuáles son las lecciones del 11-S y cómo debería redefinirse el interés nacional para evitar males mayores?

En sus respuestas a todas estas preguntas en cinco capítulos divididos en 30 apartados, Nye desmonta idea a idea, sueño a sueño, mentira a mentira, el andamiaje intelectual de los unilateralistas puros (Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Condoleeza Rice...) que, tras el 11-S, se han impuesto en la Casa Blanca, decididos a acabar con Sadam Husein y con todo lo que éste representa. Su denuncia principal es que están obcecados por la dimensión militar y económica del poder, el llamado poder duro, en el que efectivamente los EE.UU. no tienen rival, y están ignorando trágicamente que, en la era de la información y de la globalización, el poder blando (cultura, ideología, instituciones, Hollywood, becas Fulbright y regímenes multilaterales contra los nuevos riesgos), es indispensable para ejercer y aumentar la influencia de forma pacífica. "La arrogancia, la indiferencia ante terceros y la política nacional de mentalidad estrecha que defienden los nuevos unilateralistas constituyen una forma segura de debilitar nuestro poder", escribe.

De confirmarse de nuevo sus previsiones, sólo la UE podría rivalizar con los EE.UU. por la supremacía internacional en una o dos generaciones. "(La UE) es lo más parecido a un igual que tienen ante sí los EE.UU. a principios del siglo XXI", reconoce. Con un PIB similar, más población, más hombres en armas, dos tercios de los gastos en defensa estadounidenses, la moneda única y dos potencias nucleares (Francia y el Reino Unido), que Europa resurja como superpotencia sólo depende de que logre la cohesión suficiente. Si la actual crisis de Irak es el modelo, no van por ahí los tiros. Con la última revolución de la información, añade, la política exterior ha dejado de ser el coto privado de los gobiernos, el número de ONG ha pasado de 2000 a casi 30.000 desde 1970 y hasta los Estados más fuertes han perdido soberanía e invulnerabilidad. Esta fue la gran lección del 11-S.

No son ideas nuevas. El propio Nye viene plasmándolas en libros y artículos desde hace muchos años. Lo novedoso es la forma en que las depura y enriquece tras el 11-S, rompiendo tabúes tan arraigados como la confusión entre globalización, americanización y homogeneización. El terrorismo de Bin Laden y la expansión del SIDA y del Islam también son parte de la globalización, y no proceden precisamente de los EE.UU.

Que nadie se engañe: Nye no es Chomsky ni se le puede catalogar en la escuela de los idealistas o pacifistas. Reconoce la importancia de la fuerza y llega, incluso, a defender la decisión estadounidense de no firmar el tratado que prohibe las minas anti personas para poder defender a Corea del Sur y el que dio vida, el pasado 1 de julio, al primer Tribunal Penal Internacional para poder seguir apoyando las misiones de paz. A pesar de ello, frente a los halcones de Bush, parece Martin Luther King.