Image: Duchamp escritor

Image: Duchamp escritor

Letras

Duchamp escritor

Galaxia Gutenberg recupera los escritos de uno de los artistas más influyentes del siglo XX

6 abril, 2012 02:00

Marcel Duchamp elaborando El Gran vídrio

La editorial Galaxia Gutenberg acaba de publicar una edición en español de los 'Escritos' más relevantes del artista francés Marcel Duchamp (Blainville-Crevon, 1887 - Neuilly-sur-Seine, 1968). El comisario y crítico de arte José Jiménez ha llevado a cabo una exhaustiva tarea de revisión y anotación de los textos, fijando la terminología para su mejor comprensión en nuestra lengua. La representación visual y la escritura constituyen un entramado indisociable en la obra de Duchamp, uno de los artistas que más practicó la escritura como creación y como herramienta de reflexión sobre su obra y el arte. Él supo anticipar los nuevos horizontes del arte en el mundo actual. En su trabajo: las obras, las imágenes y objetos elegidos, los textos, y su desdoblamiento en un alter ego femenino como Rrose Sélavy, se integran en una misma unidad, en una originalísima síntesis poética de visualización y reflexión.

A continuación publicamos un fragmento del prólogo de José Jiménez ('Leer a Duchamp'), seguido de uno de los escritos referidos a La Caja verde.



Leer a Duchamp

Duchamp es uno de los casos más notorios de artistas de los que en muchos casos se habla sin conocer, al menos mínimamente, su obra. Algo que se acentúa en lo que refiere a sus escritos: la imagen pública «tópica» de Duchamp suele asociarse, en no pocas ocasiones, con los ready-mades, con las reproducciones forzosamente fragmentarias de Étant Donnés, y con las figuras y componentes del Gran vidrio. Entrar en sus escritos, que son difíciles y complejos, supone una auténtica zambullida en su obra, la posibilidad de establecer un itinerario entre lenguaje y representación plástica que nos abre a una dimensión de las obras de arte como integración de pautas y niveles de sentido, así como de soportes sensibles y conceptuales, diferentes.

Una de las expresiones más rotundas de la importancia de la escritura en la obra de Duchamp es lo que él mismo le dijo a James Johnson Sweeney en 1946 [ver luego, p. 223]: «Mi biblioteca ideal habría contenido todos los escritos de Roussel - Brisset, tal vez Lautréamont y Mallarmé. Mallarmé era un gran personaje. Esa es la dirección que ha de tomar el arte: la expresión intelectual, antes que la expresión animal. Ya estoy harto de la expresión «pintamonas».» Y, sin embargo, como observa Marc Décimo, que ha intentado una reconstrucción aproximativa de su biblioteca, a pesar de pretender «buscar la inspiración entre escritores», Duchamp «leía poco o no leía», como «afirman los testigos»*.


*Marc Décimo: La bibliotèque de Marcel Duchamp, peut-être; les presses du réel, Dijon, 2002, pp. 12 y 10.


Quizás más que leer, le interesaba escribir: fabricar sentido con el lenguaje, en correspondencia, y disociación, con la fabricación de sentidos plásticos con las imágenes.

La escritura de Duchamp es parte consustancial de su obra artística. No se puede decir, claro está, que Duchamp sea un «escritor», en el sentido usual de la palabra, pero sus escritos tampoco son meramente ocasionales, y ni siquiera complementarios de su obra plástica. Al contrario. Se integran plenamente en ella como una parte sustantiva. Son, en sentido estricto, el otro lado del espejo de la misma.

La cuestión resulta evidente en lo que se refiere al conjunto de textos que acompañan al Gran vidrio: la obra es indescifrable si no se accede a sus imágenes visuales leyendo o tras leer los materiales escritos que fijan y establecen sus sentidos y su intencionalidad estética. Richard Hamilton comienza así uno de los textos: «The Green Book» [«El Libro Verde»], que acompaña a su versión tipográfica de La Caja verde: «Cuando Marcel Duchamp produjo la obra llamada La Novia desnudada por sus solteros, mismamente inventó una forma de arte sin equivalente, una unión única de conceptos visuales y lingüísticos. Su intención era que El Gran vidrio debía encarnar la realización de un texto escrito que había ayudado a la generación de ideas plásticas, y que incluía también capas de significación más allá del alcance de la expresión pictórica. El texto existe junto al vidrio como un comentario y dentro de él como un componente literario de su estructura. Sin las notas, la pintura pierde algo de su significado, y sin la presencia monumental del vidrio las notas tienen un aspecto de irrelevancia casual.» [cito por la edición mencionada a continuación, cuyas páginas van sin numeración].

Los escritos con juegos de lenguaje, sumamente diversos y repetitivos, tienen un parentesco indudable con los usos e intenciones de los ready-mades, así como con la importancia que, incluso en su etapa de pintor, Duchamp daba a los títulos de sus obras, a los que consideraba como «un color invisible». Finalmente, los textos conceptuales y de interpretación: sobre el proceso creativo, lo infraleve, los textos críticos sobre sí mismo y sobre otros artistas, desvelan el núcleo de sus concepciones estéticas, en síntesis: qué es, para él, el arte.

Es verdad, en todo caso, que en la mayoría de sus escritos Duchamp se quedó a medias, sobre todo en los que se refieren al Gran vidrio: son fragmentos abiertos, del mismo modo que la obra quedó sin terminar. Las tachaduras y superposiciones muestran las vacilaciones, incertidumbres y correcciones de un texto sumamente minucioso, pero abierto (como la obra misma), y además no corregido ni finalizado, lo que hace más difícil su comprensión. La historia de las publicaciones de sus escritos permite apreciar aspectos decisivos, en primer lugar la importancia que les daba el propio Duchamp, quien se encargó personalmente de sus primeras ediciones, todas ellas con notas sobre el Gran vidrio. Lo hizo, además, de una forma especial: no como libros, sino en cajas:

(1) La Caja de 1914
[Boîte de 1914; Edición del autor, París, 1914].
Edición de cinco ejemplares con facsímiles fotográficos de 160 notas manuscritas y del dibujo con la inscripción avoir l'apprenti dans le soleil [tener el aprendiz en el sol ], fechado en enero de 1914, dentro de una caja de material fotográfico.

LA NOVIA DESNUDADA POR SUS SOLTEROS, MISMAMENTE* , La Caja verde
[LA MARIÉE MISE À NU PAR SES CÉLIBATAIRES, MÊME, La Boîte vert; Ediciones Rrose Sélavy, París, 1934].
Edición de 320 ejemplares. Contiene 94 fotos de dibujos, esquemas y notas manuscritas utilizados en la elaboración del Gran vidrio, en una caja con cubierta de gamuza verde.

En infinitivo, La Caja blanca
[À l'infinitif, La Boîte blanche; Cordier & Ekstrom, Nueva York, 1966].
Edición de 150 ejemplares, firmados y numerados, con la reproducción facsímil en offset de 79 notas del Gran vidrio [no recogidas en las otras cajas], en una caja de plexiglás. Aunque supervisada por Duchamp, es la única caja de sus escritos no editada por él mismo.


*Me parece bastante significativo que el título de la caja de escritos sea el mismo que el de la obra, el Gran vidrio.


[...]



II. La Novia desnudada por sus solteros, mismamente (1) (la Caja verde)

Las notas siguientes componen la Caja verde confeccionada por Marcel Duchamp en 1934, con una tirada de trescientos ejemplares. Esta caja contiene, además de las reproducciones de los diversos estudios para el Gran Vidrio y de sus estados sucesivos, unos cincuenta papeles diversos, minuciosos facsímiles -papel, color, y hasta la forma recortada con ayuda de matrices de zinc- de las notas que Duchamp había escrito en Munich, en Nueva York y sobre todo en París, entre 1912 y 1915, durante el período de gestación de lo que debía convertirse en la primera de sus dos obras capitales. Como todo lo que afecta a Duchamp tiene que ser único, no podía reunir esos documentos en una obra trivial. Por consiguiente, el objeto que en 1934 salió de sus manos fue esta caja en cuyo interior papeles multiformes y multicolores se desplazan sin orden posible, a gusto de su poesedor y, sobre todo, de un azar que aquí hemos osado dirigir. Con la ayuda de Marcel Duchamp, hemos intentado restituir el orden, si no la cronología, de su redacción. Este orden, como veremos, no carece de analogía con el que propone Breton en su leyenda del Gran Vidrio.

Las notas suelen ir acompañadas de dibujos y croquis a la pluma. Algunos son simples figuras sin importancia. Los hemos omitido. Otros, indispensables para la comprensión de un texto ya arduo, han quedado inscritos, dentro de las posibilidades de la composición tipográfica, en el sitio aproximado que ocupaban en el manuscrito. Los fuera de texto, por otra parte, ayudarán a la lectura.

La ortografía de estas notas apresuradas suele ser aberrante o deliberadamente incorrecta. La hemos respetado.

Recordemos simplemente que nuestra intención aquí no es la de interpretar, sino sólo la de presentar bajo una forma legible los documentos que constituyen el catálogo explicativo del Gran Vidrio. Se advertirá de inmediato que la obra quedó inacabada, pues Duchamp le dio el último toque en 1923. Nos podemos hacer una idea, gracias, precisamente, a la Caja verde, de la envergadura que hubiera adquirido el vidrio una vez que todas las ideas contenidas en esas notas -entre las que figuran algunas que ni siquiera recibieron un comienzo de realización- hubiesen sido llevadas al caballete (2).



(1) Se han imaginado varias interpretaciones de este título. Limitémonos a subrayar aquí el carácter autobiográfico de la obra, atestiguado por la inserción en la masa del título del nombre del autor (La MARiée mise à nu par ses CELibataires).

(2) El tan conocido comentario de André Breton en «Phare de la Mariée» (Minotaure, bib. B 13, pp. 45-49) sigue siendo, hoy en día, una de las mejores tentativas de explicación del Gran Vidrio. No podríamos dejar de referirnos al mismo. Véase también la nota bibliográfica de A. Schwarz en bib. B 180, III, pp. 141-147.


[...]


Plano de la máquina soltera


Alzado de la máquina soltera