Image: El geriátrico de la lengua

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Letras

El geriátrico de la lengua

Pisaverde, aljofifa, golismero... Álex Grijelmo y Pilar García Mouton rescatan en Palabras moribundas vocablos en peligro de extinción

8 noviembre, 2011 01:00

Álex Grijelmo y Pilar García Mouton. Foto: El Mundo


Una cruz roja ilustra la portada de Palabras moribundas. El periodista Álex Grijelmo y la filóloga Pilar García Mouton han recogido en su camilla 159 vocablos heridos, en muchos casos, de muerte: "ahíto", "borceguí", "chinela", "encocorar", "golismero", "melgo", "romadizo", "trapisonda"... Hay otros cientos, miles quizá, desperdigados por el frente, pero no caben todos en este hospital de campaña editado por Taurus.

El libro es una adaptación de la sección que Grijelmo inició en 2004 en el programa de Radio Nacional de España No es un día cualquiera, dirigido y presentado por Pepa Fernández. A su vez, el espacio nació de un capítulo de En la punta de la lengua, que el periodista burgalés acababa de publicar.

Tres temporadas más tarde, García Mouton tomó el relevo de la sección, que continúa en antena. Cada semana se propone una palabra caída en desuso y se pregunta a los oyentes -o escuchantes, como los llaman en el programa- si la conocen, si la usan y en qué contextos la han oído. Según sus testimonios, se construye la historia de la palabra, se la sitúa geográficamente y se determina si es o no un término moribundo. Una labor colectiva que, citando a sus autores, "se trata sólo de una cuestión de gusto y de un cierto amor por el patrimonio común que es el idioma español".

El libro, que ha sido presentado hoy en Madrid, explica los orígenes etimológicos de cada término, las modificaciones semánticas sufridas a lo largo de su historia y atiende a las particularidades de su uso en diferentes lugares de España. De hecho, la geografía juega un papel esencial en la conservación del léxico. Algunas palabras se hacen viejas sin haber salido nunca de la región en la que nacieron, como es el caso de "ababol", sinónimo aragonés de "amapola". Otras viajaron durante siglos por toda la Península y ahora viven retiradas en una comarca concreta, como sucede con "enagua": "Como las mujeres ya no vestimos esa prenda, pensábamos que estaba en desuso, pero descubrimos gracias al programa que en Andalucía se sigue empleando para referirse a la ropa de la mesa camilla", afirma García Mouton, especialista en Geolingüística y Dialéctica.

En su mayoría, las voces recogidas en Palabras moribundas sobreviven gracias al medio rural, mientras que la ciudad empobrece el lenguaje porque tiende a uniformarlo, asegura la lingüista. Y Grijelmo aprovecha para hacer justicia: "Este libro es en parte un homenaje al mundo rural, cuyo lenguaje ha tenido tradicionalmente poco prestigio, a pesar de ser muy rico, preciso y certero, sobre todo en lo referente a la agricultura y la artesanía".

Extranjerismos efímeros

La lengua está sometida a un proceso de cambio constante, y en ella, como en tantos aspectos de la vida, también hay modas. Muchos extranjerismos irrumpen con fuerza en el vocabulario popular pero mueren jóvenes al quedar obsoletas las realidades que designaban, como ocurrió con "cederrón", que la RAE incluso castellanizó, augurándole con ello una vida más larga de la que en realidad tendría. En otros casos, el extranjerismo cohabita con otras palabras rescatadas de nuestro idioma y que experimentan una segunda juventud, como "bitácora" en lugar de "blog" o "nevera" en vez de "frigorífico".

Aunque los padres suelen decir que quieren a todos sus hijos por igual, Grijelmo y García Mouton no dudan en identificar sus palabras favoritas entre todas las recopiladas en este volumen. "La mía es "rendibú". Viene del francés rendez-vous, y se adoptó aquí como sinónimo de hacerle la pelota a alguien".

Grijelmo, a su vez, revela la suya: "alboroque". "Es una fiesta que se hacía para celebrar un contrato o una venta", aclara. La palabra la recogía ya el diccionario de Covarrubias en 1611 y hoy sigue viva en no pocas zonas de España, pero sobre todo en Murcia, donde se llama así al convite que se celebra en memoria de una persona después de su entierro en la taberna más cercana, "con la intención de que el difunto suba más alto; cuanto más alboroque, más alto sube". Esperemos que el de estas 159 palabras moribundas tarde aún en celebrarse.