Charles Simic

Charles Simic nació en Belgrado en 1938, pero es norteamericano a todos los efectos, y uno de los mayores poetas contemporáneos en lengua inglesa. "Hitler y Stalin fueron mis agentes de viaje", afirma con ironía. Autor de luminosos ensayos sobre literatura y cine, el lector en castellano cuenta con tres ediciones de su poesía. El mundo no se acaba y otros poemas (DVD, 1999) traduce el libro por el que obtuvo el premio Pulitzer. Desmontando el silencio (Ayuntamiento de Lucena, 2008) antologa la primera parte de su obra y La voz a las tres de la madrugada (DVD, 2010) recopila lo mejor de sus últimos libros. El Fondo de Cultura Económica editó en 2005 Alquimia de tendajón, su libro sobre Joseph Cornell. Sus últimos libros de poemas son My Noiseless Entourage (2006), That Little Something (2008) y Master of Disguises (2010). Vaso Roto acaba de publicar sus memorias, tituladas Una mosca en la sopa. Y ahora está en España para participar este jueves en el festival Cosmopoética, en Córdoba, y para leer sus poemas y conversar con el poeta Luis Muñoz lunes y martes de la próxima semana en la Residencia de Estudiantes.



Simic tenía siete años cuando cruzó a pie las montañas de Eslovenia junto a su madre y su hermano con la intención de llegar a la frontera austriaca y huir así de la Yugoslavia comunista para luego alcanzar París y allí esperar el momento de reunirse con su padre, que había escapado a los EE.UU. Es sólo uno de los episodios que narra en unas memorias en las que relata también su infancia en un Belgrado bombardeado por unos y por otros, poblado de personajes dignos de una película de Kusturica; la llegada en barco a la tierra prometida, Nueva York; sus años de juventud bohemia cuando dudaba entre hacerse poeta o pintor, o su estancia en Francia como policía militar, sin olvidar hondas reflexiones sobre el porqué de la poesía. Tanta peripecia le lleva a afirmar que no ve tan clara la separación entre realismo y realismo. "La realidad -afirma- nunca me ha parecido muy realista. Yo crecí en un mundo comparable a un poema surrealista: en Belgrado, durante la II Guerra Mundial, con cines que proyectaban películas norteamericanas, alemanes que colgaban a gente de los postes de la luz en la calle mayor de la ciudad, parejas jóvenes bien vestidas que flirteaban y refugiados llegados del campo que pedían limosna. Cuando llegué a Nueva York en 1954, lo cierto es que todo era muy parecido. Era una noche calurosa de julio en la calle 42 con marineros borrachos, salas de baile, cines que exhibían westerns y películas de terror, periódicos que llevaban en la portada fotografías de algún gangster que yacía en un charco de sangre y algún que otro predicador que gritaba en una esquina que el mundo se acabaría el jueves siguiente".



La mirada de Simic es aguda: "Sinceramente resulta imposible, para mí o para cualquier otro, afirmar que alguien posee un estatus especial en virtud de su condición de víctima", afirma. Pero su peripecia es muy singular, y su mirada, excepcionalmente inteligente, sensible, socarrona y original. Su poesía que es como un gran collage, como nuestras ciudades, pues como afirma Simic "la belleza de nuestras ciudades carece de premeditación. Uno dobla la esquina y se encuentra un rascacielos junto a una destartalada chabola de dos pisos con un cartel que anuncia un plato del día de pescado por menos de dos dólares".



Simic está por primera vez en España pero es un buen conocedor de la poesía en otras lenguas. Él mismo ha traducido a numerosos poetas serbios al inglés y junto a Mark Strand elaboró una antología de la poesía universal que va camino de convertirse en canónica. Su conversación es inteligente y franca: no elude ningún tema, ni siquiera cuando se le pregunta sobre sus colegas más famosos. Sobre Ashbery, la última moda americana en Europa, dice que "escribe muy bien, pero muchos de sus poemas son irremediablemente oscuros. Le admiro, pero tengo ese problema. Incluso hay lectores que le adoran y la mayor parte del tiempo no tienen ni idea de lo que habla más que en términos generales. Puedo vivir ambiguamente, pero no durante muchos poemas". Nada de ambigüedad en los poemas de Simic: un pie está en lo real y el otro sobrevuela lo irreal, pero eso es pura vida.

A continuación presentamos cuatro poemas de Charles Simic inéditos en castellano.

AUTORRETRATO EN LA CAMA

Para los visitantes imaginarios tenía una silla

de mimbre que encontré en la basura.

Había un agujero donde debería estar el asiento

y sus patas se tambaleaban

pero conservaba una apariencia digna.

Jamás me senté en ella, aunque

con ayuda de un cojín uno podría haberlo intentarlo

cuidadosamente, con las rodillas juntas

como ella aquella vez,

reclinada y riéndose por la incomodidad.

La lámpara en la mesilla de noche

hacía lo que podía para conferirle

un cierto aire de misterio a la habitación.

Había también un espejo, que hacía

que todo se tambalease como en una pecera

si por casualidad miraba en su dirección,

con la nariz roja, a punto de estornudar,

con un grueso gorro de lana tapándome las orejas,

leyendo a algún ruso en la cama

y preocupado por mi alma, de eso estoy seguro.

EL TÍO DINAH NAVEGÓ HASTA CHINA

Barbudos ancestros, de vosotros ¿qué se hizo?

¿Os escondéis del mundanal ruïdo

en una cabaña en los bosques

para escuchar cómo vuestros bigotes crecen en paz?

Clérigos que se mesan largas barbas,

soldados con perilla,

jóvenes empalagosos con barba de chivo,

borrachos locales orgullosos de sus tupés.

Prima Kate, ¿era un mostacho auténtico

el que lucías en la iglesia

cuando esperabas que tu novio

subiera corriendo las escaleras un día cualquiera?

Y tú, abuelo, le pediste a Dios a gritos

que hiciera algo con el mundo

y él se quedó en silencio y dejó que cayese la noche

al ver que tu barba era más blanca que la suya.

HUÉRFANOS DE LA ETERNIDAD

Una noche caminábamos tú y yo juntos.

La luna era tan brillante

que podíamos ver la senda entre los árboles.

Luego las nubes la escondieron

y tuvimos que tantear el camino

hasta que sentimos la arena bajo los pies desnudos

y escuchamos el rumor de las olas.

¿Recuerdas que me dijiste:

"Todo, fuera de este momento, es mentira"?

Nos desnudábamos en la oscuridad

al borde del agua

cuando arranqué el reloj de mi muñeca

y sin ser visto ni decir

nada, lo arrojé al mar.

1938

Los nazis marcharon sobre Viena.

Superman hizo su debut en Action Comics.

Stalin purgó a sus amigos revolucionarios.

El primer Dairy Queen abrió en Kankakee, Illinois.

Yo, en mi cuna, me meaba en los pañales.

"Debes de haber sido un hermoso bebé", cantaba Bing Crosby.

Un piloto al que los periódicos llamaron "Camino Equivocado Corrigan"

despegó de Nueva York con dirección a California

y acabó aterrizando en Irlanda mientras yo veía a mi madre

sacarse un pecho del camisón azul y dirigirse hacia mí.

Aquel septiembre hubo un huracán que trasladó un cine

desde la playa de Westhampton a algún sitio en medio del mar.

La gente temía que el mundo estuviera a punto de acabarse.

Un pez que se creía extinto desde hacía setenta millones de años

apareció en una red de pesca en la costa de Suráfrica.

Yo estaba en mi cuna mientras los días se hacían más breves y fríos.

La primera gran nevada cayó durante la noche

sumiendo mi habitación en un gran silencio.

Me parece haberme oído llorar durante mucho, mucho tiempo.

(Traducciones de Martín López-Vega)