Imagen de las primeras protestas en Egipto. Foto: Mohamed Omar
El gesto desafiante de la saharaui Aminetu Haidar contra la dictadura marroquí a finales de 2009 y las, aproximadamente, siete semanas del campamento de Gdem Izik o Dignidad levantado por más de 20.000 saharauis en el otoño de 2010 a unos 15 kilómetros de El Aaiún parecen, vistos desde hoy, chispas de la misma traca. Aunque tras las protestas saharauis subyace siempre el fuego independentista, sus causas directas coinciden con las que empujan en las últimas semanas a millones de tunecinos, egipcios y yemeníes a las calles, desafiando prisión, torturas y muerte: frustración, paro, marginación, represión y hartazgo de tanta corrupción y cleptocracia.
Los subtítulos están para explicar, no para vender como los títulos, y los de estas tres obras son significativos. La séptima edición de La historia prohibida del Sáhara Español (respetemos la mayúscula en el segundo adjetivo, pues sirve para destacar la grave responsabilidad que ha tenido y, mal que nos pese, sigue teniendo España en el desastre), del periodista Tomás Bárbulo, ofrece "las claves del conflicto que condiciona las relaciones entre España y el Magreb".
"Este libro ha sido elaborado a partir de más de medio millar de documentos clasificados como secretos y rastreados durante tres años en diversos archivos militares y civiles", reconoce el autor en una nota introductoria. "El material confidencial ha sido completado con dos centenares de entrevistas personales, realizadas en el Sáhara, en Argelia, en Marruecos y en varios lugares de España". También ha utilizado la bibliografía principal sobre la colonización del territorio, los archivos de los periódicos de la época y algunos materiales videográficos y cartográficos.
El rigor académico de la obra coincide con una redacción cuidada y ágil, y su contenido rezuma los numerosos contactos personales del autor, que residió varios en su adolescencia en el Sáhara y ha cubierto el conflicto durante años para su periódico.
Viaje al Abandono, del jurista y escritor Eduardo Soto-Trillo, parte de una pregunta -"por qué no permiten al Sáhara ser libre"- y de una respuesta que escuchó en un curso de verano en Galicia, en 2004, a un viejo profesor de Derecho internacional de gran prestigio: -"por qué no permiten al Sáhara ser libre"- y de una respuesta que escuchó en un curso de verano en Galicia, en 2004, a un viejo profesor de derecho internacional de gran prestigio: "Sabes tan bien como yo que a Carrero lo mató la CIA. La ETA fue un mero instrumento [...] Por si no lo sabes, a Carrero lo asesinaron por el Sáhara. Él era el verdadero obstáculo para que Marruecos se lo quedara. Kissinger, que era muy amigo de Hassan II, lo sabía".
En De Tánger al Nilo, Javier Valenzuela recoge 35 de sus mejores artículos, crónicas, reportajes y entrevistas publicados en El País desde Marruecos, el Sáhara, Argelia y Egipto entre 1986 y 2009. El Sáhara es, probablemente, el lugar al que dedica menos espacio, pero la luz que arroja sobre la compleja y, para el 99 por cien de los españoles, siempre ignorada y/o despreciada realidad marroquí, es de gran utilidad para comprender el pasado, presente y futuro de la ex colonia española todavía sin descolonizar. Frente a quienes ven o están empeñados, para seguir disfrutando de sus privilegios, en ver a Al Qaeda o a Jomeinis del siglo XXI tras el movimiento reformista, aparentemente espontáneo, nacido en Túnez o, por qué no, pocos meses antes en el Sáhara, Valenzuela tiene la impresión de que la fiebre islamista de los años 70, 80 y 90 alcanzó su techo y comienza remitir. "La revuelta tunecina nos sitúa en un escenario nuevo", decía el 25 de enero en la multitudinaria presentación del libro que tuvo lugar en la Casa Árabe de Madrid. "Creo, más bien, que vamos a asistir en los próximos años a un movimiento parecido al que nació en Gdansk (Polonia), con Solidaridad, en 1980", añadió. El resultado puede depender de lo que hicieron Europa, la Europa democrática de entonces, y los Estados Unidos. frente a los vientos reformistas del Este y lo que están haciendo o hagan en el futuro frente a los vientos reformistas que soplan hoy en el mundo árabe. Las primeras reacciones son bastante penosas.
Si, por miedo, se impone la continuidad, la prudencia y los intereses estrictamente económicos, como se impusieron en la retirada española del Sáhara hace 36 años, lo más probable es que asistamos a una cadena de pequeñas o grandes, el tiempo lo dirá, tragedias como la de Tiananmen. Si se imponen la cordura, la libertad, la diplomacia inteligente y los derechos humanos, nos esperan tiempos difíciles, pero necesarios, para transitar el siempre arriesgado camino hacia la democracia en la única parte del mundo que se ha quedado completamente al margen de ella tras la caída del Muro de Berlín. Merece la pena intentarlo, aunque no distingamos todavía los líderes capaces de pilotar la nave.
Bárbulo y Soto-Trujillo describen paso a paso -con un estilo impecable el primero- la bochornosa y delictiva actuación de la dictadura de Franco en el Sáhara hasta su venta ignominiosa e ilegal a Marruecos el 14 de noviembre de 1975. Ambos denuncian los abusos, las mentiras, las contradicciones y los chalaneos que condujeron a la entrega del territorio a Hassan II, el olvido posterior disfrazado de neutralidad activa y la traición definitiva a los saharauis en los últimos años. ¿Cómo es posible que ningún Gobierno de la democracia haya denunciado formal y públicamente los acuerdos de Madrid para recuperar la dignidad perdida y el respeto del Trono marroquí? "La respuesta nos lleva a una posible zona oscura de intereses siniestros difícil de interpretar", responde Soto-Trujillo. "Lo que sí está claro es que tiene un único beneficiario principal, Marruecos, y otro secundario, Francia". Utilizo la cursiva en los tres últimos verbos para señalar que el autor los pone en tiempo indefinido, no en presente, como creo que deben estar. Es una cuestión menor frente a erratas como John Woodward en vez de Bob (p. 58) o el mazjen en vez del majzen (p.44). Al texto, de gran interés por otro lado, quizá le sobran cincuenta páginas de anécdotas personales que no aportan demasiado al relato. Aunque da muchas pistas, casi todas conocidas previamente, Soto-Trillo nunca llega a presentar la prueba definitiva, la pistola humeante, de la conexión entre Kissinger, la CIA, ETA, el Sáhara y el asesinato de Carrero.
"De lo que no cabe duda", concluye, "es de que la muerte del almirante benefició los planes de Kissinger [...]y despejó a Hassan II su camino hacia el Sáhara [...] Carrero Blanco pudo ser la primera víctima".