Image: Carlos Marzal: No quiero ser un escriba de mí mismo

Image: Carlos Marzal: "No quiero ser un escriba de mí mismo"

Letras

Carlos Marzal: "No quiero ser un escriba de mí mismo"

El escritor valenciano vuelve a la poesía con 'Ánima mía', un ejercicio de equilibrismo emocional enclavado en el realismo trágico

19 febrero, 2009 01:00

Pregunta.-¿Es Ánima mía una radiografía de su alma?

Respuesta.- Sí, del alma, pero también del cuerpo. Todo libro es un retrato de su autor. El alma es una creación cultural. Se ha reflexionado mucho en torno a ella. Yo suscribo todas las teorías, incluso las contradictorias. Pero para mí, como escritor, el alma es el lenguaje en funcionamiento. Ánima mía es eso: lenguaje en funcionamiento.

P.-¿Qué tal se lleva su ánima personal con el ánima mundi?

R.-Nuestra relación con el mundo no tiene un sentido único. Se establece a partir de roces, caricias, tropezones, encontronazos... Yo soy un huésped bastante agradecido de este mundo. Me considero un privilegiado. Los habitantes de este lado del planeta no tenemos motivos para quejarnos de nada. La tarea de vivir debe consistir en procurar ser felices, en sobreponerse a todas las conspiraciones que tratan de impedirlo. Y la literatura debe tener como función sagrada hacernos la vida más agradable, más intensa y, en definitiva, más feliz.

P.-Su poemario se abre con una cita de Santayana en la que nos invita a asumir sin traumas la naturaleza absurda de la realidad. ¿Usted ya lo ha hecho?

R.-La cita de Santayana es el pórtico con el que quería abrir mi obra, porque refleja el espíritu del libro. Me siento muy identificado con el realismo trágico y vitalista. Miro conscientemente lo que me rodea. Y no por comprobar que el mundo es terrible en muchas ocasiones lo dejo de amar. La lucidez no está reñida con la insensatez del amor, el mirar de frente las cosas y quererlas bajo mano, o amarlas en su trastienda. Mi poesía, a pesar de los pesares, siempre termina glorificando el mundo y la vida. Soy un firme seguidor del optimismo radical de Nietzsche.

P.-En uno de sus versos afirma: “La alegría, si no la escribo, no es perfecta”. ¿La escritura, pues, completa el círculo de una emoción? ¿Remata los sentimientos?

R.-Para los escritores y, sobre todo, para los lectores la alegría perfecta la brinda una combinación de la vida y la literatura. La literatura es una extensión de la vida. También es una excusa perfecta para gozar de ella. Tanto monta la una como la otra. Son una y la misma cosa.

P.-Se resiste a quedar recluido en la condición de escriba de sí mismo. ¿Lo consigue?

R.-Sí, a través del propio ejercicio de la escritura. La escritura es descubrimiento. Uno, cuando escribe, nunca tiene la certeza del destino al que se dirige. Tiene un vislumbre, una idea nebulosa... Si supiera lo que voy a escribir me sentiría un escriba, o un mecanógrafo, o una secretaria, y es lo que trato de evitar a toda costa. Es como al viajar. Me gusta que el viaje sea un hallazgo continuo. Escribir es el viaje de uno mismo a través de sí mismo.

P.-¿Y qué ha descubierto al escribir Ánima mía?

R.-El hallazgo es siempre el poema, el poema redondo. En este libro hay una mezcla de todo lo anterior. En mis otros poemarios o todo era radicalmente negro o todo era radicalmente celebratorio. Aquí hay una mezcla del lamento y el canto, de la elegía y la oda.

P.-Hay mucho poema insomne en su libro. ¿Qué papel juegan los desvelos en su escritura?

R.-Como yo duermo como un bendito, cada vez que sobreviene el insomnio me parece una catástrofe. Estar en vela me produce un intenso desasosiego en la conciencia. Y bastante poemas nacen de ese estado, en el que vienen a visitarme mis fantasmas y mis demonios. Ya lo decía Cioran: “La locura absoluta es no poder dormir”.

P.-Su evolución no ha sido consciente, pero ha sido. ¿Cómo la describiría?

R.-Es muy difícil percibir los cambios en uno mismo. Tanto los físicos como los de identidad. Pero cambiamos, es un hecho. En plano físico lo descubrimos al ver fotos. En el literario, nuestros libros son también como fotos. Creo que en mi obra actual hay una reflexión más honda, un paso del pesimismo a la aceptación gozosa de la realidad. Mi poesía, sin querer resultar retórica, ha abandonado la orilla del coloquialismo para servirse de la alta retórica, entendida ésta en el mejor de los sentidos.

P.-¿Y su corazón sigue en estado de perplejidad?

R.-Absoluta y completa. Todo a mi alrededor me causa una sana y provechosa perplejidad: soy el pasmado. El mundo, se mire por donde se mire, es un prodigio: innoble a veces y glorioso otras.