Image: Labordeta, con el verbo a cuestas

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Letras

Labordeta, con el verbo a cuestas

"El presentador de Un país en la mochila siempre fue hombre impulsivo, tan caluroso como bonachón"

19 septiembre, 2010 02:00

José Antonio Labordeta

Muere Labordeta, mochilero de Aragón que simpatizó con ideas avanzadas en tiempos difíciles. Un trovador rojo, de canción protesta que era como se decía entonces, cuando la policía de Franco se dedicaba a perseguir a todo aquél que se significase un poquito. En aquellos años y en aquellas tierras, el personal que daba guerra estaba constituido en un bloque que se vino a denominar Nova canço baturra y donde militaban nombres como Labordeta, como Tomás Bosque, el grupo La Bullonera o Joaquín Carbonell con el que Labordeta seguiría colaborando en iniciativas, canciones, programas de radio y cosas así.

Los de la Nova canço baturra eran todos poetas rurales, gentes del pueblo que escupían injusticias con resentimiento de clase que es como se hacen estas cosas. Lo demás son sucedáneos. Pero con la llegada de la transición, o de la transacción, la memoria histórica arrinconaría tales músicas y demás protestas. En casos así, lo más fácil es convertirte en un borrón del recuerdo, un nombre más para el olvido. Pero Labordeta como que resistió la enmienda y conseguiría perdurar a los meneos históricos que vienen determinados por el capital. Siguió dando guerra. Sin ir más lejos, en los últimos tiempos anduvo de diputado en Cortes. Sus intervenciones en la Cámara siempre fueron las de un espontáneo, las de un elemento del caos que viene a romper el orden y el bostezo. Aún se recuerda la vez aquella que mandó callar a los de la bancada popular para acto seguido mandarlos a la mierda. "A la mierda", bonita frase para un epitafio.

El alboroto que se montó en el Congreso lo dieron por todas las televisiones. Labordeta, desde la tribuna, vino a recordar tiempos pasados, a numerar verdugos, a escupir antipatía hacia los que no le dejaban hablar. Hay que hacerse cargo pues el presentador de Un país en la mochila siempre fue hombre impulsivo, tan caluroso como bonachón. Un hombre de la tierra que no pasaba una y cantaba como nadie, denunciando transacciones y trasvases con ese vozarrón que no le cabía en el pecho. Cuando se despidió del Congreso lo hizo con retranca, como los buenos, entonando una jota a viva voz y sin bandurria. También anduvo por paisajes, levantando acta documental para la serie televisiva que le dio fama y donde enseñaba las viejas usanzas de nuestros pueblos. Labordeta se daba maña para la instrucción, esa entrega de saberes que hoy se viene a llamar pedagogía. De manera amena te entusiasmaba en cualquier recodo del camino pues ante todo fue hombre de verbo, que es como decir hombre de acción. Sin sucedáneos.