Image: Hidalgo Bayal: Sin malestar ni pesadumbre no hay nada que contar

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Letras

Hidalgo Bayal: "Sin malestar ni pesadumbre no hay nada que contar"

24 julio, 2009 02:00

Hidalgo Bayal. Foto: Ismael Rozalén

Maestro de instituto en Plasencia, Gonzalo Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat, Cáceres, 1950) ha pasado de ser un autor de culto para iniciados a descubrimiento y apuesta segura para los mejores lectores, sobre todo desde que hace tres años Tusquets recuperase La paradoja del interventor y el año pasado repitiese la jugada con Campo de amapolas blancas. Su última novela, El espíritu áspero (Tusquets), muestra de nuevo, según la crítica, sus mejores cartas y confirma su apuesta desesperada por la literatura con mayúsculas. A fin de cuentas, esta novela es, según Ricardo Senabre, "un ininterrumpido festín verbal".

Autor de un poemario (Certidumbre de invierno, 1986), seis novelas y dos ensayos, Gonzalo Hidalgo Bayal nunca había pasado tanto tiempo secuestrado por una novela como con El espíritu áspero, que comenzó a surgir hace más de 20 años, mientras escribía Mísera fue, señora, la osadía (1988). La razón es sencilla: estaba disfrutando demasiado.

-Sí, he tardado tanto por diversión, porque es agradable inventar historias y acumular episodios en torno a una extensa trama, por comodidad o pereza, porque era un refugio seguro al que volver siempre, y por insolvencia, porque al cabo del tiempo era incapaz de gobernar tanta desmesura.

-¿Y cómo se siente ahora, sin ese refugio?
-Aliviado. Y ocioso.

Ocioso pero menos, porque aunque acaba de terminar el curso escolar, Gonzalo Hidalgo sigue a lo suyo, escribiendo dos o tres horas por la mañana. Ahora recuerda con menos nostalgia de la prevista sus escarceos madrileños, cuando intentó hacer la carrera de Cine y se encontró con una burocracia que le exigía tener 21 años cumplidos.

Por eso se matriculó en Filosofía, y cuando pudo estudiar Cine, un nuevo cambio de planes de estudios le volvió a dejar al desnudo. Se licenció en Ciencias de la Imagen en la Complutense, le ofrecieron trabajar como maestro en un instituto extremeño y volvió. Jamás, dice, se ha arrepentido. Hace años que no visita una sala de cine, y ve cada vez menos la televisión, sobre todo desde que se prometió apagar el aparato si alguien citaba la palabra ADN.

Pirotécnico del idioma, Hidalgo Bayal confiesa que es un autor lento, que el mercado no le ha impuesto jamás sus ritmos, y que prefiere leer, y vivir, y escribir sin prisas. Y que comparte con algunos de sus personajes la pasión por los juegos de palabras, especialmente por los palíndromos, que se leen igual de de derecha a izquierda y viceversa y que no dejan de ser, insiste, "un vicio inocente". De hecho, uno de los personajes de El espíritu áspero, Saúl Olúas, palíndromo él, y escritor, titula todas sus obras con palíndromos.

Afición, aflicción
-¿Escribe, como Saúl, "por afición, por aflicción"?
- Creo que sí. Afición es una forma de decir necesidad, diversión, obligación, inclinación, predisposición, etc. Y la aflicción prevalece siempre sobre el cántico. Sin malestar ni pesadumbres no hay nada que contar. La felicidad es extralingöística.

-Hace un año el gran público le descubrió gracias a la reedición de Campo de amapolas blancas, ¿cambió algo la imagen que tiene de su trabajo...?
-Nunca imaginé que Campos de amapolas... pudiera llegar a publicarse, ni siquiera en 1997, menos aún en 2008. Para mí no deja de ser una rama lateral desgajada de El espíritu áspero en 1991. Por lo demás, agradan y se agradecen los elogios, pero no hay mayor satisfacción que la conformidad con el texto recién concluido.

-¿Ha dejado de ser o de sentirse un autor escondido?
-La condición de "escondido" exige dos requisitos previos: ser buscado y no querer ser encontrado. En mi caso no se ha dado ninguno: ni me buscan ni me escondo. Sería incluso arrogante proclamarme escondido. Pero, si es una condición, me gustaría no perderla.

-¿Qué le debe el narrador (y el hombre) Hidalgo Bayal a Sánchez Ferlosio (con quien ha recorrido a menudo Extremadura y el Portugal más cercano a la ciudad de Coria), a Landero y a ángel Campos Pámpano?
- Les debo mucho a los tres, en todos los sentidos. Admiro el rigor intelectual, la sabiduría y la integridad de Rafael Sánchez Ferlosio. Admiro la maestría literaria y la bondad de Landero. Y Campos Pámpano no sólo ha sido mi amigo, mi editor, mi cómplice: ha sido mi ángel de la guarda hasta su muerte.

Tradicional y filológico
-¿Qué tiene que ver el muchacho atormentado de Campo de amapolas Blancas con el viejo profesor de El espíritu áspero?
-Encarnan dos formas de entender la vida (y la muerte): uno "vive", aspira a la intensidad; otro "ve vivir", sin aspiraciones. El muchacho es un "perseguidor". El profesor, un espectador.

-¿Por qué dice que El espíritu áspero es una novela tradicional y filológica?
-Tradicional porque no se aleja de las fórmulas clásicas de la narración, no contiene procedimientos que no hayan sido empleados con anterioridad. Y filológica tanto en sentido etimológico (‘phílos' y ‘logos') como literal: esmero estilístico, exploración lingöística, gramática histórica, diversiones textuales, etcétera.

-¿No le falta el adjetivo de cervantina?
-Como todos aspiramos a Cervantes, "cervantino" viene a ser un sinónimo parcial de "narrativo". Naturalmente, El espíritu áspero, aunque con ciertas demasías barrocas, aspira a cervantino en la composición, en el humor, en la mirada y en la misericordia.

-¿Realmente utiliza el humor para defenderse de la tentación intelectual y de la tentación sentimental?
-Creo que sí. La tentación intelectual proviene sobre todo de carencias y la tentación sentimental puede caer en la afectación y además combina mal con el pudor. De modo que ambas requieren compensación, alguna forma de equilibrio y de distancia.

-¿Qué debería preocuparnos más, la pérdida del mundo rural o el desprecio de los legisladores por ese latín (y esa cultura) que el viejo Gumersindo ha enseñado tantos años?
-Sin duda, lo segundo. El mundo rural de la novela ya ha desaparecido y no era un mundo dichoso. Pero la implantación de una cultura de consumo afecta al espíritu del individuo y desde luego no presagia ni el bien ni la verdad ni la belleza.

-¿Y no habría que pedirles cuentas a los políticos?
-No sé, pero me da la impresión que además con todo ese lío del Plan Bolonia la enseñanza se ha convertido en arma política y lo de menos, ahora mismo, son los estudiantes. Hemos cambiado de planes de estudio demasiadas veces. Mi único consuelo es que no seré testigo de cómo llegan a la Universidad los primeros estudiantes de la ESO.

-¿En qué le influye, como narrador, la escritura de su blog?
-El blog incluye ocurrencias, apuntes, breverías, rimas y algún microrrelato. Apenas tiene dimensión narrativa. Debe más a los donaires de Mairena, los pecios de Ferlosio o los ejercicios de esti(l)o de Cabrera Infante que a Flaubert o Joyce. Cuido con toda pulcritud cada entrada, eso sí, pero no va más allá.

Tal vez, pero, como muestra de su talante y talento, su penúltima entrega: "En el túnel, cegado por la luz blanca del proyector, descubrió al fin que la película de su vida sólo contenía tomas falsas". Casi nada. ¿O no?