Image: Afinidades vienesas

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Letras

Afinidades vienesas

Josep Casals

3 julio, 2003 02:00

Josep Casals. Foto: Anagrama

Premio Anagrama de Ensayo. Anagrama, 2003. 679 páginas, 25 euros

"Aquellos vieneses" -escribe José María Valverde en su presentación de este notable libro, que ha merecido el XXI Premio Anagrama de Ensayo- "no sabían que eran tan importantes, y el mundo no se dio cuenta tampoco hasta mucho después".

Es posible que el reconocimiento de su relevancia como genuino laboratorio de fórmulas y proyectos, de experimentos éticos y estéticos y, sobre todo, de ajustes de cuentas con certezas que se habían mantenido incólumes durante siglos, haya sido tardío, sí. Pero también lo fue el de uno de los inspiradores de ese "centro de vacío de valores europeo", por decirlo con Broch, que identificamos con la Viena que, hundiendo sus raíces en la crisis finisecular, se adentra hasta la tercera década del XX, firmemente decidida, en un insaciable juego entre la verdad y la simulación, entre el experimentalismo más audaz y la conciencia irónica de lo profundamente ambivalente de toda pieza de vida y de cultura, a convertirse en imagen y escenario privilegiado de una de una intensa ymultiforme búsqueda de otro modo de ser hombre (y/o mujer): Friedrich Nietzsche. En sus últimos días lúcidos este gran catalizador de ese "diluvio" del que, al decir de Magris, todos somos hijos, se hacía una y otra vez amargo eco del silencio con el que era recibida su obra: "el desierto en torno de mí es monstruoso". Dos décadas después, su influencia era ya tan honda y extensa que pronto pudo incluso hablarse de la "Europa de Nietzsche", una Europa de las que las "afinidades vienesas" que hoy reconstruye Casals en todas sus dimensiones con inteligencia y elegancia no comunes jugaban un papel decisivo.

También ellas tuvieron que aguardar su hora. Pero, sea como fuere, en la década de los 70 del pasado siglo la "modernidad vienesa" -o la Viena fin-de-siècle- accedió al estatuto casi de objeto de culto. Un culto al que no tardaron en rendirse autores como Magris o Cacciari, Schorske, Janik y Toulmin o, entre nosotros, Valverde y Jarauta. Y que movió a exposiciones tan memorables como las de Venecia en 1984, Viena en 1985 y París en 1986, esta última titulada Viena 1880-1938. El alegre apocalipsis. Confrontado a tan vasta materia, la estrategia expositiva escogida por Casals pasa por emparejar, en la primera parte, cuatro pensadores con escritores afines a ellos: Weininger/ Kraus; Freud/ Schnitzler; Mauthner/Hoffmannsthal y, finalmente, Wittgenstein/Musil. En todos ellos, y como resultado de sus particulares batallas, Casals percibe la caída del Sujeto -del sujeto "masculino"- "como unidad sustancial y la imagen del lenguaje como espejo del mundo". Pero también la emergencia de "otro modelo de conocimiento afín a la complejidad del arte". En la segunda parte, Casals ofrece una serie de "variaciones" en torno a la identidad y el lenguaje: en música, Mahler y Schünberg; en pintura, Klimt y Schiele; en arquitectura, Otto Wagner y Loos. En el impresionante Finale el lector recibe una síntesis magistral de cuanto aquí ha entrado en juego. Y una genealogía, singularmente matizada, de sus condiciones de posibilidad, secretas o no, tácitas o explícitas, pero siempre apasionantes. Y tomando pie en ellas -y en sus resultados- subraya la ejemplaridad que a sus ojos conserva hoy aún la experiencia vienesa; "ante quienes invocan la memoria del sujeto ilustrado a la vez que participan de la cultura periodística, o ante quienes hacen de la muerte del sujeto una patente de corso en esa nueva décadence llamada posmodernidad, los ‘grandes vieneses del lenguaje’ enseñan a vivir en la crisis sin añorar dioses caídos, sin pretender recomponer el espejo del mundo, pero también sin renunciar a entrever el otro lado de ese espejo roto. Abocados a la ambivalencia, saben que sólo hay imágenes fragmentarias -como las de Schiele-, pero esa misma conciencia les enseña a mirar por las fisuras... Al lado de lo fáctico comparece lo que excede toda gobernabilidad: el espacio incomunicable, a la vez privado e infinito, del valor. El reino milenario de Musil, el horizonte azul de Trakl".

Es posible que la "moda vienesa" esté atenuándose -como la "posmoderna"-pero nada de ello impide, como Casals sugiere, que sea mucho lo que de ese archipiélago y de esas batallas hable aún a "nuestras preocupaciones y nuestra imaginación". De ello es prueba contundente este libro, al que sólo cabría reprochar un exceso de riqueza. Pero también aquella Viena en la que todas las posibilidades eran consideradas sin ser, a la vez, reabsorbida escisión alguna. Genuina Babel de identidades, intereses, lenguas y visiones del mundo, fue una desbordante y desbordada fiesta en la que una forma de humanidad vivió sus "últimos días".