Carlos Fuentes. Foto: Javier Cotera.
Un paro cardiaco ha acabado con la vida de Carlos Fuentes (1928), uno de los grandes protagonistas del boom, novelista y ensayista excepcional. Su muerte en el Hospital Ángeles del Pedregal ha conmocionado al mundo intelectual hispanoamericano, porque el escritor acababa de participar en la Feria del Libro de Buenos Aires, en la que había desvelado sus últimos proyectos, un libro recién terminado, titulado Federico en su balcón y otro que ya tenía en mente, El baile del centenario.Constante (él también) candidato al premio Nobel, esquivaba los olvidos de la Academia sueca y aseguraba sentirse reconocido con el conquistado en 1982 por su íntimo amigo García Márquez: "Cuando se lo dieron a él me lo dieron a mí, a mi generación, a la novela latinoamericana que nosotros representamos en un momento dado. De manera que yo me doy por premiado", afirmaba y disfrutaba además de los más importantes en lengua española: obtuvo el Cervantes en 1987 y el premio Príncipe de Asturias en 1994, además del Rómulo Gallegos en 1977.
Diplomático que hizo de la amistad un verdadero arte, apadrinó a multitud de jóvenes autores que le admiraban y provocaban al mismo tiempo, y jamás rehuyó el debate político, social o cultural por espinoso que resultara, y sin medir las consecuencias. Sus últimas declaraciones, por ejemplo, cuestionaban la talla de los candidatos a la presidencia de México...
En el más de medio siglo transcurrido desde su primer libro, el volumen de cuentos Los días enmascarados (1954), Fuentes desmenuzó la historia, la actualidad y el futuro de México, y opinaba desde sus columnas sobre todos los temas posibles.
De él Octavio Paz, su espejo y rival, aseguró que era "escritor apasionado y exagerado, ser extremoso y extremista, habitado por muchas contradicciones, exaltado en el país del mediotono", cuando el autor de Terra nostra ganó el Cervantes.
Fuentes publicó por primera vez un texto a los 11 años en Santiago de Chile, uno de los destinos de su infancia errante, pero se dio a conocer a los 26 con el libro de cuentos Los días enmascarados y tres años más tarde se consagró como novelista con la publicación de La región más transparente, donde la figura central es la Ciudad de México.
"La lectura de esa novela me trajo a México. Han pasado 40 años y no me he ido. Creo que la Ciudad de México sigue igual que entonces, menos en la transparencia, en todas las transparencias", dijo García Márquez en 1998 en una fiesta de danzón y copas para celebrar las cuatro décadas de la obra.
Autor de obras tan destacadas como La región más transparente (1958), La muerte de Artemio Cruz (1962), Aura (1962) y Terra Nostra (1975), sus últimos años reflejan una actividad creadora incesante y una también incesante desolación: su vida personal estuvo marcada por la tragedia de la muerte de los dos únicos hijos que tuvo con su segunda esposa, Silvia Lemus: su hija Natascha apareció sin vida a los 29 años en un barrio de Ciudad de México conocido por la venta de drogas y su hijo Carlos, hemofílico, falleció a los 25.
Como él mismo escribió, "la muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es".
Personalidades de la cultura y la política, entre ellas el presidente mexicano Felipe Calderón, acudieron este miércoles a la casa del escritor en el barrio de San Jerónimo, en el sur de la capital. Por allí pasaron autores como el poeta y filósofo Ramón Xirau o el escritor Ignacio Solares. Tras el velatorio privado, su cuerpo ha sido trasladado al Palacio de Bellas Artes, donde se celebra un acto de homenaje.