Image: ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad estadounidense

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Letras

¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad estadounidense

Samuel P. Huntington

15 julio, 2004 02:00

Samuel P. Huntington, por Gusi Bejer

Traducción de Albino Santos Mosquera. Paidós. Barcelona, 2004. 488 páginas, 28 euros

Tan a menudo se confunden globalización y americanización, que puede resultar sorprendente la inquietud de un intelectual estadounidense ante la amenaza que para la identidad nacional de su país supone la creciente movilidad internacional de las personas y de las culturas.

Este es, sin embargo, el caso de Samuel Huntington, quien en su nuevo libro se suma al amplio coro de quienes se sienten preocupados por el aparente declive de la lealtad al Estado nacional. La tesis básica de su libro es que estamos viviendo, a nivel mundial, una crisis de las identidades nacionales y que en el caso concreto de los Estados Unidos esa crisis afecta a los fundamentos de la nación. La identidad estadounidense estaría en crisis debido a la confluencia de cuatro factores: la desaparición de la amenaza que para su seguridad nacional representaba la Unión Soviética; el auge de las ideologías multiculturalistas, que minan la legitimidad de la identidad cultural común; el impacto de la tercera gran oleada migratoria, que comenzó a llegar en los años 60 y, a diferencia de las anteriores, no era básicamente europea, sino latinoamericana y asiática, y mantiene un mucho mayor contacto con sus países de origen; y finalmente el hecho de que casi la mitad de los inmigrantes de esta tercera oleada hablan una misma lengua, el español, lo que plantea la posibilidad de que los EE.UU. lleguen a ser bilingöes.

Algunos de los argumentos de Huntington, como los referentes a los peligros del bilingöismo, resultan polémicos, pero el tono del libro no lo es. No estamos ante una elegía por la pérdida de los valores nacionales, ni ante una diatriba contra quienes los amenazan, sino ante un sólido y muy documentado análisis de las tendencias sociales que, en las últimas décadas, han puesto en cuestión los principios y los mecanismos a través de los cuales sucesivas generaciones de inmigrantes se han integrado en la sociedad estadounidense, para formar un solo pueblo. La finura con la que analiza los procesos sociales hace que su libro resulte fascinante, incluso si no se comparten los planteamientos de su autor.

Debido al papel que los Estados Unidos desempeñan en el mundo, es importante comprender cómo se está transformando la sociedad norteamericana, pero la mayor parte de las tendencias que Huntington describe se perciben también en muchos otros países. El declive de la identificación exclusiva de los ciudadanos con el Estado nacional, bajo la doble influencia del auge del cosmopolitismo y de las identidades locales, o la llegada masiva de una población inmigrante cuya integración en una identidad común en un par de generaciones dista de estar garantizada, son fenómenos visibles en otras lugares y particularmente en España.

El argumento básico de Huntington se pude resumir en la contraposición de dos metáforas. Los Estados Unidos no serían, como a menudo se dice, un crisol en el que se han fundido distintas identidades culturales para formar una nueva. Se parecen más a una sopa de tomate, en la que las aportaciones culturales de las oleadas de inmigrantes representan las nuevas especies que sazonan de manera distinta un plato cuyo elemento esencial no cambia. Los valores básicos del credo americano siguen siendo los del siglo XVIII y están anclados en la identidad cultural anglosajona y protestante de los primeros colonos. Subraya en especial Huntington los fuertes lazos que en Estados Unidos, a diferencia de buena parte de Europa, existen entre las creencias religiosas y los principios liberales y democráticos, debido al papel que en su nacimiento jugó el protestantismo disidente, muy difundido entre los primeros colonos. En ese sentido, el origen de los EE.UU. estaría en la revolución puritana inglesa del siglo XVII, antes que en la Ilustración del siglo XVIII. El credo americano, basado en la libertad, la igualdad, el individualismo, la ética del trabajo y el moralismo, tendría sus raíces en el protestantismo disidente, cuyos valores habrían sido asimilado por otras comunidades religiosas, como el catolicismo, a medida que estas se americanizaban. Si el origen de la identidad cultural estadounidense está en el XVIII, el desarrollo del sentimiento nacional fue más tardío. La edad de oro del nacionalismo fue el siglo comprendido entre la guerra de Secesión y los años 60 del siglo pasado. Desde entonces, según Huntington, se ha venido debilitando, más en las élites que en el conjunto de la población. Luego el 11-S ha provocado una fuerte reacción patriótica, cuyas consecuencias no se pueden todavía evaluar, aunque da la sensación de que el autor cree que Bin Laden le ha devuelto a USA lo que Gorbachov le quitó, es decir, un enemigo común que sirva de aglutinante del patriotismo.

Por otra parte se ha producido en Estados Unidos un renacimiento de la religiosidad, impulsado sobre todo por el protestantismo evangélico, que ha adquirido una considerable influencia en el seno del Partido Republicano. Ello forma parte de un retorno a los valores religiosos que es visible en muchas partes del mundo, y la religiosidad, observa Huntington, va a menudo asociada al patriotismo. Es una observación importante, que en Europa tendemos a olvidar, aunque a su vez Huntington enfatiza demasiado la excepcionalidad europea. En realidad la cultura china, cuya identidad diferenciada no parece estar en peligro, tiene un componente religioso incluso menor que la actual cultura europea.

Para un lector español lo más polémico del libro es la preocupación de Huntington por la inmigración hispana, mexicana fundamentalmente, que lejos de integrarse en la sopa americana pretendería crear unos Estados Unidos bilingöes. Alude con ello a un fenómeno de gran relevancia en el mundo actual, el de las diásporas, es decir las comunidades nacionales residentes en distintos Estados pero que mantienen una lealtad fundamental a su patria de origen. Esto puede parecer inquietante o esperanzador, en la medida en que puede contribuir a un mundo más integrado, pero lo indudable es que se trata de un fenómeno de gran relevancia, que el autor analiza con precisión.

En definitiva, estamos ante un libro importante, que nos llega en una traducción impecable. Paradójicamente, la calidad de la traducción, que facilita la comprensión de los argumentos de su autor, los debilita en un punto: quizá la lengua española pueda ser un medio tan adecuado como la inglesa para expresar el gran credo americano. Pero, cualquiera que sea la evolución futura de las identidades nacionales, parece difícil pensar que la globalización no vaya a privarlas de la exclusividad que tuvieron en los siglos XIX y XX. Aunque a un observador tan inteligente como Huntington le pese.


El choque de civilizaciones
La tesis del choque de civilizaciones es la idea fundamental del pensamiento de Samuel P. Huntington, quien la expresó por primera vez en un artículo publicado en la revista norteamericana Foreign Affairs, y enseguida en el libro El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Huntington sostiene que, como factor impulsor del desarrollo histórico, el conflicto de civilizaciones ha sustituido a la lucha de clases. Aunque la tesis de Huntington fue formulada antes de los atentados del 11-S, después de ese día adquirió una difusión mucho mayor, y casi adquirió carácter de profecía con la declaración de una nueva cruzada por parte de Bush contra el "Eje del mal". Huntington coincide con los análisis de Spengler en La decadencia de Occidente y con Toynbee acerca de los ciclos históricos civilizatorios. Huntington se remonta al origen de las civilizaciones históricas para llegar a la conclusión de que la civilización occidental está perdiendo peso demográfico y poderío económico y militar. Huntington sostiene también que el gran desarrollo económico actual de China la convertirá en el principal rival de Estados Unidos.


Los hispanos en cifras
Los hispanos son la primera minoría de EE. UU., con 38’8 millones de personas (frente a, por ejemplo, los 36 millones de origen africano) y su crecimiento es cuatro veces más acelerado que el promedio nacional.
Más de once millones de hispanos llegaron a Estados Unidos durante la década de los 90. La Oficina de Censos estima que actualmente el flujo está en torno al millón y medio de entradas al año.
El 64% de los inmigrantes latinos en EE. UU. es de origen mexicano. Las siguientes comunidades más importantes son la puertorriqueña (mayoritaria en Nueva York) y la cubana (la más importante de Florida).
Los ángeles es la ciudad con más inmigrantes latinos de Estados Unidos: 6’1 millones. California es el estado con mayor población de origen hispano: 9 millones, el 28% de la población total.
La población de origen hispano supera el millón de habitantes en las ciudades de Los ángeles, Nueva York, Miami, San Francisco, Chicago y Houston.
Según un estudio del Tomás Rivera Policy Institute, la clase media latinoamericana en EE. UU. ha crecido en los últimos años un 80%, tres veces más que el conjunto de los blancos no hispanos.
Un 20% de los latinos nacidos en EE. UU. accede a estudios universitarios.
Hay 16’7 millones de adultos nacidos en América Latina y que actualmente residen en EE. UU. Contribuyen a la economía estadounidense con 450.000 millones de dólares anuales, a menudo ocupando empleos rechazados por la población nativa.
El Fondo Multilateral de Inversiones del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) estima que durante 2004 los latinoamericanos residentes en EE. UU. enviarán 30.000 millones de dólares a sus países de origen.
n El poder adquisitivo de los hispanos se estima en 580.000 millones de dólares.
n La inmigración hispana está ayudando a compensar el éxodo interno. El año pasado, 83.000 personas abandonaron Los ángeles con destino a otras ciudades de Estados Unidos, lo que se vio compensado por la llegada de 118.000 nuevos inmigrantes.