Image: La vida en la frontera

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Letras

La vida en la frontera

por Iñigo Moré

28 junio, 2007 02:00

Los gobiernos se esfuerzan en levantar barreras fronterizas. Luego viene la regularización de emigrantes

Marcial Pons, Madrid, 2007. 173 páginas. 17 euros

Si se cruza por carretera de Francia a Bélgica, o de Bélgica a Alemania, es fácil no darse cuenta porque la frontera no está marcada, el paisaje sigue siendo el mismo y el aspecto de los habitantes es similar. En cambio, si se cruza de San Diego a Tijuana o de Melilla a Nador, los pocos minutos que con suerte cuesta cruzar la frontera, bien vallada en este caso, permiten pasar de un mundo a otro. Y muchos, al otro lado, estarán dispuestos a grandes riesgos para cruzar ese límite que les separa del anhelado mundo del norte.

éste es el tipo de casos que analiza en La vida en la frontera íñigo Moré, un economista especializado en cuestiones internacionales. Se interesa por aquellas fronteras en las que se aprecia un marcado escalón en el nivel de vida entre uno y otro vecino, como ocurre entre España y Marruecos. Nuestra renta por habitante es quince veces superior a la marroquí en términos nominales y si la medimos en términos de paridad de poder adquisitivo, para eliminar el efecto de que nuestros precios son más altos, sigue siendo cinco veces y media superior. Ningún otro país europeo tiene una frontera terrestre con un escalón tan pronunciado, mientras que en América el mayor escalón, que es el de Estados Unidos y México es algo menor, pues la renta estadounidense es sólo cuatro veces mayor a la mexicana en términos de poder adquisitivo.

Tales fronteras, demuestra íñigo Moré, son habitualmente conflictivas. En ellas surgen disputas por los límites (a Alemania, por ejemplo, no se le ocurre reivindicar los municipios germanófonos de Bélgica, pero Marruecos reivindica Ceuta y Melilla); florecen el contrabando y a menudo el narcotráfico (la cocaína pasa de México a Estados Unidos, el hachís de Marruecos a España y la heroína de Birmania a Tailandia), y surgen flujos de inmigración irregular. Frente a ello los gobiernos se esfuerzan en levantar barreras fronterizas cada vez más impresionantes, pero su efecto es limitado, algo que no puede sorprender a un economista, consciente de la fuerza con que se atraen la oferta y la demanda.

A largo plazo, sostiene Moré, los problemas fronterizos sólo pueden resolverse cuando el escalón económico se reduce por el desarrollo del vecino menos próspero, que se ve favorecido por la intensidad de los intercambios económicos legales, como el comercio, la inversión, el turismo y las remesas. En este sentido el éxito de la Unión Europea ha sido espectacular, pues entre las diez fronteras con menor escalón del mundo se hallan las de Francia con Alemania, Bélgica e Italia. Es el fruto de más de medio siglo de integración económica, y ese mismo efecto se está observando en los últimos años en la marcada reducción del desnivel entre Alemania y Polonia. La actual reticencia del gobierno polaco respecto al alemán, cuyos orígenes históricos son más que evidentes, no debiera hacer olvidar que el gran éxito económico de Polonia en estos últimos años debe mucho a las relaciones con Alemania, que es hoy su principal socio comercial y el principal inversor en Polonia por número de empresas, así como su primera fuente de crédito. A ello se ha añadido una importantísima ayuda económica de la Unión Europea. El resultado es que el escalón entre ambos países se ha reducido a la tercera parte, en términos nominales, entre 1989 y 2005.

Entre Estados Unidos y México no hay integración, pero el acuerdo de Libre Comercio permite que al menos el escalón no se agrande, entre otras cosas porque México se está beneficiando de un importante superávit comercial en sus relaciones con el poderoso vecino del norte. En los últimos años no sólo se ha producido una gran expansión del comercio bilateral, sino que la balanza comercial es muy favorable para México. Además, Washington ha prestado un notable apoyo a la estabilidad financiera de su vecino. Todo lo cual no evita que la inmigración irregular procedente de México siga siendo un tema muy polémico en los Estados Unidos, donde un sector muy importante de la opinión sigue mostrándose hostil al incremento de la presencia hispana en su territorio.

Entre España y Marruecos, en cambio, el escalón no cesa de aumentar, ya que las relaciones económicas legales son mínimas. El comercio con Marruecos apenas representa el uno por ciento del comercio español, mientras que México representa el diez por ciento del de Estados Unidos. Las inversiones españolas son modestas, al igual que el turismo, y la balanza de pagos resulta deficitaria para nuestro vecino del Sur. Aún más desigual es la frontera marítima entre Canarias y la costa occidental de áfrica, una de las áreas del mundo con peores resultados económicos en los últimos decenios, aunque esto no ha afectado a la vida de los canarios hasta que comenzaron a llegar a sus playas cayucos cargados de inmigrantes. Incluso por interés propio, el futuro de áfrica debe preocuparnos. Y Moré hace al respecto una pequeña sugerencia práctica: ¿por qué los equipos de fútbol no invierten más en la excelente cantera de áfrica occidental, la de Mahamadou Diarra (natural de Mali) y la del camerunés Samuel Eto’o?