Joaquín Marco y Ricardo Senabre: Palabra de crítico
Tantos años en la Universidad de Barcelona le han dejado a Joaquín Marco un sabor agridulce. No le invade la nostalgia, "porque algunas cosas han mejorado" pero echa de menos el contacto con los jovenes con los que siempre ha tenido gran sintonía. "Nada tiene que ver aquella Facultad en la que ingresé, aún adolescente, con la que se encuentra el alumno de hoy. Los jóvenes profesores se quejan de la oportunidad perdida con el plan Bolonia". Ricardo Senabre no duda en decir que ha sido feliz dedicado a enseñar e investigar, dos actividades indisociables en su trabajo universitario. Recuerda que cuando se puso a leer textos clásicos para mejorar su latín, "encontré en Séneca una idea que me ha servido como divisa: no vale la pena saber nada si no es para enseñarlo a otros".
- El mundo universitario no es, desde luego, el que era. ¿Qué diferencias sustanciales han vivido desde la cátedra?
-Ricardo Senabre: Sí, la Universidad ha ido haciéndose cada vez más pragmática, más orientada a formar técnicos, a inculcar conocimientos prácticos, aislándolos de las demás ramas del saber y atomizándolos. ¿Tiene sentido que un matemático o un físico acaben sus licenciaturas sin saber la historia de sus disciplinas? Pero incluso en este cambio progresivo la Universidad se ha ido degradando. En España, con el afán de llenar las universidades, se ha ido rebajando el nivel de exigencia en la selección del alumnado y en la del profesorado. El resultado es catastrófico. Cuando se ha querido remediar la situación exigiendo un baremo de calificaciones para ingresar, se ha omitido el requisito en las antiguas Facultades de Letras, convertidas así en lugares de recogida para quienes aspiraban a ser médicos o economistas y han debido renunciar a su vocación para refugiarse a última hora donde han podido. La aplicación del llamado "espacio europeo" -Bolonia, para entendernos- dañará más aún la universidad, acercándola al nivel de una escuela de formación profesional.
-Joaquín Marco: Ha cambiado todo. La literatura ha dejado de ser referencia obligada, apenas si se estudia en los Institutos. Y en Barcelona, como en otras capitales de España, el bilingüismo oficial -y aquí la obligada protección del catalán- ha supuesto otro cambio sustancial. Los estudios literarios en general han logrado un nivel medio más aceptable, aunque muy distinto según las etapas históricas. Faltan los maestros que fueron referentes: Riquer, Blecua, Vicens Vives, Vilanova... Lo que distingue a los nuevos profesores es la especialización. Se ha perdido una cierta universalidad incluso en el Bachillerato. Las literaturas hispánicas (en las que deberían figurar la catalana y la gallega, por lo menos) no son el ombligo del mundo.
-¿Es verdad que cada año los alumnos llegan peor preparados, como dicen tantos profesores?
-Marco: Sí, los alumnos han ido llegando peor preparados. La dificultad ahora reside en que quieran leer o incluso que entiendan lo que leen. Pero en las carencias hay también algo de tópico. Recuerdo que cuando llegué en los años 50, ya se decía de nosotros que estábamos peor preparados que los que nos precedieron. No había entonces la relación profesor/ alumno, ni la organización en Departamentos, ni la superespecialización que ahora se exige. Pero quedan valiosos profesores en las Universidades y se investiga mucho más en conjunto.
-Senabre: A veces leo u oigo que tenemos los alumnos mejor preparados de la historia. Si es un ciudadano particular, ajeno a este mundo de la enseñanza, compadezco su candidez. Si es un responsable ministerial, me indigna su desvergüenza. Los alumnos pueden llegar al bachillerato sin saber separar las palabras en la escritura, y a la Universidad sin haber leído más libros que los de texto. En mis 48 años ininterrumpidos de enseñanza sólo he visto descender progresivamente el nivel de preparación de los alumnos que ingresaban en la Universidad, pero ese descenso ha sido, en los últimos 15 ó 20 años, vertiginoso. Algunos imbéciles justifican esa supuesta "buena preparación" por el hecho de que los estudiantes manejan ahora con soltura los ordenadores. ¡Qué cráneos privilegiados, como diría Valle-Inclán! Está claro que no hay que dejar la enseñanza en manos de un puñado de políticos ignaros, porque es una actividad prospectiva, que apunta hacia el futuro y lo condiciona. Si, por tener malos profesores o alumnos, enseñamos mal -a curar, a construir puentes-, el futuro sólo podrá ser tenebroso.
-¿Qué autores han cautivado más a los estudiantes?
-Senabre: En principio, aquéllos mejor propagandeados con premios, comparecencias públicas, entrevistas o cualquier otro procedimiento publicitario, porque la publicidad es una fuerza poderosísima y difícil de eludir, en literatura y en todo. Luego, en el aula, la labor del profesor puede ir descubriendo poco a poco los valores estéticos y perdurables de obras y autores en que los estudiantes no habían pensado siquiera, y atraer a la verdadera literatura a unos cuantos alumnos (siempre pocos). Los demás seguirán irreductibles, fieles a la más trivial literatura de consumo.
-Marco: Los que están de moda. Porque la moda es un elemento básico en la formación del cambiante gusto literario. De los que más se habla en la televisión o han sido adaptados al cine. La juventud tiene algunas antenas, algunas deformantes, pero marca tendencias. Ahora se estudia menos el Siglo de Oro que hace unos años. Se tiende a lo contemporáneo y a lo hispanoamericano. Las preferencias estudiantiles me temo que van por la facilidad.
Repertorio de olvidos
-En estos 30, 40, 50 años, ¿qué olvidos o excesos han resultado más lamentables?
-Marco: La historia literaria es un repertorio de olvidos. Hoy se olvida lo de ayer y mañana se olvidará lo de hoy, aunque con alguna recuperación póstuma, pero no puede entenderse la evolución de los géneros como algo competitivo, sino como una carrera de relevos.
-Senabre: Para la literatura -y para la cultura en general-, el daño infligido por la supresión de las humanidades ha sido mortal, porque el desconocimiento de nuestras bases culturales incapacita para entender miles de obras literarias, pictóricas y de pensamiento. También ha sido nocivo el modo de enseñar literatura en muchos lugares, al convertir la lectura de ciertas obras en una obligación, haciendo de una actividad placentera un deber penoso que suscita el rechazo. A ello hay que añadir la formación basada en la "cultureta autonómica", que induce en muchas comunidades a enseñar los productos de los escritores autóctonos por encima de los universales. Es probable que un alumno extremeño acabe sabiendo más de Gabriel y Galán que de Antonio Machado o que para un estudiante de Valladolid sea más familiar Zorrilla que Bécquer.
-Hablemos de los falsos prestigios, si los hay, en nuestra literatura contemporánea...
-Marco: Soy incapaz de juzgar los falsos prestigios que probablemente sean muchos, porque la fama es fugaz y, a menudo, falsa. Hay escritores con los que conecto intelectual o estéticamente mejor. Determinadas personalidades son fruto del tiempo. Pero también se publican buenos libros que compensan.
-Senabre: He dicho muchas veces que los profesores de literatura y los críticos tienen una misión orientadora inexcusable, pero para desempeñarla deben colocar en primer plano la lucha contra los efectos demoledores de la publicidad, que ha llenado de falsos prestigios el mundo de las actividades artísticas. Por razones exclusivamente económicas, los lanzamientos publicitarios promueven la estima de escritores, cineastas y otros creadores, los adornan con valores imaginarios e inoculan en las gentes de buena fe la idea de que estamos en un segundo Siglo de Oro. Es falso, vivimos en una era de apariencias.
-Hablando de prestigios, ninguno tan grande como el de la lectura. ¿Por qué resulta tan saludable leer, cómo convencerían a los posibles lectores de la bondad de la lectura?
-Senabre: La literatura es el más formidable instrumento de comunicación creado por el ser humano. Nos permite escuchar y conocer las experiencias, los sueños, las emociones o las fantasías de millones de personas que nos han dejado su voz y su mensaje. No hay facebook de mayor alcance. Enriquecemos nuestro pequeño mundo, lo ampliamos, conocemos costumbres y pasiones que tal vez nos eran desconocidos. Compartimos las desdichas o la felicidad de personajes que existieron o pudieron existir. ¿Hay algún libro de psicología que pueda enseñarnos más sobre los celos que el Otelo de Shakespeare?
-Marco: La lectura nos permite vivir otras vidas, otras sensaciones, experimentar a través del lenguaje, huir de nuestro propio tiempo o entorno. No imagino una vida sin libros. Hasta Hitler se sirvió de ellos. No importa tanto si los leemos en papel o en fórmulas electrónicas. Nos permiten conectar con los otros. Nos abren caminos. Pero conviene no olvidar que la primera literatura fue oral y que la oralidad tradicional llega casi hasta nuestro tiempo.
Críticos de los que fiarse
Estos dos catedráticos de universidad hacen crítica literaria en los medios desde hace años. No resulta fácil para un cátedro adecuarse a los espacios (cortos) y los tiempos (casi inmediatos) de un periódico. A ellos, y a otros muchos como ellos, les debemos que el desdén que tradicionalmente ha sentido la Universidad hacia los medios vaya disminuyendo. Marco reconoce que la institución universitaria y la crítica "nunca se han llevado bien". Senabre, en cambio, cree que se aprecian, seguramente porque varios críticos pertenecen a ella. "Lo que sucede - añade Senabre- es que hay pocos críticos de los que poder fiarse. Unos, porque parecen no haber leído las obras de que hablan, sino sólo la información editorial, y otros porque son -digámoslo así- demasiado amistosos, o, como el maestre don Rodrigo, amigos de sus amigos. Desprecio esa actitud. Si Fulano es amigo mío, lo invitaré a mi casa, seré padrino de su hijo, pero nunca utilizaré el medio en que colaboro para enaltecerlo. Aunque lo merezca.
Joaquin Marco vivió en primera fila, "aunque como outsider" el llamado boon. Formaba parte del comité de lectura de Seix Barral en aquellos años, así que tuvo mucho contacto con Barral, Castellet, Gil de Biedma....Pero en su libro El crítico peregrino escribe que la crítica literaria "acaba siendo un vicio que nos otorga escasos beneficios". ¿Cómo cayó en él?
-Marco: Comencé a escribir crítica literaria porque era una forma de entrar a formar parte del mundo literario: escribir sobre libros que había leído, emitir mi impresión a otros lectores. Pero los beneficios de la crítica son escasos para quien la ejerce. Los autores no siempre admiten de buen grado observaciones que pueden considerar negativas. Sin pretenderlo, el crítico se rodea de enemigos no siempre silenciosos.
-¿Cómo definirían su relación con editores y mercado? ¿Se sienten presionados?
-Marco: Los editores de hoy ya no son como los de antes. Conocí a algunos que editaban para su propio placer y todavía queda alguno que ama los libros y los cuida. Pero las grandes multinacionales, unidas a lo que hoy se llaman "los medios", han transformado el libro en objeto mercantil. Hablan de "lanzar", "vender", "mercados", "promociones". No se olvidan del lector, pero lo convierten en sujeto pasivo. El crítico debería evitar la presión mediática de los editores, aunque resulte difícil, y juzgar con mayor exigencia al autor consagrado que al que comienza. Entender la crítica como castigo es un error garrafal.
-Senabre: No me he sentido nunca presionado por editoriales ni premios. Vivo en un lugar pequeño, apartado de la capital y de las capillitas. No reseño libros de amigos. Y cuando pongo reparos a una obra, desearía que el autor entendiera que no son en absoluto personales, y que, para mí, el escritor tiene, por serlo, todo el respeto y el aprecio imaginables, porque ejerce una actividad nobilísima.
Los errores de la crítica
-¿Tantos errores ha cometido la crítica? ¿Recuerdan ahora algún caso notorio?
-Marco: La crítica, al ser humana, comete errores. Tarda en ocasiones en advertir el mérito de determinada obra. Borges, por ejemplo, nos llegó muy tarde. Libros como Cien años de soledad apenas si dispusieron de promoción. Su prestigio creció a través de los lectores. Una fórmula, hoy ya devaluada, fue la de los premios literarios.
-Senabre: Yo no hablaría tanto de errores como de una contumaz falta de sentido ético, una tendencia a eludir la responsabilidad social a que su tarea le obliga. Así, sin comprometerse a nada, no hay errores. Y, cuando existen, sólo el paso del tiempo permite apreciarlos. Clarín, grandísimo crítico, se equivocó en algunas apreciaciones sobre escritores contemporáneos, e incluso marró alguna vez con Galdós. Julio Casares patinó con Valle y con Ricardo León.
Dos son, para Senabre y Marco, las condiciones que debe reunir un buen crítico: caudal de lecturas y esa intuición o sensibilidad especial para detectar lo nuevo. ¿Ha corregido el tiempo algunas de sus apreciaciones literarias?
-Marco: Por supuesto, he releído libros que me entusiasmaron en su momentos y que, 20 años después, me producen gran desencanto. Soy muy crítico conmigo mismo, pero he escrito tanto sobre los libros de los demás que en algo habré acertado, supongo.
-Senabre: Sí, nuestra perspectiva de lector cambia con los años. Una obra leída en dos ocasiones con un intervalo de 20 años parece otra porque, en realidad, es otro el lector, que ha ido enriqueciéndose durante ese tiempo con nuevas lecturas, conocimientos, experiencias. La relectura me ha hecho apreciar más ciertas obras que sin duda leí mal en su momento, como la de Proust o Bajo el volcán, de Lowry, mientras que ha reducido el fervor que sentí por otras, como La montaña mágica, de Mann, y algunas de Sartre.
-¿Se atreven a establecer un canon de literatura en español?
-Senabre: El canon se forma con el tiempo. Se deriva del aprecio de los lectores, de la valoración transmitida por la enseñanza y los manuales. El mío particular sería más reducido, pero tendría como base a los grandes clásicos, esos sin los cuales la literatura sería otra cosa y yo también: Homero, Sófocles, Petrarca, Shakespeare, Cervantes... Del terreno español y de época más cercana mantendría siempre a Galdós, Bécquer,Machado, Baroja, Ortega, Lorca, Cernuda... Hay otros a los que me unen afinidades sentimentales, pero este aspecto debe quedar siempre al margen de la crítica propiamente dicha.
-Marco: No creo en la existencia de un canon en español o en cualquier otra lengua.Hay obras que merecen ser leídas, que uno no puede pasar por la vida sin conocerlas, aunque cada lector posea sus propios criterios. No sé si son cien o cincuenta o tres. Cuantos más libros lean más acabarán disfrutándolos, pero nunca se debe leer por obligación. Ya lo hacemos los críticos y los profesores de literatura. Si no se anda con precaución se puede perder el buen gusto.
RICARDO SENABRE
Nacido en Alcoy en 1937, Ricardo Senabre ha sido profesor universitario 48 años y un día. De ellos, 38 como catedrático, primero de Lengua española, luego de Teoria de la Literatura y Literatura Comparada. Senabre se había licenciado en Filología Románica en 1960 y obtuvo el grado de Doctor, en 1963, en la Universidad de Salamanca, con una tesis sobre Lengua y estilo de Ortega y Gasset, con Premio extraordinario. Creó y organizó el Colegio Universitario de Cáceres, luego transformado en Universidad de Extremadura, de la que fue Decano. Su trabajo fue reconocido con la Encomienda de Alfonso X el Sabio y la Medalla de Extremadura. Entre sus obras destacan La poesía de Rafael Alberti (1977); Literatura y público (1987); El retrato literario (1997); Estudios sobre fray Luis de Léon (1998); Metáfora y novela (2005). Ha sido responsable de las Obras Completas de Unamuno publicadas por la Fundación Castro.
JOAQUÍN MARCO
(Barcelona, 1935) estudió Filosofía y Letras y al terminar los estudios, colaboró con José Manuel Blecua en la cátedra de Lengua y Literatura Española de la Universidad de Barcelona. “Con algunas ausencias por represalias políticas -explica- he permanecido en esta Universidad toda mi vida, aunque profesé un curso en Liverpool en 1961 como Assistant Lecturer. Hice mi tesis doctoral sobre La literatura popular en España en los siglos XVIII y XIX con Blecua, con la que obtuve el Premio Extraordinario”. Es presidente de Honor de la Sociedad Española de Hispanoamericanistas y de la Asociación Colegial de Escritores de Catalunya. Creador de la popular “Biblioteca Básica RTV” y de la colección de poesía “Ocnos”, entre sus últimos libros destacan El Muro de Berlín (2003), El crítico peregrino (2009) y Poesía secreta (1961-2004) (2010).