Image: Mañana. A favor de la libertad de expresión en Marruecos

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Letras

Mañana. A favor de la libertad de expresión en Marruecos

Alí Lmrabet

10 julio, 2003 02:00

Alí Lmrabet, por Gusi Bejer

Edición y presentación de L. Feliu y B. López García. Península. 158 páginas, 12 euros

Lmrabet es un manifiesto puro de rebeldía crítica, tamizada de humor humanista a veces, corrosivo otras. Esta antología demuestra que es además un periodista de casta, con excelentes dotes para esbozar situaciones y retratos de la sociedad marroquí

Conozco a Alí Lmrabet desde hace unos quince años. Solía hacer escala en mi casa de regreso de París y con destino a Tánger. Le animaba el propósito de hacer una tesis de doctorado en La Sorbona bajo los auspicios académicos del difunto Carlos Serrano. El tema de su tesis era el ineludible de la Guerra del Rif, tanto más ineludible para él en cuanto sus orígenes familiares son rifeños. Creo que esa tesis no llegó a terminarse. Sin embargo, Alí siguió haciendo compatible su vocación histórica con la carrera diplomática, que le trajo a Madrid y luego le llevó a Buenos Aires. Hubo un trato cordial entre los dos, y siguió habiéndolo cuando reencontré al combativo periodista en el Rabat de la presunta transición política que data de los meses inmediatos a la muerte de Hassan II (julio de 1999).

Lmrabet pareció haber encontrado su razón de ser en la información y polémica políticas, periodísticamente canalizadas. Eran los días del florecimiento informativo prodigioso en la prensa marroquí en lenguas árabe y francesa, como he puesto de relieve en Diálogos Ribereños. Conversaciones con la élite marroquí. Estimo que la labor de Lmrabet en la redacción de Le Journal, periódico casablanqués que irrumpió con brío en la primavera periodística de Marruecos antes mencionada, no ha sido baladí. Muy en particular porque me ha parecido ver en él la encarnación de un proceso existencial en busca de su identidad personal, hasta alcanzar el territorio de la información actualizada y el debate en la prensa en cuanto patria personal y tribuna de oficio adecuada: "en este país, el periodismo es un sacerdocio. Hay que estar preparado para lo peor", escribirá Lmrabet a sus colegas Aboubakr Yamai y Alí Amar.

El lector español que deslice su mirada por las páginas de esta antología, comprobará que Lmrabet es un periodista de casta, que sus dotes para esbozar situaciones casuísticas y retratos atinentes al establecimiento político de la sociedad marroquí son sobradas. Item más, yo añadiría que son excelentes, y que privando al lector marroquí de la oportunidad de contrastar en Demain/Doumana (el tándem periodístico dirigido por Lmrabet) otras visiones, otras versiones de la actualidad nacional y mundial que brindan los medios de comunicación al ciudadano magrebí que habita al sur de Tarifa, se contribuye al empobrecimiento de la savia que circula por las capilares del viejo y joven Marruecos.

Sería no ya añagaza de la ley dudosa, sino "trampilla" de escolar adolescente, no dejar aquí claro que Ali y el reducido grupo que le asiste en Demain/Doumane se inclina con frecuencia a la caricatura satírica del Establecimiento político del Marruecos de nuestros días, o sea, del reinado de Mohamed VI. Esa incli- nación le ha valido tres años de prisión y otras sanciones adicionales con las que le ha castigado el tribunal de primera instancia de Rabat el 21 de mayo del año en curso.

Dejando aparte la protesta euro-magrebí que ha provocado la desproporcionada sanción impuesta a Lmrabet, yo me pregunto si en Marruecos no se ve con diafanidad que nuestro hombre es en su trayectoria un manifiesto puro de rebeldía crítica, tamizada de humor humanista a veces, corrosivo otras. Me pregunto si no se ve que es el amor a su país el sentimiento que le inspira sus columnas, sus apostillas, sus "indirectas", de las que hay ejemplos variados en las páginas de Mañana, acertadamente subtitulado: "a favor de la libertad de expresión en Marruecos."Así lo demuestran las páginas que abordan el problema del Sáhara occidental, lo mismo que las que se refieren al estancamiento operativo de los gobiernos presidididos por Yusufi. Aunque predominan los artículos de corte político -"¿Primavera humanitaria en Marruecos?, "¿Tenemos fascistas en Marruecos?", "Un año sin Hasán II", "Perejil: humillación y cólera"...-, también abundan los de contenido social, como el dedicado a Alí B., "un indigente corriente"; a un comerciante secuestrado y torturado; a los 2000 militares marroquíes que llevan 20 años olvidados y presos en Tinduf o la crónica de cómo el propio Lmrabet cruzó el Estrecho en una patera, entre ilegales.

Puesto que se avecinan los fastos del entronizamiento de Mohamed VI (30 de julio), quiero pensar que el rey de Marruecos entenderá con magnanimidad y clemencia -los atributos regios de todo buen soberano musulmán- el asunto Lmrabet. Y que, en consecuencia, estudiará la necesidad de condonarle las sanciones que han recaído sobre su persona. Justo por un exceso de celo del buen patriota que ha elegido el milenario recurso del homo sapiens (la crítica satírica) para coadyuvar a su modo y manera al nacimiento definitivo de un vecino territorial de España que sea socialmente más justo e informativamente más libre. Una medida de este género aumentará el número de amigos españoles que apostamos por el éxito final de la transición global en Marruecos, al tiempo que trabajamos desde atalayas diversas por su inserción paulatina en la familia euro-magrebí de un futuro ya próximo.