Javier Gomá. Foto: Alberto di Lolli.

Javier Gomá (Bilbao, 1965) atesora una de las propuestas filosóficas más innovadoras y concienzudas de la filosofía española actual a la que ha dedicado tres libros y uno más de parada y fonda reflexiva, Ingenuidad aprendida (Galaxia Gutenberg, 2011), que se presenta este jueves. Gomá es un pensador libérrimo y gozosamente incauto, tan consciente de los hombros de gigantes en los que se aúpa como despreocupado por rendir vasallaje a sistemas útiles en su día pero caducos hoy. En Ingenuidad aprendida confirma su apuesta por una nueva civilización de hombres y mujeres libres pero también voluntariamente limitados con el fin de vivir juntos. Tal es la nueva y artificial ingenuidad.



Pregunta.- Afirma que Ingenuidad aprendida es un grito de guerra. ¿Por qué tal beligerancia en un pensador aparentemente tan sosegado como usted?

Respuesta.- Porque la esencia arde. A quien intuye, aunque sea borrosamente, la esencia de las cosas importantes, le domina una impaciencia muy beligerante. La emoción es una palabra que etimológicamente indica movimiento: un filósofo es alguien que siente una emoción interna que lo dispara hacia delante (en algún sentido, un filósofo es un automóvil). Le declara la guerra a lo que se queda parado, porque es algo inerte que no tiene emoción ni movimiento.



P.- Y sin embargo la emoción, en estos tiempos, parece enseñorearse por todas partes. ¿Cómo podemos afirmarla sin hacerle luz de gas a la desamparada razón?

R.- La pregunta presupone que el sentimiento es irracional, que es lo que afirmó la tradición filosófica mayoritaria, siempre muy intelectualista. Pero hay otra corriente de pensamiento paralela que reivindica el carácter racional del sentimiento. Es posible basar lo racional en una suerte de educación sentimental.



En nuestro país, dado lo inhabitual de propuestas teóricas como la de Gomá, que escapa a las categorías usuales y que además lo hace desde una llamada militante a la acción a pie de calle, resulta obligado pensar en quién puede recoger el guante. "Yo mismo me hago esa pregunta", confiesa Gomá. "Cuando hablo de la gestación de una nueva civilización sobre bases nuevas me doy cuenta de que nunca se ha intentado una civilización igualitaria y secularizada. En realidad, los más incapacitados para comprenderlo serían los campeones del paradigma anterior, el paradigma de la liberación, que tan necesarios fueron pero que ya han cumplido su misión. El problema ahora ya no es liberarse sino cómo vivir juntos y cómo hacerlo con límites consentidos a la libertad. Y es que no hay nada más difícil que ser contemporáneos".



P.- ¿El ingenuo Javier Gomá ya ha interpretado suficientemente el mundo y lo que trata ahora es de cambiarlo?

R.- Durante tres siglos, el filósofo ha permanecido en la buhardilla tomando más conciencia de sí mismo. Esto ha sido algo muy importante porque le ha dado el sentimiento de su propia dignidad. Pero ahora el tema que tiene pendiente nuestra cultura no es la conciencia sino la convivencia, y para eso ya no sirve el pensador misántropo que sospecha de todo y a todos los gatos les ve tres, cinco o cinco mil patas. Necesitamos un filósofo que auténticamente lo sea y que al mismo tiempo baje a la plaza y acuda al salón. Ha de hacerse apresuradamente mundano para contribuir a cambiar las mentalidades de las generaciones futuras.



P.- ¿Y no cabe un riesgo, digamos populista, en la llamada a la mundanidad? ¿No se ha vaciado, por ejemplo, la política de contenido por obligarse a estar a pie de calle?

R.- Lo que ocurre es que habría que evitar juzgar a las ideas por sus degeneraciones. A la democracia, por ejemplo, por su devenir en demagogia. El mundo actual necesita de la socialización del individuo, pero no es lo mismo vivir en sociedad, esto es, vivir con otros, que vivir socializado: aceptar las restricciones a la libertad, antaño odiosas para los movimientos de liberación pero que hoy son interiorizaciones positivas y necesarias. Hoy debemos crear nuevos límites absolutamente nuevos sin ninguna nostalgia del mundo premoderno.



P.- Ejemplaridad pública cerró una trilogía sobre la experiencia e Ingenuidad aprendida es una reflexión sobre la filosofía desarrollada en los tres libros anteriores publicados. ¿Ahora qué?

R.- Otros tienen muchas ideas, yo sólo he tenido una, y la exploto al máximo hasta dejarla exhausta. Esa idea es la ejemplaridad, a la que dedico un plan de cuatro libros que he denominado "teorema de la experiencia y la esperanza". Tras terminar la trilogía sobre ejemplaridad en la experiencia de la vida, resta la ejemplaridad desde la perspectiva de la esperanza y este es el libro, Necesario pero imposible, que estoy escribiendo ahora con más emoción que nunca. Antes, dentro de un año aproximadamente, publicaré mis colaboraciones en suplementos literarios con el título Todo a mil.