Image: César Alonso de los Ríos

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Letras

César Alonso de los Ríos: "Me desmoraliza la desmoralización de España"

25 junio, 2010 02:00

César Alonso de los Ríos. Ilustración de Gusi Bejer

Fue su maestro y amigo. Por él, por César Alonso de los Ríos (1936), Miguel Delibes se jugó la dirección del Norte de Castilla en más de una ocasión, burlando las miserias de la Dictadura. Hoy, como homenaje al autor de El hereje, La Esfera recupera Soy un hombre de fidelidades, las conversaciones que mantuvieron a finales de los 60. ¿O fueron ayer?

PREGUNTA: Su libro es casi idéntico al de hace 40 años. ¿Tan poco cambió Miguel Delibes? RESPUESTA: Desde luego: aunque era sensible a la situación del mundo, sus valores esenciales (el lenguaje, el amor a la tierra, a la familia, la caza) no cambiaron jamás. P: ¿Y como periodista? R: También. Luchó siempre por la democracia y por la libertad de expresión, arriesgando sin miedo su situación profesional y personal. Desde el Ministerio de Información de Fraga le insinuaban que iba demasiado lejos, que estaba jodiendo el experimento, y él insistía en que los experimentos estaban para eso, para llegar al límite. P: ¿Qué tal amigo era? R: Generosísimo e incondicional. P: ¿Su mejor lección como periodista? R: La de la iniciativa, la inteligencia, el talento y el valor. Cuando yo sólo era un estudiante le envié una carta al director, contestando a un artículo de una de las estrellas del Norte de Castilla, Martín Descalzo. Lo publicó como una columna, se organizó una gran polémica y Martín Descalzo abandonó el diario. Luego me propuso formar parte de un “Caballo de Troya” incendiario que tuvo en jaque al régimen y que, a la larga, le costó el cargo. P: ¿Cuál fue su secreto para convertirse en uno de los autores más populares de la posguerra? R: La increíble seducción de su prosa. A Delibes lo han leído no sólo los más cultos, sino también los que admiraban su estilo, y sus valores humanísticos. Leer a Delibes compensaba mucho en los 60 y 70. P: ¿La izquierda supo entenderlo? R: No demasiado. La izquierda y la clandestinidad lo valoraban pero sin excesos: muchos compañeros criticaban mi entusiasmo por él. P: ¿En qué consiste el Territorio Delibes? R: En lo que antes llamábamos Castilla La Vieja, en sus gentes y paisajes, que nunca dejó de amar. P: ¿Cómo fueron sus últimos años? R: Deprimentes. Él solía decir que los médicos le habían salvado la vida, pero que su situación personal era penosa. No podía concentrarse ni escribir, no podía cazar ni apenas pasear y sufría muchísimo. P: Ahora que menciona la caza, ¿cómo combinaba esa pasión con el ecologismo y la preocupación por el planeta? R: Al principio, no veía la contradicción, porque él era muy orteguiano y hablaba del hombre primitivo, y el instinto, pero luego varios de sus siete hijos le salieron ecologistas, biólogos, denunció los peligros de sobreexplotar el planeta aunque siempre defendió lo que llamaba la caza democrática. P: ¿La caza democrática? R: Sí, nada de esas monterías atroces llenas de señoritos que abaten cientos de piezas, sino la emoción de perseguir una perdiz durante horas por el monte. Lo que no podía hacer era abatir un ciervo, porque su mirada casi humana le atormentaba. P: Usted escribió una biografía polemiquísima en su tiempo sobre Tierno Galván: ¿qué precio pagó por desenmascarar a un mito de la parte de la izquierda? R: Uno altísimo; muchos ensayistas e intelectuales protestaron indignados por el libro, pero no pude dejar de hacerlo. Conocí al Viejo Profesor y me di cuenta de que no era lo que parecía. P: Y al investigar más... R: Descubrí que era un impostor que se había inventado todo su pasado. Ni era hijo de campesinos, ni había estado con la izquierda en la guerra civil, ni en un campo de concentración tras ella. Imagine que ganó la cátedra en la misma oposición que Fraga y que dedicó su tesis a uno de los personajes más reaccionarios de la Universidad. ¡Si decía que traducía a Wittgenstein, y no sabía alemán, la traductora era su esposa! P: ¿Existen hoy muchos impostores como él en nuestra clase política? R: Desde luego, y en la literaria, y en la cultural, de antes y de ahora. La posguerra favoreció que la gente llevase dos vidas y la transición, que se olvidase la menos grata. P: A lo largo de este cuestionario ha repetido varias veces la palabra ética... ¿qué tal andamos de ella en España? R: Fatal, hija. Ya me gustaría que fuese otra la realidad, la sociedad española necesita una inyección de valores y creer en algo más que el dinero y la fama. Pero, como Delibes, soy pesimista: me desmoraliza la desmoralización de España.