Publicado póstumamente en 1779, el tiempo apenas ha afectado a Diálogos sobre la religión natural, un clásico del pensamiento ilustrado. Hume escarnece la posibilidad de una teología racional y no se muestra menos implacable con el deísmo. La prueba teleológica se basa en una analogía arbitraria, pues las obras del hombre no pueden asimilarse a la acción creadora de Dios. La existencia del mal insinúa que el universo está gobernado por el azar y no por un principio moral. La fe no es hija de la razón, sino de la nostalgia colectiva de un Padre omnipotente. Hume se anticipa dos siglos a los argumentos de Freud, que sitúa las creencias religiosas en el ámbito de la patología.