Image: La estela de Jorge Amado

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Letras

La estela de Jorge Amado

El compromiso social del escritor y el corte militante de sus novelas le costaron la cárcel, el exilio e incluso la quema de sus libros

10 agosto, 2012 02:00

Jorge Amado.

Hablar de las influencias de unos autores en otros siempre es un asunto difícil. Los clásicos castellanos nos llegan de modo misterioso en la voz de Manuel Longares o Luis Landero. Como García Márquez pervive aún en el afán renovador de Jorge Franco. En el caso de Jorge Amado -autor que comparte con los mejores del boom hispanoamericano una especie de fuente inagotable de gracia, ingenio y fuerza expresiva- su influencia no es sólo literaria, sino también literario-ideológica.

Como al portugués Saramago, no puede entenderse a Jorge Amado sin su coherente y larga actitud vital de compromiso humano, que le costó incluso la cárcel, el exilio (Francia y Checoslovaquia) y la quema de sus "subversivos" libros. No es el compromiso puntual de quien cede su firma a un manifiesto desde el salón de casa, sino el del hombre de a pie que siempre se rebeló contra las injusticias.

En eso se empeñó como periodista, como novelista o como político (fue diputado comunista en los años cuarenta y libró una gran batalla contra la intolerancia racial y religiosa). Saramago tomó partido por los humildes campesinos portugueses como Amado denunció las condiciones de esclavitud de los jornaleros en aquellas haciendas de cacao y de caña gobernadas por tiránicos coroneles. Sus primeras novelas, de corte social, militante, casi proletario, traían al primer plano las penalidades de los albañiles, costureras o prostitutas en el corazón de la ciudad: Salvador de Bahía. Pero también las de los pescadores o los niños de la calle. Su desencanto con la URSS, la narrativa "despolitizada" que se inicia, a partir de Gabriela, clavo y canela (1959) mantiene intacto su compromiso esencial con el pueblo.

Sin duda, Jorge Amado, el más popular y difundido autor brasileño, ha dejado una honda huella en quienes vinieron detrás. Son muchos los que se impregnaron de su atención al habla popular o de la sensualidad y fuerza de sus personajes femeninos (Gabriela, Livia…) Hay, sin embargo, dos herederos directos o naturales, también bahianos y con fuerte peso de la raíz y de la tierra, que fueron discípulos y amigos: Joao Ubaldo Ribeiro y Antônio Torres, capaces, como el maestro, de alcanzar lo universal relatando lo regional y lo local. La obstinada lucha entre los dos jubilados (el capitán Vasco Moscoso y Chico Pacheco) de Los viejos marineros (1961) resuena aún en autores contemporáneos brasileños como Chico Buarque, en ese largo monólogo-apología del anciano de Leche derramada (2011). Más allá del tiempo, Amado y Buarque comparten su apuesta por la riqueza del mestizaje y ese afán desenmascarador de los farsantes, especialmente de quienes se perpetuaron en el poder a cualquier precio.

Algunos elementos de las narraciones de Amado -sus mujeres sensuales, decididas, irreductibles y libres, con algunos toques de realismo mágico- conducen hasta la Alexandra Alpha de ese gran narrador portugués que fue José Cardoso Pires. La línea del hombre comprometido resuena aún en el Pereira del recientemente fallecido Tabucchi, buen conocedor de la gran tradición literaria portuguesa.