Image: ¿Cómo pasan agosto los escritores?

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Letras

¿Cómo pasan agosto los escritores?

31 julio, 2009 02:00

Tom Friedman: Sin título, 1992

Dicen que para ellos no hay estaciones. Que en verano trabajan más que en cualquier otro momento del año, y recuerdan, por ejemplo, que cuando Balzac comenzaba a escribir una novela, echaba las cortinas y no distinguía ni el día de la noche, ni el verano del invierno. También que J. D. Salinger escribió "Un día perfecto para el pez banana", uno de sus más célebres relatos, precisamente en una playa. Pero, ¿qué hacen este agosto nuestros autores? Una treintena de escritores, de Antonio Gala a Muñoz Molina, nos descubren sus planes más literarios.

Para la mayoría de los escritores consultados, hoy son más ciertas que nunca las palabras de Manuel Machado: "para descansar, morir". Como explica Eduardo Mendoza, "yo no tengo ni vacaciones ni trabajo. Acabo de terminar la revisión, aburridísima, de las pruebas de mi próxima novela, Tres vidas de santos, trabajo en la adaptación de una novela de Sandor Marai para el teatro y doy vueltas a una nueva novela, a ver si alguna vez logro una que me guste".

Episodios nacionales
Más confesiones: Luis García Montero está escribiendo poemas, porque tras publicar su primera novela, Mañana no será lo que Dios quiera, "mi condición de poeta se ha puesto nerviosa. Llevaba dos años sin escribir versos y la poesía se ofende si te olvidas de ella".

"Si no se me derriten las meninges a causa del calor, -afirma Ignacio Martínez de Pisón- mi idea es dedicarme a sacar adelante una novela en la que llevo ya trabajando año y medio".

Fernando Aramburu y Rosa Montero, se apuntan al encierro monacal para abordar, en el caso del primero, "el desenlace de un libro que empecé a escribir hace tres años. No me atrevería a denominarlo novela, puesto que no se sujeta a la convención de una trama". Por su parte, la escritora retoma una novela de la que llevaba escritas 130 páginas, pero que abandonó hace meses, "de manera que ahora tendré que releerme todo, repasar las muchísimas notas,y ver si vuelve a moverse la historia dentro de mi cabeza. Si la historia sale, tengo la idea de hacer una serie...". También Félix de Azúa se retira "para ver si acabo un libro raro. Casi podríamos hablar de un tratado de autoayuda para el siglo XXII".

En cambio, Álvaro Pombo intervendrá en el curso que la UIMP le dedica, y comenzará a acumular "materiales y reflexiones para una nueva novela que requerirá al menos año y medio de trabajo". También limpiará las pruebas de la que sale este otoño en Anagrama, La previa muerte del lugarteniente Aloof, "un relato de aventuras que espero que divierta a los lectores tanto como a mí".

Más proyectos: Almudena Grandes prepara "una serie de novelas, a la manera de los Episodios Nacionales de Galdós, sobre el siglo XX español. He escrito dos y este verano estaré corrigiéndolas". Con la misma ambición de hacer "La Gran Novela Americana de la Transición Española", Rafael Reig remata Todo está perdonado, "o sea, dos leyendas en una, por el mismo precio". Otros, como Alejandro Gándara, compone un libro mezcla de ficción y ensayo, sobre la actitud del hombre ante la muerte, y la distinta manera de enfrentarse a ella en el mundo antiguo y la actualidad, "en el que combino historias de mi vida personal con lecturas, reflexiones sobre el mundo clásico, la Biblia". El historiador Enrique Moradiellos prepara La guerra civil española. Estudios y controversias, que aparecerá en otoño y Felipe Benítez Reyes avanza "en una novela que está dándome demasiadas complicaciones porque es muy simple", mientras revisa algunos poemas y ordena una recopilación de ensayos.

El lecho de rosas de Gala
Con menos dudas, y echando la culpa a la insistencia de quienes le han "puesto contra las cuerdas", Antonio Gala va a dedicar este verano a la escritura de Un lecho de rosas, su "más sincera biografía y mis memorias, tanto personales en sentido íntimo como sociales. Es obra dolorosa, larga y obligatoria".

Tampoco es sencillo el libro que ha tenido secuestrado a Rafael Argullol los últimos cinco años y que revisará este agosto para tenerlo listo para la imprenta a finales de septiembre: "Si me decís que es una novela, os diré que es un ensayo; si me decís que es un ensayo, os diré que es un libro de viajes; si me decís que es un libro de viajes, os diré que es un tratado; si me decía que es un tratado, os diré que es una confesión; si me decís que es una confesión, os diré que es una novela. Por tanto, es mejor no decir nada".

José Antonio Marina dedica, como siempre, agosto a terminar el libro que publica con Herralde en diciembre, aunque ahora cambia de género: La conspiración de las lectoras es una investigación sobre una asociación cultural madrileña que reunió "entre 1926 y el estallido de la guerra a la generación de mujeres más brillante de nuestra historia. Es la crónica de una ocasión perdida", explica.

Amores de cuento
El verano es también tiempo de cuentos, y de cuentos de amor, como los que Juan Pedro Aparicio reúne en Asuntos de Amor. "He recogido de aquí y de allá hasta reunir unos cuarenta, algunos de sólo unas líneas, otros de más de veinte páginas. He escrito también algunos nuevos. Precisamente estoy acabando el último de ellos. No sé si titularlo ‘Amores de hotel’ o ‘Pan y Cebolla". Del mismo modo, Carlos Marzal dedicará agosto a la escritura de un libro de cuentos "sobre la adolescencia, ese periodo salvaje y atormentado. Aún no tiene título, pero tengo ya la mitad, unos seis relatos, más directos y menos digresivos que todo lo que ha sido hasta ahora mi obra en prosa". Sin embargo, no todo es trabajo, apunta Manuel de Lope, dedicado a revisar algunas páginas de un manuscrito que ya tiene editor: "No se trata de una novela. Es un libro de autor, se titula Azul sobre azul y quizá se publique el año que viene". Aunque para cambio, el de Alicia Giménez Bartlett, que abandona el género negro por Entre hombres y perros, "una historia extraña que ni yo misma sé dónde irá a parar".

Hay quien dice que los libros no se terminan nunca, que sólo se abandonan. Pero al fin llega ese día. Con sus novedades casi en máquinas, un buen puñado de escritores pasarán agosto revisando galeradas, empezando por Agustín Fernández Mallo, que para alegría de los nocillaadictos, limpia las de Nocilla Lab: "No quiero que mis editores me riñan. Vacaciones Santillana", dice feliz. O como Juan Bonilla, que disfruta la última versión de sus Aviones Plateados, una antología de la poesía futurista latinoamericana "llena de sorpresas".

También Javier Reverte dedica este verano a limpiar de erratas su proximo libro, "que cuenta un largo viaje por Canada y Alaska al que titulo El Rio de la Luz. También reviso una novela que terminé, en su primer manuscrito, hace un par de meses. Y trabajo en la documentacion de un libro de viajes". También el historiador Julián Casanova pasará agosto cupado con las pruebas de un nuevo libro, una historia de España del siglo XX, y con la revisión de la traducción de República y guerra civil al inglés.

Las pruebas del delito
Pero no todo puede ser trabajo, ríe Luis Sepúlveda, para quien "el verano, si tiene sentido, es para hacerles asados a mis hijos", lo que no impide que se encierre unas horas a medianoche para "ponerle punto final a las correcciones de Últimas Noticias del Sur, un libro de viajes que se ha transformado en la novela de un mundo que ya no existe". En las mismas anda Gustavo Martín Garzo, en corregir pruebas de La carta cerrada, una novela "llena de tristeza y esperanza que narra la relación entre un niño y su madre".

Pero ¿qué pasa cuando ya no quedan ni galeradas por revisar? ¿Descansan? Sí, pero no. Olvido García Valdés, sueña con "un verano tranquilo, por primera vez" para acabar reconociendo que "la idea es ir escribiendo algunos poemas, para un nuevo libro ya en marcha". Lo mismo que Luis Antonio de Villena, pendiente de los versos "que surjan" mientras prepara una traducción de Profesor de belleza, los escritos entre Proust y Robert de Montesquieu.

Otros, en cambio, retratan un agosto de "descanso total", como Isaac Rosa. "El plan, explica, es coger tono mental para empezar a escribir en septiembre, cuando atacaré nueva novela. Es un proyecto que llevó madurando ya unos años, una novela sobre el trabajo" . Miembros de esta Cofradía de los Brazos Caídos pero menos son José Ovejero y Antonio Muñoz Molina. La última novela del primero, La comedia salvaje, acaba de entrar en imprenta y, como pretende hacer humor "del heroísmo, de la desgracia, de la guerra civil", repone fuerzas ante lo que le espera, mientras Muñoz Molina, que ha terminado La noche de los tiempos, se va a dedicar "a estar tranquilo en casa, en Madrid, disfrutar de la familia y los amigos y no hacer nada". No es tiempo baldío, sino de acumular experiencias. A fin de cuentas, como decía Wilde, "no existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo".