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Letras

Historia viva

Hillary Rodham Clinton

4 septiembre, 2003 02:00

Hillary Rodham Clinton, por Gusi Bejer

Trad. Claudia Casanova. Planeta. Barcelona, 2003. 619 págs, 25 euros

La razón más probable del éxito de ventas de Historia viva, y de que los editores americanos le hayan pagado a la autora ocho millones de dólares, reside en lo que se cuenta en algunos de los capítulos finales sobre la relación Clinton-Lewinsky

La publicación de las memorias de la mujer del anterior presidente de los Estados Unidos estuvo precedida en ese país por una intensa campaña de prensa en la que no faltó una larga entrevista de la autora con uno de los grandes personajes de la televisión norteamericana: Barbara Walters.

La escena tenía como fondo el Mall de Washington que recordaba tanto el pasado reciente de la exPrimera Dama, como lo que es ahora su presente ocupación de senadora o, incluso, lo que podría ser el escenario político en el que tendrá que moverse la primera mujer que sea Presidente de los Estados Unidos de América, que bien podría ser la misma Hillary Rodham Clinton (1947, Chicago). Las memorias -ni que decir tiene- escalaron de inmediato al primer puesto de las listas de ventas.

El libro tiene, en sus comienzos, casi una quinta parte de sus páginas dedicadas a contarnos los orígenes familiares de la autora y los años de formación universitaria en Wellesley -una de las universidades femeninas más selectas del país- y en la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale. Allí conocería a Bill Clinton en 1971 y se casarían cuatro años más tarde. La joven que se nos presenta en estas memorias era una conservadora republicana que, en contacto con los ambientes de protesta de las universidades americanas de los años sesenta, evolucionó hacia actitudes de solidaridad con las posiciones progresistas de apoyo al movimiento de los derechos civiles y de rechazo a la guerra del Vietnam, aunque no se dejase llevar por la retórica revolucionaria de aquellos años. En Wellesley había sido la primera alumna que habló en una ceremonia de fin de curso, ocasión que aprovechó para salir en defensa de las protestas que hacían los jóvenes de su generación, y replicar a las críticas de esas protestas que acababa de hacer el conferenciante de honor de aquel acto, un venerable senador republicano negro.

Como ella misma señala en las primeras líneas del libro, las mujeres de su generación tuvieron oportunidades que no estuvieron al alcance de las generaciones anteriores de mujeres de su país y que son todavía inconcebibles para algunas mujeres de hoy en muchos lugares del mundo. Una prueba de ello es que, como gesto de independencia profesional, Hillary Rodham se negó a utilizar el apellido de su marido -hasta entonces Fiscal General y, después, gobernador de Arkansas- hasta que la derrota de éste, al intentar ser reelegido en 1980, le llevó a la conclusión de que la reelección de un marido como gobernador valía más la pena que el mantenimiento a ultranza de su nombre de soltera. Todas esas páginas iniciales constituyen una apasionante crónica de los cambios experimentados por la sociedad americana desde mediados de los años cincuenta.

De todos modos, la razón más probable del éxito de ventas del libro, y de que los editores americanos le hayan pagado a la autora ocho millones de dolares, reside en lo que se cuenta en algunos de los capítulos finales, en los que la continuada negativa del presidente Clinton a aceptar la existencia de una aventura extraconyugal con una becaria que trabajaba en la Casa Blanca, hizo que se pusiera en duda la estabilidad del matrimonio presidencial, a la vez que quedaba dañada la propia gestión de gobierno. No faltaron entonces quienes pensaron que, al margen de la oportunidad y viabilidad de una condena (impeachment), aquella hubiera sido una buena ocasión para que Clinton dimitiera en bien de su propia nación y, tal vez, de su propia imagen.

La señora Clinton mantiene que, durante aquellos primeros ocho meses de 1998, creyó la persistente negativa de su marido sobre el asunto, a pesar de que las pruebas en contrario resultaban literalmente ensordecedoras y de que tampoco operaban a favor de Clinton unos antecedentes que ya le habían creado una situación muy incómoda durante la campaña electoral de 1992. Hillary afrontó en esas ocasiones el conflicto que han experimentado muchas mujeres de su generación que cuentan con una preparación que les permite acceder a los puestos de la más alta responsabilidad mientras que, a la vez, se sienten exigidas a mantener comportamientos tradicionales de esposas y madres. En este sentido este libro es, en cierto modo, una continuada declaración de amor -no faltarán quienes piensen que interesada- al compañero de muchos años.

Esta declaración de amor, por más que resulte desusada, no deja de ser respetable, aunque no despeje todas las dudas sobre la sinceridad de la sorpresa de la señora Clinton al conocer la realidad de los hechos, y la de su decisión de mantener su apoyo personal, primero al Presidente de su país y, después, al marido y padre de su hija.

El libro es, por lo demás, una crónica detallada de ocho años de vida en la Casa Blanca en los que Hillary Clinton tuvo un decidido protagonismo político, superior al de cualquier otra Primera Dama anterior. Su participación en los proyectos de su marido para proporcionar asistencia sanitaria a muchos norteamericanos que aún carecen de ella se saldó con un fracaso, pero confirmó la existencia de una decidida vocación política en Hillary Clinton, que se tradujo en su elección como senadora por Nueva York en los mismos comicios en los que su marido dejó de ser Presidente. Todo el libro está lleno de guiños a su electorado neoyorquino hasta el punto de proclamarse fan del equipo de beisbol de los Yankees. Algo tan sospechoso como si un político barcelonés se declarara madridista de toda la vida.

Pese a la acumulación de datos de crónica de alta política de los ocho años de vida en la Casa Blanca, el libro no sólo se recrea en un pasado que se describe de la forma más encomiástica, sino que tiene también mucho de carta de presentación de una mujer decidida a estar presente en la vida política futura de su país. La respuesta a esta carta habrá de esperar, posiblemente, hasta las elecciones presidenciales del 2008.