Sawyer, uno de los protagonistas de Lost
Las redes sociales lamentan estos días el desabastecimiento de productos audiovisuales que habría propiciado el cierre de Megaupload. Las modalidades de descarga directa y streaming en las que reinaba el servicio de almacenamiento y descarga impusieron los últimos años un modelo instantáneo de consumo de películas y series, previo pago a Kim Dotcom, por supuesto, en el que nadie se planteaba la legalidad de origen de los contenidos. La joya de la corona han sido las series americanas, en plena época dorada, que las ha erigido en referencia cultural de primer orden y en adicción para millones de telespectadores de todo el planeta. Los Soprano, The Wire, Lost, Prision Brek, Dexter, House, Mad Men... se devoraban al ritmo nativo. La cadena de EE.UU. emitía el capítulo y en apenas unas horas se servía en la red calentito y subtitulado en español. Sin esperar meses o incluso años para verlo en nuestras cadenas, que intentaron responder acortando el decalage sin mucho éxito.Y de pronto el FBI echa el cierre a Megaupload, y otras webs similares, presas del pánico, retiran a su vez todos sus enlaces a contenidos protegidos. En España las alternativas legales son aún escasas y regresar al P2P se le antoja un engorro a un espectador que se tornó tan cómodo como ávido y que se siente de pronto huérfano.
La influencia de la narrativa de las series televisivas en la literatura actual es conocida. Jorge Carrión (Tarragona, 1976) afirma que no habría podido escribir su ensayo Teleshakespeare (Errata Naturae, 2011) en el que inspecciona el afilado retrato de nuestro tiempo urdido por las series de televisión, sin seriesyonkis (el portal español que enlazaba contenidos masivos de Megaupload): "Me parece que los derechos de autor tienen que existir, que son fundamentales, pero no pueden ser controlados desde una legislación pre-digital. Por otro lado, habría que estudiar seriamente hasta qué punto la difusión de ciertos productos a través de redes de cultura compartida justamente alimentan el motor de la creación y producción. Es decir, el fenómeno teleserial no existiría sin su expansión vírica en el mundo virtual; en cambio, el fenómeno de los best-sellers literarios no precisa de ese tipo de conversación".
Elvira Navarro (Huelva, 1978), autora de La ciudad feliz (Mondadori, 2009) advierte que "el avance que ha supuesto internet no debe de llevarnos a olvidar los peligros que entraña, como suprimir el origen material de muchos de los productos a los que accedemos gratuitamente". Y continúa: "En la medida en que ciertas reivindicaciones alegan que la cultura es un bien común y que por ello debería ser gratis sin extender dicha reivindicación a otros sectores, lo que hacen es alinearse no con el trabajador, sino con la ley del más fuerte, que en este caso son las posibilidades que ofrece internet para que los artistas ya no sólo sean objeto de abusos por parte de la industria, sino también por parte del propio consumidor. Es decir: buena parte de ellos (no todos los que defienden las descargas ilegales están a favor de que el artista no cobre) se alinean con el capitalismo más salvaje".
Javier Calvo (Barcelona, 1973), autor de Suomenlinna (Alpha Decay, 2010) afirma que el problema radica en el advenimiento de una cultura "de niños consentidos. Quien se queja de no poder descargarse las series al instante es que no tiene problemas reales. En el supuesto de que alguien necesitara ver series incesantemente para escribir, se podría comprar el DVD cuando salga, ¿no? Y por supuesto, quien abogue por la cultura libre tiene que ser completamente consecuente y poner toda su obra en un blog para su descarga gratuita. No hay otra".
Por último, Alberto Olmos (Segovia, 1975), escritor de Ejército Enemigo (Mondadori, 2011) arremete directamente con estatus del ocio actual: "Imagino que un mundo donde no hubiera ocio audiovisual y donde todas las horas de las que disponen los ciudadanos las hubieran de encomendar a una actividad que no sea permanecer impávidos ante la pantalla viendo siete capítulos seguidos de una serie donde las actrices, muy guapas, se desnudan con sospechosa regularidad, es precisamente el mundo que no quieren gobernantes y empresarios, no sea que, ahora que hay tiempo, nos leamos entero El Capital. Particularmente estoy encantado con el cierre de Megaupload. La mayoría de los defensores de este site como 'cultura' no he visto yo que hayan hecho aportaciones muy sustanciales a la cultura, sino más bien a la 'cultura libre', con acento especial en el adjetivo, que rima con 'mercado libre' y 'despido libre'. No sé si me explico".
Última hora
- La justicia neozelandesa ha negado hoy la libertad condicional a Kim Dotcom, fundador de Megaupload, y ha decidido que permanezca en prisión hasta que el próximo 22 de febrero sea considerada la demanda de extradicción interpuesta por Estados Unidos. "Gracias a susdeterminación y a sus recursos financieros , existe un riesgo cierto de que huya", declaró el juez David McNaughton en su veredicto.
- En las últimas horas se ha sabido que Dotcom preparaba en las semanas previas a su detención un servicio de descargas musicales bautizado como Megabox que permitiría a los artistas vender sus creaciones quedándose con el 90% de los beneficios.