Image: Historia de la Piratería / La república de los piratas

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Letras

Historia de la Piratería / La república de los piratas

Philip Gosse / Colin Woodard

24 abril, 2008 02:00

Foto: Achivo

Trad. Lino Novás. Renacimiento, 2008. 248 pp., 19’90 e. / La República de los piratas. Colin Woodard. Trad. G. García y C. Belza. Crítica, 2008. 416 pp., 29 euros

Coinciden en la mesa de novedades varios libros sobre el mundo de los piratas, tan terrible y tan fascinante en el imaginario universal, y tan inagotable para los productores de libros o de películas. Quien no ha sido seducido para este universo de aventura por sus lecturas juveniles de Stevenson, Salgari, El Guerrero del Antifaz o el Capitán Trueno (como es el caso del presentador de Historia de la Piratería, Luis Alberto de Cuenca), lo ha sido en tiempos más recientes por la andanadas de la factoría Walt Disney sobre el personaje de Jack Sparrow. El citado libro presentado por Cuenca es la recuperación de una edición clásica, una obra de Philip Gosse que publicó Espasa Calpe en 1932 y que la mayoría del público español conoció en la colección Austral en dos volúmenes. Gosse fue autor de dos libros más: My pirate Library y Sir John Hawkins.

Renacimiento ha rescatado la traducción del 35, del hispanocubano Lino Novás Calvo, en lugar de la del 46 del mexicano Rodolfo Selke. Gosse acomete una historia general de la piratería, lo que es lo mismo que decir "una historia marítima del mundo". Estudia las condiciones sociales y geográficas que precedieron su advenimiento, dibuja a los miembros más destacados de la profesión y muestra cómo la organización nacional, respaldada por el barco de vapor y el telégrafo, le puso fin. La piratería, dice Gosse, como el asesinato, es una de las más antiguas actividades humanas: "El comercio sigue a la bandera, y el robo, sea en mar o tierra, sigue al comercio". La definición de pirata que hace Gosse sin embargo es confusa.

Más claro se muestra Colin Woodard en su libro La República de los piratas, al afirmar que es un error considerar pirata a sir Francis Drake o sir Henry Morgan. Propiamente un saqueador de barcos en general no es un pirata. Los llamados piratas del Mediterráneo, berberiscos, fueron en realidad corsarios, desvalijadores de naves enemigas con el permiso de sus gobiernos "en época de guerra", es decir, siempre.

La Historia de la Piratería de Gosse tiene toda la pinta de haber sido el libro de cabecera de Zapatero. ¿Por qué? Por un lado porque el arte de la piratería no se entiende sin el de la política. Por otro, la Alianza de Civilizaciones nunca fue un hecho tan completo como en los siglos XVI y XVII, cuando el Mediterráneo fue una orgía de alianzas, traiciones, cambios de chaqueta, conversiones, paz por presos,intercambio de armas, esclavos y multiculturalidad rampante, cuando cuestiones como la fe, la religión y la cultura no impedían a un capitán bereber ponerse al servicio de un rey cristiano para perjudicar los intereses de otro. De hecho, Constantinopla solía nombrar gobernadores (corsarios de pata negra) de Argel a renegados cristianos: Kheyred-din (Barbarroja) fue hijo de griego, Ochiali era calabrés, Ramadán sardo. A éste le siguieron un veneciano, un húngaro y un albanés. Como ejemplo de la triste realidad de la cristiandad europea, valga el hecho de que el rey Francés Francisco I recurriera a Solimán y sus piratas para dirimir sus disputas con el emperador Carlos. La lectura a Zapatero no le acabaría de aprovechar, pues si enseña algo este libro es mucha historia, y entre otras cosas cómo se negociaba con el enemigo cuando era peligroso, bárbaro y capaz de todas las trampas para salirse con la suya. Un enemigo brutal como Adji Hasan que,en 1683, para librarse de un bombardeo en Argel empezó a atar prisioneros a la boca de los cañones y a dispararlos hacia la flota francesa que los atacaba, empezando por Jean Le Vacher, vicario apostólico. Como dice Gosse, "podrá ser la historia de los hombres malos; pero es, con todo, una historia de hombres". Si bien reconoce que un capitán pirata es el maestro de un "crimen muy especial que exige mucho más que audacia, sagacidad o destreza en el uso de las armas" y aunque les adorna su nulo interés por la fama, concluye que dirigen tripulaciones de la peor especie.

En efecto, hay centenares de historias en este libro que sin adornos explica bien el contexto de cada escaramuza, cada matanza, y sigue el hilo de cada protagonista en la historia. Rompe el hielo con la anécdota del joven Julio César apresado por piratas, su rescate aristocrático y la venganza posterior del noble romano, que cumplió su amenaza de crucificar a sus raptores. Algo que casi no debió de dolerles después de someterlos, durante su cautiverio, al recitado de sus poemas.

Gosse comenta los casos curiosos como el del pirata Roberts, que obligó a su tripulación a ser sobria a bordo y a respetar la santidad de la mujer, o el del capitán Misson, fundador de una república de piratas dedicada a la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad cincuenta años antes de la Revolución Francesa. Aunque Woodard llama la Edad dorada de la piratería a la década entre 1715 y 1725, y la circunscribe al Caribe, la larga historia de las guerras navales entre europeos y turcos no resulta menos interesante. Gosse recalca la triste gestión que hizo el Imperio Español de sus colonias y reprocha la lamentable falta de unidad de Europa, incapaz de emular a Pompeyo en el 67 a.C., y poner las fuerzas contra El Turco bajo un gobernante. Leemos de una tacada las aventuras de Andrea Doria, el Duque de Alba, Juan de Austria, y en el otro bando las hazañas de los Barbarroja o Dragut; el momento crucial en que Simon de Dauser enseña a los argelinos a fabricar y gobernar veleros; la irrupción en el terreno de Norteamérica.

La traducción de Novás se muestra defectuosa en ocasiones, pero el interés de lo relatado se impone: las noticias de los piratas del Norte, vikingos, isabelinos, jacobinos; del Oeste, los bucaneros que instalaron su fraternidad en La Española y más tarde hicieron famosa la isla Tortuga: de Oriente, y los curiosos apéndices. El libro de Woodard dispone de más actualizada documentación y muestra mayor vuelo literario. Se estructura sobre las cuatro figuras de Samuel "Black Sam" Bellamy, Eduard "Barbanegra" Thatch, Charles Vane y Woodes Rogers, el hombre que acabó con la Edad Dorada por encargo de la Corona, y ex corsario. Sus historias y las de otros actores secundarios muy conocidos (Calicó Jack, Anne Bonny..) han cautivado sin piedad a Woodard, como evidencia su empeño por mostrarnos "una revolución marítima que sacudió hasta los mismísimos cimientos del a la sazón incipiente Imperio Británico".

De enorme exhaustividad y muy especializado es Historias de Piratas, corsarios y otras ratas del mar en Xerez y la Bahía de Cádiz, de Manuel Ramírez López (Ed. AE S. L.), el único de los tres libros que presenta el mundo de la rapiña claramente vinculado al alcohol, con una buena colección de etiquetas de vinos y otras empresas del lugar con temática bucanera. Se sumerge López, tras unos capítulos introductorios, en numerosas aventuras de jerezanos afectados por la piratería. Su lectura nos ofrece un efecto de microscopio aplicado a un punto del mapa que no quedaba libre del acoso y el terror universal del que nos habla Gosse en su viejo tratado.

La Dama de Clisson

Capitán pirata por venganza

Uno de los personajes más violentos de la Historia de la Piratería de Gosse es la Dama de Clisson, una de las primeras mujeres-piratas de las que se tiene noticia. Aristócrata del siglo XIV, la decapitación de su marido por orden del rey francés Felipe VI la empujó a vender todos sus bienes y a convertirse en capitana pirata. Conocida como la Leona Sanguinaria, se dice que no conocía la piedad, especialmente cuando su navío se cruzaba con un barco francés. Tras sembrar el terror en las costas mediterráneas, fue declarada proscrita por Felipe VI. Derrotada en combate, tuvo que huir en una pequeña embarcación con sus dos hijos, y navegar a la deriva sin agua ni alimentos durante seis días, viendo cómo moría su hijo menor. Sólo entonces abandonó la piratería.