Image: José Saramago. La consistencia de los sueños

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Letras

José Saramago. La consistencia de los sueños

por Fernando Gómez Aguilera

18 junio, 2010 02:00

José Saramago, en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura.

Fundación César Manrique

La Fundación César Manrique de Lanzarote acaba de publicar 'José Saramago. La consistencia de los sueños', un libro de Fernando Gómez Aguilera, director de la Fundación y gran experto en la vida y obra del Nobel portugués y del que publicamos aquí el prefacio. Organizado como una biografía cronológica, el volumen orilla el género convencional de retrato literario para aunar sintéticamente la documentación y el testimonio directo del propio Saramago sobre acontecimientos decisivos de su trayectoria vital y su producción creativa.

I. Las vidas milagrosas estimulan la confianza en el ser humano. Argumentan la eventualidad optimista de la libertad, la esencia de nuestro deseo y, por tanto, de nuestra dicha y de nuestra desgracia. Pero el milagro, a pesar de su origen improbable, arraiga en sólidas motivaciones. Lo imprevisible se anuncia sigilosamente. Exige nuestra mayor disponibilidad para la indagación y la apertura hacia los delicados orígenes de lo que, no siendo evidente, es. La fuerza deslumbrante de las vidas que desbordan el límite impuesto banalmente por la rutina nos reconcilia también con el destino racional del hombre y, por su proximidad con las figuras extremas del albedrío y el azar condicionado, lo exaltan, nos exaltan. De algún modo, convierten al sujeto que procede de esa turbulencia en una obra de arte, en un soplo de creatividad vuelto sobre sí mismo. Y en una necesidad abrumadora. Nuestra existencia reclama seres extraordinarios.

Nada en el origen de José Saramago predecía a Saramago: pero todo estaba contenido en la estructura de la semilla, un germen al que el hombre, el ciudadano y el escritor han regresado permanentemente para vivir días inexplorados, reconocidos en el signo y la aventura del porvenir. Allí mana una energía moral constituyente, una suerte de raíz centenaria de la que brotan yemas de lealtad y, al mismo tiempo, de disidencia con los desvíos del error. También de trabajo, de infatigable insistencia en el oficio de ser y de escribir, de cumplir, rigurosamente, con la responsabilidad propia. El decurso paradójico de la vida de Saramago está gobernado por un secreto hilo de fidelidad a las convicciones, a la naturaleza que nos constituye, incluyendo, asimismo, los que nos han sido y, quizás, parte de aquellos para quienes se será. Tenacidad, coherencia, trabajo, confianza en lo imprevisible… sostienen el peso de su vigorosa figura literaria, intelectual y ética. Pero lo soporta también, y con consistencia, el brillo denso y expansivo del genio: el resplandor de una llama extrema y cegadora, que toma la forma de la fábula y la expresión inaugural. Una llama soñadora, pero intensamente humana, arraigada en la imaginación, en el mundo -sea la Historia, sea el tiempo contemporáneo -y en la razón moral. Vida de carne por vida de palabra, vida de palabra por vida de carne: cuerpo a cuerpo, porque, aunque la escritura no sea la vida -como ha manifestado el Premio Nobel distanciándose de cualquier mitificación romántica de la literatura-, en ocasiones las letras ofrecen una parte nada desdeñable de vida buena.

Al autor reverenciado que es Saramago desde hace años -muchos menos de los que caben en su ya dilatada respiración-, le gusta rendir tributo a su arqueología rural y familiar, subrayar su prolongada época de anonimato y lucha por la existencia, abrazarse a su filiación ideológica y anotar a pie de página la aparición abrupta y tardía de su explosivo e inopinado reconocimiento. Detrás de toda luz, busca el silencio y la oscuridad que la preceden, como anteceden a la propia condición del ser. No duda endarle ventaja al río de la vida, frente a la horma del proyecto y la asfixia de la meta: "Cuando tenía 18 años recuerdo haber dicho algo absolutamente impensable en un chico con esa edad, y fue: 'Lo que tenga que venir, a mis manos llegará'. Y creo que esa ha sido, de una manera inconsciente, la regla de oro de mi vida. No he sido nunca una persona ambiciosa que se pusiera metas, he vivido mi vida haciendo simplemente lo que quería. Soy una persona feliz, que no ha buscado la felicidad, pero que a lo mejor mi sabiduría o mi ciencia infusa ha hecho que estuviera en el momento y en el lugar donde algo podría ocurrir". Como nada es regalo en casa del pobre, Saramago pone énfasis en el valor de la decisión y de la ruptura: decir hasta aquí he llegado -en su caso, ocurrió en noviembre de 1975, cuando decidió dedicarse tan sólo a la literatura- y, sin viento ni salvavidas, arrojarse a los borrascosos mares del acaso. Aparentemente, ofrece una fórmula de conciliación entre la costumbre del trabajador cotidiano y la anomalía de la celebridad. Para que sea convincente, practica una vida austera, sostiene sus fidelidades, defiende sus ideas de siempre, escribe con la dedicación sencilla de quien se debe a un oficio y habla con la voluntad de cercanía de quien nunca se movió de su lugar en la plaza pública del pueblo y allí dijo sus verdades sin dejar de mirar a los ojos de los demás. Interpreta la realidad y tiende puentes. Con el matiz añadido de que su pueblo es un mundo, el ancho mundo. Podría decirse así: el príncipe de la literatura que es José Saramago no rechaza la compañía del obrero de las letras que en todo momento fue conocedor de que el príncipe ilumina al obrero con la antorcha de su biblioteca, en tanto que el obrero le ofrece al príncipe el amparo moral de su sacrificio y su humilde tesón.


II. Su vida resulta inabarcable, tomando la forma, en su segunda etapa -a partir de los años ochenta del siglo pasado-, de un torrente de admiración, de tributos y también de desafectos, pues la neutralidad no es virtud que procure, si algún día fue don la tibieza. Pero no siempre ocurrió así. Saramago atravesó por décadas difíciles, de anonimato y dedicación fatigada a sobrevivir: la lucha del día a día, el acoso de la circunstancia, la incertidumbre del futuro, el malestar, la palabra que no encontraba ni voz propia ni resonancia, la zozobra en años de oscuridad para Portugal…

La cronobiografía que sigue a estas palabras surgió del proceso preparatorio, de la investigación que dio soporte a la exposición José Saramago. La consistencia de los sueños, producida por la Fundación César Manrique que me encargué de comisariar, y que pudo verse no sólo en Lanzarote (23 de noviembre de 2007-20 de enero de 2008), sino también en Lisboa (23 de abril-27 julio de 2008), y en São Paulo (28 noviembre de 2008-2 de marzo de 2009). Una iniciativa organizada con el propósito de conmemorar el 85 aniversario del Premio Nobel de Literatura portugués y de reconocer, una vez más, ahora mediante un discurso visual, la grandeza de su obra y la solvencia de su compromiso público, de su actitud engagée. El repertorio de acontecimientos que aquí se suministra, acompañado de valiosos documentos gráficos, no es ni total ni definitivo, pero sí exhaustivo y contrastado, incluyendo la colaboración del escritor y de su esposa, Pilar del Río. Proporciona una trama amplia y organizada de hechos sobre la que añadir y encajar nuevas hebras, en el futuro, hasta completar un tejido humano, un latido, que se antoja inabarcable, por sus multiplicadas ramificaciones, su riqueza y su dispersión universal, que encuentran su mejor acomodo en una obra abierta. En el periodo que se circunscribe a su infancia y juventud, se presentan mayores dificultades para precisar com exactitud la ubicación de ciertos sucesos, que podrían estar sometidos a ligeras variaciones temporales, pero, en todo caso, esta eventualidad, no resulta tan sustantiva para la biografía como la confirmación del hecho y su emplazamiento aproximado, mediando la supervisión del protagonista.

La colección de teselas vitales y literarias que el lector tiene en sus manos ha sido elaborada a partir de diversas fuentes cruzadas y armonizadas, unas, preexistentes: cronologías, bibliografía pasiva, bibliografía activa -Cuadernos de Lanzarote, Las pequeñas memorias y El equipaje del viajero, en particular-, entrevistas y noticias publicadas em la prensa de diversos países; y otras nuevas: materiales inéditos conservados en el archivo del escritor, agendas personales, cuadernos de apuntes y cartas. A las dataciones e informaciones concretas, he querido añadir, con frecuencia, declaraciones de Saramago que confirman las constataciones, las amplían o precisan su contenido, e incluso algunos comentarios interpretativos, ahora míos, en particular referidos al carácter de sus obras publicadas. Debo aceptar que la elección de las citas, un elemento discursivo central de esta propuesta, constituye en sí misma un acto plenamente consciente de énfasis o construcción biográfica, cuyo resultado práctico es sólo atribuible a quien las ha seleccionado de entre otras muchas posibles. No es otro el propósito que dejar constancia, a través de ellas, de los rasgos centrales que caracterizan el pensamiento literario, político y socia del personaje retratado, su complexión moral e intelectual.

Junto al acervo de datos estrictamente biográficos, se han incorporado alusiones y reseñas de poemas, cuentos, novelas incompletas, textos de militancia política, piezas de teatro, notas de trabajo, cartas cruzadas con colegas y materiales preparatorios, todos inéditos y desconocidos hasta la inauguración de la exposición José Saramago. La consistencia de los sueños, que permitió conocer su existencia, sacándolos a la luz. Se toma, pues, conocimiento específico de ellos por primera vez, publicándose algunos, bien de forma íntegra, bien fragmentariamente. La mayoría corresponde a la fase ini cial de su etapa de formación como escritor -lo que podría denominarse su periodo arqueológico-, desde la segunda mitad de los cuarenta -se han podido identificar y fechar, en 1944, sus textos literarios más antiguos conocidos- hasta 1953, año en que concluye su novela inédita Claraboya. En su totalidad, un conjunto significativo de documentos que, con independencia de su alcance literario, suponen un valioso corpus para matizar los orígenes de la escritura de Saramago y de su personalidad creativa, pues constituyen páginas en las que se atisban rasgos emergentes de su actitud posterior y de su visión del mundo. La red de imágenes que dialoga y se entreteje con el texto se ofrece como un aporte complementario.

Sin renunciar a la exigencia de rigor en los datos, he optado por perfilar un texto cronobiográfico de corte divulgativo -en general, se omiten las referencias bibliográficas de prensa-, que acerque a un público amplio, con distintos intereses, el decurso vital de Saramago, espigado sobre el humus de su propia voz. Las citas del autor que abren y cierran el libro se suman al propósito de que la arquitectura del retrato cronológico respire con mayor plenitud en compañía de la voz autobiográfica. Soy consciente de que una experiencia desbordante como la de José Saramago excede al armazón sintético y temporal de estas páginas. Confío en que no la menoscaben -tampoco las expectativas del lector- y sirvan para que, en el futuro, otras aportaciones la completen, maticen y enriquezcan, como corresponde a una personalidad que, por su capacidad para intervenir en su época y crear una opinión pública susceptible de convertirse en latido mundial, nos pertenece a todos sin dejar de ser nunca fiel a sí misma.

Por último, quiero señalar que esta edición española, que se publica prácticamente dos años después de que apareciera la homónima portuguesa (José Saramago: A Consistencia dos Sonhos. Cronobiografia, Caminho, Lisboa, 2008. Traducción de António Gonçalves), corrige aspectos puntuales del texto precedente y lo amplía, por extenso, con nuevas informaciones. Asimismo, se actualiza la cronobiografía hasta octubre de 2009, poniendo al día la actividad literaria, personal y profesional del escritor. En realidad, podría convenirse que se trata de otro libro.