Image: Días felices en Argöelles

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Letras

Días felices en Argöelles

Francisco Umbral

17 marzo, 2005 01:00

Francisco Umbral, por Gusi Bejer

Planeta. Barcelona, 2005. 224 páginas, 20’50 euros

Hay en la historia de la novela española dos tradiciones fundamentales bien diferenciadas. La más novelesca está representada por aquellos autores con gran capacidad fabuladora en el arte de contar historias. Dicha modalidad alcanza la excelencia con Cervantes, vuelve a la cumbre con Galdós y se mantiene en sus cotas más altas en años aún recientes con Gonzalo Torrente Ballester.

La otra concede menos importancia al argumento y encuentra su máxima eficacia en una experimentación estilística muy elaborada que fecunda las palabras con nuevos hallazgos formales y semánticos. Esta manera viene de Quevedo, recupera su excelencia en Valle-Inclán y perdura en los textos de Azorín, Gabriel Miró, Ramón Gómez de la Serna y Cela. ésta es la tradición en la que se inscribe toda la obra literaria de Francisco Umbral, desde sus primeros cuentos y su profunda impregnación poética, hasta sus mayores novelas y su genuina impronta lírica, pasando por sus prosas pe- riodísticas, de signo inequívocamente literario en todas sus colaboraciones.

Lo que primero llama la atención del lector de Umbral en estos Días felices de Argöelles radica en su voluntaria renuncia a la creatividad y brillantez estilísticas que caracterizan toda la obra del autor madrileño. Umbral explica que aquí nos entrega un libro de memorias periodísticas, pues en él recuerda su paso por numerosos diarios y revistas como medio de ganarse la vida y forjar y templar sus armas de escritor. Como casi toda la obra literaria de Umbral es memorialística, con hitos importantes que pueden ejemplificarse con la Trilogía de Madrid, calificada por él mismo de "memorias literarias", ahora el autor ha querido escribir "las memorias de la gente que uno ha tratado, visto, admirado, plagiado y asimilado" (pág. 7). Pero hay en Días felices en Argöelles mucho más de lo que su autor anuncia el "Prólogo" de su libro.

Porque de Umbral podría decirse lo que Cela afirmó de Max Aub: que nunca quiso ni pudo ser más que escritor. Y así, aun renunciando aparentemente a los primores de su estilo, personal e inconfundible, la prosa de Umbral alumbra destellos de su creatividad verbal y su brillantez incluso cuando el autor no quiere. Por lo mismo, aun queriendo el autor hablar de los demás, el yo autobiográfico se impone en cada vuelta de página. En eso consiste la literatura autobiográfica: en la construcción del yo que habla de su relación con los demás (memorias) o que bucea en su personalidad más conflictiva (autobiografía). En este libro umbraliano hay mucho de memorias pero el lector avezado encontrará no poco del yo autorial, de su afán literario, sus pasiones, sus filias y sus fobias, sus miedos, su melancolía disfrazada de provocación y distanciamiento. Su gracia está en la naturalidad con que fluyen los recuerdos, en la libre asociación de ideas, motivos y sugerencias que enhebra la sucesión de personas y situaciones evocadas, y en el ingenio y la originalidad de muchas intuiciones y consideraciones acerca de autores conocidos y obras leídas, con oportunas incursiones por la pintura o la filosofía. Así se van tejiendo estas memorias fragmentarias, elípticas, parciales, radicalmente subjetivas (como toda literatura memorial), de un laconismo cortante cuando se quiere despachar algo de un plumazo, pero también impregnadas de honda ternura cuando bucean en la intimidad dolorida del autor (léase, por ejemplo, el capítulo dedicado a la gestación y repercusión literaria de Mortal y rosa; y no es el único que puede citarse).

El libro consta de 23 capítulos, más un prólogo y un epílogo en los cuales el autor, desde un presente narrativo situado en diciembre de 2004, declara su intención de construir unas memorias no demasiado "sistemáticas o minuciosas", como "una cancha libre y aireada para correr en todas direcciones y contarlo todo de cualquier manera" (pág. 219). Esta despreocupación por el rigor y el orden sistemático explica ciertos deslices en datos o citas voluntariamente no comprobados por el autor, que se refugia en el mero desinterés por la cuestión o en disculpas del tipo "ahora no recuerdo bien". Algunas muestras están en la fecha de Tres sombreros de copa, escrita por Mihura en 1932, pero no estrenada en tal año (pág. 26), sino en 1952; en la concesión del Premio Nobel a Juan Ramón Jiménez en 1956, no en 1958 (pág. 179), año en que murió el poeta. Se trata, en todo caso, de minucias (fácilmente subsanables, si se quiere) que son asumidas por el autor en el libre discurrir de su memoria y que, por ello, no enturbian un ápice la hermosura y natural fluidez de un texto que cautiva por su bella factura en subjetivo desorden, su honda ternura en momentos escogidos y la agudeza de sus hallazgos e intuiciones.

En estas memorias, "periodísticas" sólo en apariencia, el escritor habla un poco de todo, de los demás y de sí mismo. Es un libro sencillo para lectores cultos, conocedores de la literatura y de la obra del autor. En estas páginas Umbral ha intensificado su melancolía, ese sentimiento íntimo celosamente resguardado tras una actitud provocadora y cínica. La melancolía de los años y el recuerdo aflora por doquier en estos Días felices en Argöelles. En sus capítulos se habla de periodismo y literatura (al periodismo propiamente dicho se dedica un capítulo entero: "Los periódicos", uno de los más largos), de la amistad y el amor, de viajes por Europa, de lecturas y libros (propios y ajenos), de la creación literaria o de la poética que inspira la literatura del autor. Y la variedad de contenidos encuentra su profunda unidad de conjunto en la omnipresencia del yo autorial y en la calculada recurrencia de temas y motivos como la referencia a los años de juventud en el barrio madrileño destacado en el título y a su amiga violinista, la reaparición de personas recordadas y las frecuentes analepsis y prolepsis en donde se recuerda lo ya dicho antes o se anticipan aspectos de algo que saldrá más adelante.

Todo es literatura en Umbral. Cuando habla de amigos, éstos son escritores, admirados y de prestigio reconocido, como Cela, Hierro y Aleixandre. Y la brillantez de Umbral se ilumina en la metáfora inspirada por la bombona ("ala de oxígeno") que ayudaba a respirar a Hierro. Si evoca su aprendizaje como escritor, se descubre un voraz lector (sobre todo de poesía, en la que se fragua su prosa poemática) que hizo su "bachillerato lírico" en la temprana lectura de los poetas del 27 y su conexión hispanoamericana en Neruda, a los que se suman los simbolistas franceses, con Baudelaire a la cabeza. Cuando se refiere a sus libros, a su prosa lírica y a los premios recibidos (el Nadal, el de la Crítica Española, el Nacional, el Príncipe de Asturias y el Cervantes), reflexiona haciendo también literatura sobre literatura. Y en los capítulos más periodísticos, centrados en la observación de la vida o en el recuerdo de situaciones y episodios pasados, también procede con irrenunciable finalidad literaria. No en vano el estilo de Umbral, por más que aquí se contenga en una prosa embridada y más sencilla, vuelve a menudo por sus mejores galas en sorprendentes acuñaciones lingöísticas como "boom latinoché" (pág. 111), "prosa viandante" (págs. 118-119), "barzonear" (pág. 125) o esta insólita imagen que asocia el paso por Stuttgart con el recuerdo de Marlene Dietrich y su célebre película: "Los ángeles azules de aquella ciudad eran putarazanas rubias y circenses" (pág. 152).


Umbral y Delibes
En las primeras páginas del libro habla Umbral de su relación con Miguel Delibes. "Miguel Delibes, con precisión y optimismo, como hacía él las cosas, fue introduciendo mis artículos en periódicos y radios de provincias. Miguel estaba contento con el descubrimiento de un escritor nuevo que se llamaba Francisco Umbral. él fue mi primer público y mi primer promotor. Tuvimos unos años de trabajar juntos. Yo atendía y entendía bien sus encargos y él comprendió en seguida lo que se podía esperar de mí y lo que no se podía esperar. Las mejores amistades nacen a la sombra de un trabajo compartido.

En todo caso, yo seguía teniendo la fijación de Madrid, que Delibes no acababa de comprender, puesto que él había triunfado a nivel nacional sin moverse de su pueblo, sólo con unas cuantas novelas. Claro que Miguel había acertado con el punto narrativo exacto, el que podía esperar el público. Ni el realismo alborotado de Cela (que luego sería uno de mis maestros en Madrid) ni el experimentalismo inicial de los jóvenes, del que Miguel se burlaba incluso en una novela/parodia que hizo sobre el tema".


Pasiones de un Quijote nada loco
Cuando Umbral recibió en 2000 el premio Cervantes, comenzó así su discurso: "Yo, como don Quijote, me invento pasiones para ejercitarme. Esta gentil declaración de Voltaire encierra, me parece a mí, la más fina y sutil interpretación de Cervantes. Porque Don Quijote no está loco y Cervantes mucho menos, eso lo sabemos desde el principio del libro.

Don Quijote es hidalgo cincuentón y soltero que, llegado a ese ápice de la vida, decide pegar el salto cualitativo y cambiar la realidad de los libros por la irrealidad de la vida, mucho más palpitante y vibrátil de lo meramente escrito. Don Quijote principia, o casi, por hacer realidad una metáfora, los molinos que se parecen a los gigantes, y arremete contra una realidad literaria que le desbarata, como tantas otras le van a desbaratar a lo largo de su nuevo camino. Pero aprendamos esto: que Don Quijote nunca se enfrenta sino contra metáforas del vivir, desface alegorías y yangöeses, o reposa en unos duques, de modo que la locura empieza con la realidad y no antes.

Voltaire vio bien que el hombre en madurez o pega ese salto que digo o le coge ya la postura a la vida, que es la muerte, y no dará más de sí. Don Quijote acierta con ese momento en que se cambia de vida, de cabalgadura, de compañía -Sancho Panza- de curas y bachilleres, de dueñas y sobrinas, del mismo sol en las mismas bardas. Los libros que leía le estaban hurtando a la poesía de la acción con la poesía poética y mala de la dicción".