Image: 10 años de reflexión sobre el nacionalismo / La dejación de España

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Letras

10 años de reflexión sobre el nacionalismo / La dejación de España

José Andrés-Gallego / Helena Béjar

3 abril, 2008 02:00

Los manifestantes portan una senyera independentista en Barcelona el día de La Diada. Foto: Santi Cogolludo

Tirant Lo Blanch. Valencia, 2008. 805 páginas, 60 euros / Katz. Madrid, 2008. 290 páginas, 15 euros

Hace ya más de diez años que Tony Judt nos advirtió de la resurrección de un "nuevo viejo nacionalismo", que parecía acabar con todas las esperanzas de construir una Europa sólidamente democrática, sobre la base racional de los principios liberales. Los enfrentamientos bipolares, que se habían prolongado desde finales de la II Guerra Mundial, parecieron desvanecerse en la última década del pasado siglo y, durante algún tiempo, no faltaron los que abrigaron la esperanza del triunfo definitivo de un mundo democrático sobre ese otro gran proyecto de transformación de la sociedad que había sido el del socialismo real. Incluso tomó auge la idea de grandes áreas regionales en todo el mundo, con el establecimiento de organismos supranacionales que ayudaran a regular la convivencia entre los ciudadanos.

Todo eso parece hoy definitivamente lejano, mientras se revitalizan los irredentismos y las demandas particularistas de los nacionalismos. Algo que ha contribuido, especialmente en Europa, a sucesivas fragmentaciones del mapa político y al debilitamiento de los principios democráticos de nuestros sistemas políticos. Conor Cruise O’Brien no ha dudado en señalar las dificultades de conciliar la democracia con el nacionalismo. "Si el nacionalismo y la democracia -escribió hace años en The New York Review of Books- han resultado compatibles en alguna ocasión, se trata de una circustancia afortunada. Pero no todas las sociedades tienen tanta suerte".

En la medida en que se desarrollan la democracia y la libertad de expresión en las sociedades multinacionales, se liberan planteamientos nacionalistas que, a su vez, en cuanto crecen, tienden a asfixiar la democracia y la libertad de expresión. No creo que resulte muy complicado encontrar ejemplos bien cercanos de este fenómeno y Popper lo recordaba en La sociedad abierta: "cuanto más tratamos de volver a la época heroica de la comunidad tribal, más caemos en la Inquisición, en la policía secreta y en el gangsterismo romantizado".

Tambien hace más de diez años que un grupo de investigadores como Juan Velarde Fuertes, Jesús Laínz o Xabier Etxebarria, coordinados desde la AEDOS ha venido dedicando su atención al fenómeno nacionalista. El concepto de doctrina social, tal como se maneja en esa asociación, va más allá de las puras relaciones laborales y el fenómeno del nacionalismo se ha abordado desde una perspectiva pluridisciplinar y en un marco geográfico que no se agota en el continente europeo.

La presentación de Diez años de reflexión sobre el nacionalismo, en cualquier caso, no carece de originalidad porque el coordinador del estudio, el profesor José Andrés-Gallego, ha decidido articular los textos de las diversas aportaciones de los colaboradores como si se hubieran realizado a través de un diálogo directo, en el que los comentarios del coordinador cumplen la tarea de proporcionar el hilo argumental.

El trabajo, de una extensión muy considerable, reúne puntos de vista de dos docenas de estudiosos que participaron en los diversos coloquios que se realizaron durante esos diez años. Se articula en siete grandes apartados en los que el nacionalismo es abordado en términos teóricos, que combinan las perspectivas filosófica, jurídica, histórica y sociológica, aunque siempre esté presente la proyección sobre la realidad española. En su conjunto se trata de un estimulante ejercicio de reflexión sobre la realidad del nacionalismo y sobre la misma evolución que los problemas derivados de esas actitudes nacionalistas han venido suscitando desde los años noventa del pasado siglo.

El volumen de Helena Béjar, más limitado en cuanto a sus pretensiones, responde a la larga trayectoria de esta profesora de la Universidad Complutense en los estudios relacionados con los discursos del nacionalismo. En este ocasión estudia el lenguaje político del nacionalismo a través de las conversaciones mantenidas en diecisiete grupos de discusión que se celebraron en diversas ciudades españolas en unos momentos en el que el debate sobre el nacionalismo ha cobrado una especial actualidad. El proyecto arranca del 2001, cuando el gobierno de Aznar trató de reivindicar un cierto nacionalismo que se recogía en la idea del "orgullo de ser español" y la insistencia en un patriotismo constitucional. Buena parte de los paneles de discusión, sin embargo, se han realizado ya durante la anterior legislatura y tienen en cuenta los planteamientos introducidos por el gobierno de Rodríguez Zapatero en relación con los nacionalismos periféricos.

Ha sido, por lo tanto, un proyecto de larga duración en el que el inicial punto de arranque derivaría hacia otro tipo de problemas como los conceptos de identidad y de pertenencia. La autora parte de una introducción muy esclarecedora sobre el mismo y se alinea con las tesis de Gellner (del que Alianza acaba de reeditar Naciones y nacionalismo), que subraya que el nacionalismo es un fenómeno moderno y construido a través de elites políticas que se convierten en las grandes beneficiarias del proceso. A partir de los diversos grupos de trabajo la autora ha podido caracterizar cuatro discursos distintos sobre nacionalismos que constituyen los capítulos fundamentales en los que se articula el libro. Todos incluyen indicaciones bibliográficas, muy útiles, sobre los enfoques teóricos que están detrás de esos diferentes discursos.

El primero es el del discurso del nacionalismo español que se podría considerar tradicional, por descansar en un concepto cultural de la nación. Frente a él se configuraría lo que Béjar describe como el discurso "neoespañolista" de los que insisten en el concepto de Estado y tratan de engarzar con el sentimiento nacional de raigambre liberal. Estos dos se ven enfrentados, desde la periferia, con un tercer discurso, nacionalista moderado, que la autora creyó encontrar en Cataluña, "con un concepto mixto de nación, cultural y cívico, una nación que demanda mayor autogobierno y se enmarca dentro del Estado español". Hay, por fin, un cuarto discurso "nacionalista soberanista", especialmente arraigado en el País Vasco, que demanda el derecho a la autodeterminación y la independencia.

Las dificultades para la realización de ese trabajo han puesto de manifiesto la extrema gravedad que ha alcanzado la misma utilización de la terminología relativa al nacionalismo, que ha terminado por dañar las posibilidades de un diálogo eficaz. En ese sentido, resulta muy indicativa la cita inicial del libro, en la que J. Roth habla del nacionalismo como la nueva religión. Nos encontramos en el ámbito de lo que M. Burleigh caracteriza como las religiones políticas que se hicieron posibles con el proceso de secularización que marca el comienzo de la Modernidad. En todo caso, como advirtió Judt, el nacionalismo proporciona a muchas personas la explicación más convincente sobre su condición personal. Más realista que la del socialismo y más confortadora que la del liberalismo.Y esa proximidad sicológica del nacionalismo parece asegurarnos que este debate historiográfico se mantendrá aún vivo muchos años.