Letras

Carlos Marzal: "Siempre preferiré, como autor, una gran apuesta (aunque fracase) a una medianía"

29 diciembre, 2005 01:00

Marzal se confiesa perplejo y feliz. Hace unas horas nació su segundo hijo y su novela ha tenido un éxito de crítica y lectores en el que sólo él y su editor creían.
-¿Se equivoca quien piense que Los reinos de la casualidad es todo menos una novela casual?
-Todo en la vida me parece obra de la casualidad. El hecho de que uno escriba -o se dedique a vendimiar o a hacer como que enseña Literatura- es resultado del azar. La escritura de una novela, después, consiste en poner un poco de voluntad a la hora de seguir los designios de la incomprensible suerte. Se trata de añadir dos gotas de sudor -como si dijéramos- a la probeta que contiene el precipitado de la casualidad. Por lo demás, una novela de ochocientas páginas -tenía más de mil en su primera versión- exige muchos planes, muchos quebraderos de cabeza, muchas horas de remo.

Ahora, el poeta evoca casi con nostalgia esas horas. También que siempre quiso escribir novelas, aunque los primeros intentos se quedaran en el camino. Comenzó Los reinos... “hace siete u ocho años” y en el curso de su redacción escribió sus dos últimos poemarios, quizá porque, como afirma uno de sus personajes, es mejor recorrer la casa entera de la creación y no conformarse con la sala de juegos de la poesía. Y sí, confiesa cómo ha tenido que aprender “la paciencia y el tesón de la novela. Ahora bien, la poesía es la raíz de la escritura que más me interesa. El género de géneros que sustenta cierta novela, cierta filosofía, cierto ensayismo, cierta prosa diarística”.

Aunque afirma, socarrón, no estar seguro de las claves de nada, sugiere al futuro lector que para disfrutar de esta novela se adentre en sus páginas “con espíritu aventurero. Dispuesto a extra-
viarse y a no asustarse cuando uno se crea extraviado. Dispuesto a disfrutar de un lenguaje que llama la atención sobre sí mismo. Decidido a participar con humor de un juego severo, o con severidad de un juego humorístico. (Aunque supongo que esas recomendaciones son necesarias para casi cualquier tipo de lectura)”, destaca.

Confusiones y aciertos
-¿No sintió la tentación de hacer del libro 6 obras, y que su primera incursión en la novela fuese menos arriesgada para usted y su editorial?
- Siempre preferiré, como lector y como escritor, una gran apuesta (aunque fracase) que una medianía envuelta en el papel de plata de todos los días. Mi novela quería ser una summa narrativa, un artefacto en el que cupieran muchos registros de la prosa, un laboratorio de alquimista repleto de matraces. Por lo demás, la editorial Tusquets está curada de espanto desde siempre y lleva corriendo riesgos voluminosos desde sus comienzos. Confiamos mutuamente en nuestra capacidad para saltar sin red.

-¿Le ha sorprendido su éxito de crítica y público?
-La verdad es que sí. La crítica y los lectores están siendo generosísimos. El éxito -en la novela hay toda una teoría sobre ello- a veces es una confusión y a veces un acierto, pero siempre resulta un enigma. No hay que buscarle explicaciones. En cualquier caso, para un escritor el éxito es poder seguir escribiendo y tener un pequeño o gran número de lectores fieles.

La vida, una milagrosa desdicha
-Desde luego, pero uno de los personajes, narrador popularísimo, confiesa que le metió mano al éxito “donde hay que metérsela: debajo de la falda”. ¿ésa ha sido su experiencia como poeta de referencia (cuenta incluso con un frente poético antiMarzal) y novelista de éxito?
-Eso lo dice un personaje muy cínico -y algo botarate- de mi novela. A mí nunca se me ocurriría decir eso de semejante manera. Aspirar al éxito, sin renunciar a quien uno es, constituye una aspiración digna, pero escribir pensando en el éxito es una insensatez. Escribir, como dijo uno de los más grandes, es la manera que tengo de estar solo. Solo y en compañía. Escribo para explicarme el mundo, hacerlo más intenso y disfrutar más de la vida.

-La primera parte de la novela se compone de 5 capítulos con otros tantos monólogos de personajes excéntricos, ¿quizás porque “las palabras son el último juguete al que nos aferramos los niños malcriados de la literatura”, y porque es mejor reírse ante el espejo.... ?
-No hay quien no tenga algo -o mucho- de cómico y de trágico a la vez. Igual que no existen individuos carentes de extravagancia. Hay gente tan excéntrica -dicen- que no lo es en absoluto. Y además el humor supone una defensa contra las injurias del tiempo y de la vida. Quien lo posee por temperamento tiene una bendición.

-Sin embargo, todos los personajes están obsesionados con el amor, invencible en el combate aunque sea un combate de imposible victoria, ¿todo amor es desdichado?
-La existencia, probablemente, no sea más que una desdicha: una milagrosa desdicha que merece la pena. Lo importante no es el resultado, sino el combate. Por eso el amor -lo dijo Sófocles- resulta invencible en el combate.

-Al final Carlota se apodera del relato... ¿lo hizo a medida que iba escribiendo la novela, o siempre supo que iba a ser la protagonista absoluta?
-Carlota se apoderó de la novela. La escritura, para mí, es descubrimiento. Sólo sé de una manera muy vaga hacia dónde voy mientras escribo. De lo contrario me aburriría.

-¿Y diría, como uno de sus personajes, que “el festín de la sabiduría se guisa con varios kilos de cabecitas locas, 3 ó 4 litros de frivolidad, una cucharada sopera de metacrilato y unas gotas de aceite bronceador”?
-Eso lo dice otro charlatán que frivoliza sobre ciertas falsas sabidurías. La verdadera es algo muy serio: obra de un don, de mucha inteligencia, de bastante estudio y de mucha bondad.

-¿Es usted “cada una de las palabras que formaban cada una de las líneas del libro”? Y si es así, ¿está siendo bien leído?
-Lo autobiográfico de un libro es el libro al completo. Cada frase, cada personaje, cada punto y aparte. Cada tachadura. “Madame Bovary soy yo” no significa “Yo soy el personaje con ese nombre”, sino “Yo soy la novela que lleva ese título”. Ahora bien, un autor está y no está en su obra, es más y es menos que su literatura. ésa es una buena forma de entender la creación.

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