Image: La Generación Nocilla y el afterpop piden paso

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Letras

La Generación Nocilla y el afterpop piden paso

Nacidos a partir de 1970. Trasgresores. Bloggers. Hibridan los géneros literarios

19 julio, 2007 02:00

Lolita Bosch, Jorge Carrión, Gabi Martínez, Domenico Chiappe, Javier Calvo, Mario Cuenca Sandoval, Vicente Luis Moray y Milo Krmpotic

Desde hace unos meses, un rumor recorre el mundillo literario español: existe una nueva generación de autores, nacidos en torno al 1970, con un planteamiento revolucionario y marcados por internet. Su punto de partida sería el éxito inesperado de Nocilla dream, de Agustín Fernández Mallo, a finales de 2006. En junio de este año se reunieron en Sevilla, amparados por la Fundación Lara y Seix Barral, y mostraron sus armas. Algunos prefieren que les llamen "Afterpops", pero tienen claro que hay una nueva manera de narrar, fragmentaria. Y piden paso.

Más allá del recelo que la misma palabra "generación" despierta en estos escritores y en sus coetáneos, y de las bromas que han sufrido a costa de la Nocilla ("Uff, yo no tomo eso desde hace 25 años", apunta bienhumorada Lolita Bosch), existe una nueva promoción de autores claramente diferenciados de otros de su misma generación, "los comerciales o tardomodernos", como les llaman, que se aferran a los géneros y apuestan por la literatura convencional.

Esta Generación Nocilla comienza a hacerse visible en 2004, cuando la irrupción de nuevos narradores y poetas "puso sobre la mesa un impulso generacional -el de los nacidos en los 70 que no ven la lengua literaria como una herramienta, sino como un problema- que ponía de manifiesto que el modo de narrar en el siglo XXI no podía ser ya el mismo que el del siglo recién caducado", como explicó en "I +D. Narradores para el siglo XXI" (aparecido en Cultura/s) Jorge Carrión, uno de los autores considerados clave en esta generación. Sin embargo, como hecho fundacional hay quien prefiere destacar el éxito de Nocilla Dream, de Fernández Mallo, (Candaya, 2006), porque demostró que existía un público interesado en este tipo de novelas fragmentarias, y una crítica dispuesta a apostar por ellas.

Señas de identidad

Fue un punto de inflexión que conduce al tercer momento esencial para el reconocimiento de esta nueva generación, "Atlas. I Encuentro de Nuevos Narradores", celebrado en Sevilla del 26 al 28 de junio pasados: en él, los autores de este grupo arremetieron, según los presentes, con ironía e incluso violencia contra los "otros" narradores "tardomodernos".

Los miembros de la Generación Nocilla nacen en torno a 1970, y se caracterizan, según Care Santos, crítica de El Cultural y ex presidenta de la Asociación de Jóvenes Escritores de España, por un cierto inconformismo e indignación con el mundo literario convencional. "Suelen publicar en editoriales minoritarias. Casi todos tienen su propio blog y lo utilizan no sólo como cuaderno de bitácora, sino como campo de experimentación para sus propias obras de ficción. Sus autores de referencias serían Agustín Fernández Mallo, Eloy Fernández-Porta y Vicente Luis Mora. La tradición les interesa para reventarla, y reniegan de la literatura convencional, cada vez más conformista y comercial".

Nueva conciencia tecnológica

Mora, en cambio, prefiere utilizar el nombre de "posmodernos" para caracterizar este nuevo grupo, del que se siente parte, y que tendría como principales rasgos estilísticos el cultivo de una narración fragmentaria, que están muy influenciados por la literatura norteamericana, y por los medios de comunicación de masas y que incluso adoptan en sus propias obras modelos estructurales de las nuevas tecnologías, es decir, que si incluyen un sms lo reproducen con su lenguaje específico. Otro rasgo esencial es la despreocupación por los personajes, y el interés por la sociología; más por el espacio que por el tiempo, y que además los géneros se hibridan, porque ya no hay fronteras entre ellos, así que mezclan poesía, novela y ensayo con gran naturalidad. A fin de cuentas, "nuestra actitud es más abierta y transgresora". Y eso impone el último rasgo definitorio: no rechazan la literatura como negocio, pero se oponen violentamente a hacer concesiones.

Jorge Carrión comienza negando que el nombre sea adecuado: "El boom ya fue una etiqueta lamentable, no creo que poner 'nocilla' en circulación sea una buena idea, por parte de los profesionales de las palabras", pero sí destaca como característica distintiva que "esa conciencia tecnológica es realmente nueva, diferencia nuestro momento histórico de los precedentes. También es nuevo el posicionamiento respecto a la política, que ha superado la dicotomía de partidos de izquierda o de derecha, pero que en los escritores que me interesan, por lo general, es progresista. La crítica al poder de la imagen y de los media es otro elemento. Obviamente, por haber vivido la juventud en la misma época, compartimos un horizonte televisivo, iconos pop, una cierta forma de vivir la sentimentalidad, la frecuentación de países e idiomas, una formación académica interdisciplinar, etc. De eso se habla continuamente en los blogs, las tertulias y espacios de encuentro más importantes de nuestro presente".

¿La nómina de la Generación Nocilla es muy extensa, y además crece de blog en blog, pero puestos a señalar una decena de autores, no deberían faltar ni los mencionados Vicente Luis Mora (1970) y Jorge Carrión (1976), ni Eloy Fernández-Porta (1974), Javier Fernández (1971), Milo Krmpotic (1974), Mario Cuenca Sandoval (1975), Lolita Bosch (1978), Javier Calvo (1973), Domenico Chiappe (1970), Gabi Martínez (1971), Álvaro Colomer (1973), Harkaitz Cano (1975), con Juan Francisco Ferre (1962), Germán Sierra (1960) y Fernández Mallo (1965) como hermanos mayores y tutelares.

Aunque la mayoría se reconoce como parte de un grupo generacional, Javier Calvo, uno de los "nocilla" de referencia, saca del armario el disfraz de lobo estepario y responde que no sabe si existe la generación "y me importa un pimiento. Para mí la literatura es el acto supremo de expresión individual. A un autor o a un libro hay que juzgarlos a partir de los parámetros de ese autor o de ese libro, no a partir de los de otros. Y que yo sepa, no comparto absolutamente ningún modelo ni maestro con ningún otro escritor español de mi generación. ¿Los más destacados del grupo? Tengo entendido que yo. Para ser sinceros: me halaga que haya gente que me considere parte de su grupo, o generación, o lo que sea. Simplemente no es cosa mía".

Los demás pasan del horror por el nombre (Lolita Bosch) a la resignación, como Mario Cuenca, que destaca "además de esa incorporación del mundo de los medios de masas como tejido narrativo autónomo, la disolución de la frontera entre 'alta cultura' y 'cultura popular'. Ponemos en pie de igualdad el mundo del cómic y el de la música 'culta', por ejemplo. Los mitos que incorporamos son tanto los del mundo clásico como los del cine de zombies. La idea de que hay un centro y una periferia de la cultura parece disuelta por la práctica narrativa de, por ejemplo, Fernández Mallo o Mora. No responde, creo, a un propósito, sino a una forma de mirar".

El filtro tecnológico

Y los menos, como Milo Krmpotic, no creen que ahora mismo exista una Generación Nocilla, aunque sí reconoce una serie de rasgos comunes en autores de la misma edad: "Su carácter heterogéneo, las coincidencias puntuales y temporales. Quizá la alegría con la que saltamos entre realidad y ficción, compartimentos cada vez menos estancos. También ese 'filtro tecnológico' del que habla Fernández Mallo: para bien o para mal, la televisión, el vídeo/DVD e Internet están afectando nuestro modo de ver el mundo."

De sus mayores parece que les diferencia todo. Así, Eloy Fernández-Porta destaca cómo "algunos creen que somos poppys. No es cierto. Yo sólo soy un puto intelectual europeo que encontró la nueva vanguardia en la superación crítica del pop. Conozco bastante gente que piensa igual. Los verdaderos poppys son algunos de nuestros mayores, que creen estar en los bosques de Heidegger cuando de hecho habitan las praderas de Disney".

Si la poética es violenta...

Gabi Martínez reconoce que "lo de la edad también es relativo... aunque en España un poco menos. El salto tecnológico de los últimos años ha abierto una brecha demasiado grande y estaría bien acercar posiciones. Quizá nuestros mayores atendían más a cuestiones políticas y no les influyó tanto la televisión. A alguno, cuando vio la que se le venía encima, le dio por volver al cuento de la muerte de la novela, y tan pancho. Son pocos los que aún avalan el trabajo de un joven y a menudo es por mero desconocimiento de su existencia".

Quizá por eso, Javier Fernández reivindica "un rechazo visceral al conformismo creativo. Una búsqueda constante de la renovación. No me puedo considerar parte de ningún grupo cuya literatura excluya, por ejemplo, la intención política, la relaciones que surgen a partir de las nuevas tecnologías, el cambio social, y que no comparta el gusto por lo radical, por lo que precede al artificio. De nuestros mayores nos diferencia en general, el lenguaje, la situación, los intereses creativos... aunque parezca paradójico trabajamos con elementos distintos". Y Domenico Chiappe termina afirmando la violencia del grupo: "Si la poética es violenta, me cuento entre los más agresivos. La poética, la exactitud de la palabra, es la base de la precisa creación de imágenes, de la brevedad, de la artesanía con que construyo cada pieza del puzzle literario con que trabajo".