Image: Alto voltaje

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Letras

Alto voltaje

Germán Sierra

24 junio, 2004 02:00

Germán Sierra. Foto: Mondadori

Mondadori. Barcelona, 2004. 144 páginas, 15’50 euros

Ante la narrativa de Germán Sierra -conceptual, llena de ideas tan abrumadoras como fascinantes- es imposible permanecer indiferente. Ocurre así desde que se pronunció con El espacio aparentemente perdido (1996) hasta este volumen de relatos ilustrado por la imagen que le sirve de título.

Alto voltaje propone varias lecturas pero sobre todo sugiere, recuerda, que la realidad atosiga al individuo, y éste necesita una descarga inesperada que le devuelva su condición de ser humano sensible. Con el son ya cuatro los libros publicados (el más logrado, ¿quizá?, Efectos secundarios), suficiente para conocer su personalidad creadora, sutil, culto, capaz de ofrecer, con cada libro un desafío. Y es un digno observador de los males que acechan a la sociedad actual. Males que transforma en sustancia narrativa, en obsesiones repetidas, como en el caso de los catorce relatos aquí reunidos: males que aparecen de fondo, sesgando vidas, engullendo a quienes son presa fácil de consuelos evanescentes. Males que derivan del hecho de vivir, como le ocurre al joven que salió de su casa con el encargo de llevar un sobre azul que pierde sin razón porque sufre episodios de amnesia que le angustian, porque tiene la sensación de que se le desvanecen no los recuerdos, sino el sentido de la memoria. El peor efecto secundario de la vida -parece querer decir- está en la dificultad para digerir lo deprisa que va, por eso comprende a quienes intentan retener la emoción con fijadores químicos. Seguramente cree que otros, como el, duermen mal de noche porque les despierta el aliento de la oscuridad. Que la causa es "ese latido interior y constante que dice: yo, yo, yo", y que hay que "intentar narcotizarlo de forma pasajera".

La voz de ese joven mensajero, ingenua, ininterrumpida, marca uno de los tonos que pulsa este volumen, el más obsesivo, el que gusta de especular con ideas, el del biólogo del relato que da título al volumen (uno de los más logrados), o el del narrador omnisciente que discurre por otras historias pegadas a la realidad, a veces elucubradoras en extremo. El otro tono, menos críptico, más inclinado a la nostalgia, sorprendente por el despliegue de habilidades (juegos constructivos, perspectivas cambiantes) con las que el autor se revela, acecha a cuentos entrañables como el del ferroviario protagonista de "En busca de otras estaciones", y sobre todo a uno de trama, estructura y ambientación ejemplares, aquel en el que el narrador, Martin Mach, "se relata a sí mismo como el epílogo de su propia leyenda". ¡Léanlo! Artemio Devlin es, sin duda, uno de los aciertos de este volumen irregular, paradójico, a ratos fascinante. Prueba de que Sierra todavía tiene mucho que ofrecernos.